Peshawar, Pakistán. — Un atacante suicida hizo estallar un coche bomba cerca
de un vehículo del ejército paquistaní en un mercado repleto de civiles, matando al menos 41
personas. Fue el cuarto ataque de los extremistas talibanes en una semana, lo que terminó de
desmentir la versión oficial de Pakistán, de que el Talibán está cercado y en retirada. El domingo,
EEUU y Gran Bretaña debieron decir públicamente que no temen que Pakistán caiga en manos del
Talibán y sus aliados de Al Qaeda. Pakistán mantiene un arsenal nuclear, además de tener uno de los
ejércitos más poderosos de Asia.
La explosión de ayer ocurrió en un mercado del distrito noroccidental de
Shangla. El ataque mató a 41 personas, incluyendo a seis elementos de seguridad, e hirió a 45
individuos más, agregó una fuente gubernamental.
Frontera caliente. Aunque aún el Talibán no se adjudicó el atentado, todos descuentan que fue el
autor del ataque, que ocurre poco antes de una anunciada ofensiva militar contra el bastión
principal de Al Qaeda y el Talibán en Waziristán del Sur, sobre la frontera de Pakistán con
Afganistán. La guerra en Afganistán está íntimamente ligada con el conflicto en Pakistán, desde el
momento que sus protagonistas —el Talibán y Al Qaeda— son los mismos y se mueven entre
los dos países.
“Tales ataques no detendrán nuestra ofensiva contra los extremistas”, advirtió una
fuente provincial paquistaní. “Continuaremos nuestra lucha hasta la muerte del último
terrorista”, agregó. Shangla está al oriente del valle del Swat, que ha sido el centro de una
intensa ofensiva militar contra el Talibán. El ejército asegura que ha eliminado a los insurgentes
en gran parte del valle, pero el ataque de ayer demostró la capacidad de los radicales islámicos de
atacar donde deseen. Muchos elementos del Talibán se han infiltrado en las áreas rurales y
distritos vecinos del Swat.
Entretanto, el Talibán se atribuyó la responsabilidad del osado ataque del fin de semana contra
el fortificado cuartel general del ejército en Rawalpindi. El asalto al cuartel del ejército, que
dejó 23 muertos, fue sólo el más impactante de una oleada de ataques para vengar la muerte del jefe
talibán en Pakistán, Baitulá Mehsud, advirtió el vocero del grupo Azam Tariq. Mehsud fue eliminado
por la CIA en agosto pasado con un misil. “Este es nuestro primer, pequeño esfuerzo y un
regalo para los gobiernos paquistaní y estadounidense”, dijo el portavoz, quien llamó por
teléfono a la Associated Press.
Nadie asumió hasta el momento el baño de sangre en Shangla, pero las autoridades descuentan que
se trata nuevamente de los talibanes. El ataque de Shangla es la cuarta acción terrorista de
grandes dimensiones en menos de una semana: en la capital, Islamabad, el lunes pasado un atacante
suicida arrastró a la muerte a cinco empleados del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.
Cuatro días después murieron más de 50 personas en otro atentado suicida en la poblada ciudad
norooccidental paquistaní de Peshawar. El sábado, llegó el más grave de la serie, el ataque comando
en la sede militar de Rawalpindi.
Pese a que el ex jefe de los servicios secretos Ashraf Javed Qazi destacó que los insurgentes
estaban “cercados y acorralados” y que el ataque en Rawalpindi no fue más que un
“desesperado intento” de contrarrestar la presión militar, lo cierto es a los
paquistaníes les impactó que la insurgencia lograra avanzar hasta el corazón del poderoso aparato
de seguridad de Pakistán. “Si nuestros soldados no pueden protegerse a sí mismos, ¿cómo nos
quieren defender a nosotros?”, se preguntaba un habitante de Rawalpindi.
En el exterior, el ataque despertó preguntas sobre la seguridad de las armas atómicas
paquistaníes. Si ni siquiera el cuartel general de las fuerzas armadas es seguro, ¿qué ocurre con
las armas nucleares?
Hillary, preocupada. Horas antes del atentado en Shangla, la secretaria de Estado
norteamericana, Hillary Clinton, había dicho en Londres que el asedio del Talibán al cuartel
general del ejército en Rawalpindi demostró que los extremistas son una amenaza creciente, pero
matizó agregando que no hay riesgo de que se apoderen del país y de su arsenal de armas atómicas.
Este este un temor persistente en el conflicto afgano-paquistaní.
Clinton, desde Londres, la segunda etapa de una gira por Europa y Rusia, se unió al canciller
británico David Miliband, y dijo que no hay nada que sugiera que las armas nucleares de Pakistán
pudieran caer en manos terroristas, a pesar del audaz ataque del Talibán en Rawalpindi. Clinton
dijo que los extremistas islámicos están “amenazando cada vez más la autoridad del Estado,
pero no vemos evidencia de que vayan a asumir el control del Estado. Tenemos confianza en el
gobierno paquistaní y en el control de ejército sobre las armas nucleares”. En conferencia de
prensa conjunta, Miliband agregó que aunque Pakistán enfrenta una “amenaza mortal” de
los extremistas islámicos, no existe riesgo para sus armas nucleares. Incluso criticó a quienes
sugieren ese riesgo. “Creo que es muy importante que no se permita que los comentarios
alarmistas ganen fuerza”, afirmó.