“A mí el tema de los chicos me sensibiliza. Yo tuve la posibilidad de que mis viejos me
incentivarán a estudiar y el hecho de que no todos tengan esa oportunidad, me moviliza
mucho”. La frase resuena en la voz de Gisela Wild, una estudiante de ciencia política y
relaciones internacionales en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), que viene trabajando junto
a un grupo de voluntarios para conformar una orquesta social infanto-juvenil en la santafesina
localidad de Ibarlucea.
La iniciativa pone el eje en la música como una posibilidad de modificar
escenarios sociales adversos y es uno de los diecinueve “Proyectos de voluntariado
2008” seleccionados por la Secretaría Nacional de Políticas Universitarias (SPU). Es un
trabajo de extensión, que se propone intervenir en la vida cotidiana de la comunidad para aportar
conocimientos sobre música y enriquecer el desarrollo de los chicos en la escuela.
Los motivos
En la localidad de Ibarlucea, situada a 12 kilómetros de Rosario,
funcionan dos escuelas: una primaria, la otra secundaria. Las familias de clase media trabajadora
se mezclan con las que viven en los countries privados. En general, se conocen entre todos.
“Hay bienestar, hay tranquilidad”, dice Gisela aunque desliza que también hay
situaciones preocupantes en algunas de las zonas más humildes. En el barrio El Espinillo, en donde
ella vive, hay “muchísima” deserción escolar. “Los chicos cuando tienen trece o
catorce años ya empiezan a hacer changas. Los varones se ocupan más de la construcción y las chicas
del cuidado de niños o ancianos. Yo veo que entre la generación de los papás y de los hijos no hay
un ascenso”, relata. La actividad económica en ese barrio, que se ubica tras las vías del
ferrocarril, es esencialmente el trabajo doméstico en los countries y el empleo público dentro de
la comuna.
“La mamá de una chica, que tiene muchos hermanitos, me contaba que
la llamaron de la escuela porque la nena tiene muchas faltas a gimnasia. Claro, esa clase es a la
tarde y ella a esa hora trabaja cuidando a una chiquita”. A las faltas progresivas, se suman
muchos casos de embarazos adolescentes de jóvenes que a los quince ya tienen su primer bebé.
En ese escenario surgió la idea de organizar una orquesta juvenil que,
en una primera etapa, está pensada para unos 35 chicos de entre 6 y 14 años. En el corto plazo, la
idea es compartir una experiencia colectiva. “La música es absolutamente integradora, no hay
ahí ricos o pobres, son todos músicos. Sólo están en juego las capacidades de los chicos”,
señala Gisela. A mediano plazo, la meta es disminuir la deserción escolar y a futuro, brindar
mejores oportunidades de inserción laboral y generar una orquesta que se pueda autogestionar.
La SPU ya dio el visto bueno a este proyecto, sólo falta que la Nación
envíe los fondos antes de fin de año para que la orquesta pueda empezar a sonar. En total son once
los voluntarios que forman el primer eslabón de esta iniciativa. Se trata de estudiantes de las
carreras de antropología, ciencia política y relaciones internacionales, psicología y letras, que
ya cuentan con antecedentes en trabajo barrial. Empapados en esa lógica, los profesores enseñarán a
los chicos a tocar los instrumentos como cello, violín, viola, flauta traversa y clarinete. El
último eslabón de la cadena aspira a convertir el proyecto en autogestionado.
En principio, la orquesta va a funcionar en la Cooperativa Eléctrica de
Ibarlucea, un lugar estratégico porque se emplaza en el centro del pueblo y es de fácil acceso para
los habitantes. Gisela remarca que la Comuna, el centro de salud y las escuelas también se
mostraron predispuestos a apoyar la idea.
A pesar de la buena voluntad y del subsidio que debe llegar, Gisela
asegura que ésta es una iniciativa costosa. Las empresas o particulares interesados en colaborar
con la Orquesta, pueden contactarse al email: [email protected]. “Cuánto más
instrumentos, más chicos”, resume Gisela sobre el final, anhelando que eso mismo se traduzca
en más oportunidades.