Una mancha de sangre descolorida sobre una vereda de cemento. Cinco impactos de bala en vidrios y paredes. Tres vainas servidas de una pistola calibre 9 milímetros y una mesa tirada. Eso encontró ayer la policía, a las 14.15, cuando llegó a la cooperativa de pescadores de Frondizi y Nansen, frente al parque Alem y a metros de la desembocadura del arroyo Ludueña en el Paraná. Antes, una llamada al 911 advirtió de una balacera en el lugar y luego, en el Policlínico Eva Perón de Granadero Baigorria moría Luis Alberto Hereñú, de 26 años y oriundo de Villa Gobernador Gálvez, quien ingresó allí con tres balazos, uno fatal en la espalda. Todo indica que el hombre estuvo en la cooperativa y allí fue herido mortalmente en medio de una pelea. El desafió de los investigadores, desde anoche, es asociar el desorden y la sangre de un lugar a orillas del río con la muerte de Hereñú en el hospital.
La cooperativa de pescadores es un gran quincho cubierto y tiene dos espacios muy definidos: en la puerta que da sobre el acceso ribereño se atiende al público; y detrás, un depósito en el que suele haber un par de perros, anzuelos, redes, cañas, un sommier, una mesa y sillas. Es un lugar en medio de un descampado en el cual el movimiento es intenso los fines de semana y de lunes a jueves sólo se ven algunos autos y pocos clientes. En ese marco, anoche la policía no había constatado si la víctima era parte de la cooperativa, de esos pescadores que llevan hasta allí las piezas que sacan del río para ser vendidas.
Mediodía fatal. Todo se alteró alrededor de las 13.30 cuando una serie de disparos taparon el ruido de los autos. Entonces hubo gente que salió del local por atrás y a bordo de varios vehículos: una moto, un Renault Kangoo rojo y un auto alemán: un BMW o un Audi. Eso vieron algunos testigos que no dieron demasiadas precisiones.
También ocasionales transeúntes aseguraron que la moto enfiló por calle Nansen al oeste y el Kangoo dio vueltas por la rotonda, se detuvo un instante y alguien arrojó lo que parecían armas. Inmediatamente, los que iban en el auto de alta gama pararon detrás, levantaron ese bulto y huyeron.
Minutos después, vecinos de Artigas al 300 (a cinco cuadras de la Cooperativa) avisaron a la policía que había una moto Honda XR 300 con tres personas arriba y una de ellas herida. Pero esa llamada no tuvo sentido hasta que llegó el Renault Kangoo y se llevó al herido hasta la puerta del Hospital Alberdi. Allí dejaron a Hereñú, agonizando en la guardia. Debido a la gravedad de las heridas lo trasladaron al Policlínico Eva Perón, lugar al que llegó muerto.
La moto fue encontrada abandonada sobre calle Artigas y lo primero que se constató es que no tenía pedido de secuestro. En tanto, los pesquisas procuraban dar anoche con el dueño del rodado a través del registro de patente.
Todo fue adentro. Por medio de preguntas a testigos la policía pudo reconstruir, sin certezas, la secuencia de lo ocurrido en la cooperativa. En ese sentido, una fuente allegada a la investigación sostuvo que “es posible que se haya realizado una reunión y la balacera fuera el epílogo. Nada indica que hubieran disparado desde afuera. Todo pasó en el depósito, porque el lugar de atención al público es vidriado y no hay impactos ahí. Los vidrios están intactos”.
Cuando los efectivos entraron al local por la pequeña puerta trasera, se percataron que había, a dos metros del ingreso, una mancha de sangre en el piso de cemento. En el exterior del edificio sólo quedaron las huellas de los vehículos.
A la tarde, según fuentes oficiosas, pasó por el lugar una mujer muy conocida en el ambiente del hampa y ligada a una familia de la zona sur rosarina y de Villa Gobernador Gálvez, aunque su interés por lo ocurrido, por ahora no la vincula para nada al hecho de sangre.
La policía encontró también dentro del depósito a un pequeño perro aterrado que, en medio de su desesperación por salir del lugar, casi muerde a un efectivo. Pero es un testigo que no va servir de mucho.