e l tango de la “percanta que me amuraste” quedó atrás. Y lejos, mucho más lejos, aquel de los “Grandes valores...” con “Azúcar, pimienta y sal”. La música ciudadana contemporánea se nutre de grandes referentes del 2 x 4, pero con una impronta más próxima, con sonidos y palabras más identificables para los más jóvenes. Por esos pentagramas transitan La Biaba y Los Tauras, dos orquestas que abordan el tango tradicional, composiciones propias y de ascendentes nuevos autores. En el Día Nacional del Tango, estos tangueros van por un género que abra puertas, tanto es así que hasta reconocen cuánto los influyó el rock para tender puentes y romper barreras desde lo expresivo. Bienvenido el bandoneón con tachas.
Escenario dialogó con los líderes de dos agrupaciones tangueras que, más allá de sus particularidades estilísticas, comparten la esencia de un tango de apertura, y lo mostrarán en sus presentaciones de hoy y mañana (ver aparte).
Carlos Quilici, de Los Tauras, y Lucas Querini, de La Biaba, toman el tango también como una militancia a partir de su participación en Mutar (Agrupación Músicos Tangueros Rosarinos), un movimiento creado por músicos de la ciudad, que pugna por afirmar la vigencia y la identidad del tango y la cultura popular.
Querini, pianista y compositor de La Biaba, rompe el fuego: “La nueva generación tanguera es la que viene de un lugar muy distinto, en la orquesta somos pibes de entre 29 y 35 años, y venimos de una generación que no vivió la época de oro y nos tocó atravesar la peor época del tango”.
La referencia a la “peor época” se vincula con los años 90, una década de pizza y champán, donde el menemismo hizo estragos en lo político y económico, y dejó sus esquirlas en la cultura popular. “En los 90 el tango estaba muy dejado de lado, perdió mercado y público. Pero por suerte, desde mitad de esa década para adelante se empezó a reactivar la cosa a partir del trabajo de la Orquesta Escuela de Rosario y de la Orquesta Escuela Emilio Balcarce, de Buenos Aires. Estos proyectos se convirtieron en grandes semilleros, se juntaron músicos de otros géneros y todos nos fanatizamos con tocar”, dijo Querini.
El músico contó que en el reciente festejo de los diez años de la orquesta escuela local tocaron 50 músicos de todas las camadas, y consideró que por el proyecto ya pasó un centenar de artistas, de los cuales muchos integran agrupaciones tangueras. De esa movida, de la que forman parte, entre otros, La Maleva, La Utópica, La Orquesta Típica el Sur, el Sexteto Vendaval, El Espiante y El Mejunje, junto con La Biaba, surgió Mutar, proyecto al que también se sumó Los Tauras.
A su turno, el piano le dejó el lugar al bandoneón, y ahí apareció Quilici: “En estos veinte años cambió mucho la gente que hace y que consume tango, porque en el 95, cuando se creó Los Tauras, éramos contados con los dedos de una mano los jóvenes que hacíamos esta música. Eran pocos los que tocábamos y pocos los que concurrían, ahora hay mucha más gente joven que escucha y toca, y que además va a los recitales. Incluso,antes era uno de los pocos con inquietudes compositivas, y hoy abundan compositores de tango”.
Con Los Tauras, Quilici recorre tangos “de hace cien años a los del cuarenta, y de Arolas, Troilo y Pugliese a Piazzolla”, con la intención de copar “todo el espectro del tango”. Pero lo hace “con arreglos propios, más modernizados, y en la búsqueda de una sonoridad, sin imitar estilos”.
En tanto, La Biaba transita un tango sobre “cuatro o cinco estéticas bien claras, algunas con tradición, otras más nuevas”. Y sus referentes van desde Julián Peralta, con La Fernández Fierro y Astilleros, y el quinteto de Diego Schissi, “relacionado con la música más académica”, a otros como Ramiro Gallo, vinculado con la tradición pero con música original, pero “en un lenguaje con matices actuales”, dijo Querini.
En referencia a la disociación de los mensajes clásicos del tango con el actual, agregó: “Hay una cuestión que quizá no es propia del tango sino del mercado del tango. Toda la estética del compadrito, de las mujeres de copas y el arrabal, son temáticas de una época en la que no tenemos nada que ver, son íconos de venta y se asocia al tango que se exporta. No nos sentimos identificados, el tango es algo mucho más grande que esos símbolos, es un medio para expresar las cosas que nos pasan ahora”.
En la misma sintonía, Carlos Quilici sostuvo que hay tangos suyos que tienen letras “atemporales” de amor, pero aclaró que “hoy el paisaje cambia, las maneras de expresarse tienen que ser más próximas, e incluso con humor. Y destacó que “en cuanto a la actitud, los nuevos grupos de tango tienen algo de rock. Hoy un tema como «Azúcar, pimienta y sal» se ve como bizarro, el tango de hoy tiene una necesidad de expresión y de identidad que no se encuentra en otra música, y sí en el rock”.
Por el mismo acorde, fraseó el pianista de La Biaba. “Hay algo de rock dentro de este tango, lo que tiene que ver con el rock es no atarse a nada, de permitirse a estar abierto a otras sonoridades y también por la cuestión autogestiva. Todas las bandas de tango actuales trabajan como bandas de rock, cooperativamente, la dinámica es más de banda que de orquesta”, indicó Querini.
Y remató: “La gente que hizo tango en la década de oro vivió una realidad muy distinta a la nuestra, trabajaban de tocar y de ser músicos. Nosotros sobre todo en las primeras etapas, vamos con las ganas de hacer música, es muy militante, es muy particular de esta generación del tango. Se lo toma como una forma de vida, como una forma de militar en la cultura argentina, y lo bueno es que esta música está viva, tiene un under muy fuerte, y tiene el mismo hambre que en su momento tuvo el rock”.
El cierre, con final de tango, como tenía que ser, lo puso Quilici con “Lavate el aserrín”, hecho junto a Andrés Pierucci: “Dejate de embromar con los Stones/el fax, el celular y la internet,/mejor es navegar con la emoción,/pasásela de taco a ese Bill Gates”.