Me pregunto con lágrimas en los ojos: ¿hasta cuándo aguantar los ultrajes, las faltas de respeto, la persecución, vivir con ojos en la espalda sintiendo que la calle tiene dueño y no somos nosotros? ¿Hasta cuándo respetar “territorios”, sentirnos extranjeros en nuestro propio país sin poder movernos con libertad? ¿Justificando la agresión con falta de educación? Especulando y adecuando nuestras vidas, horarios y movimientos para que resulten más “seguros”, negociar nuestras vidas y conformarnos con “gracias a Dios, al menos no me/nos hizo nada”. Resignando nuestra intimidad, temiendo dar cualquier tipo de información a extraños posibles coartadas, empujones, tirones, emboscadas. Tener que negociar una vida la reduce a su clemencia, nos reduce a la categoría de insecto potencialmente aplastado de un instante al otro. Al menos así me sentí yo. No quiero más esto, ni para mí, ni para ninguno de los que amo, ni para ningún habitante honesto y laburante de mi país. ¿Hasta cuándo vamos a esperar? ¿Hasta qué estamos dispuestos a soportar? Unámonos como sociedad, en oración, en meditación, de la manera que cada uno lo crea más efectivo y reclamemos más a nuestros gobernantes. ¡Pongámonos de pie, argentinos! Necesitamos sacar este país adelante, si nadie lo hace por nosotros tendremos que hacerlo entre todos.