En el tándem de lanzamientos de la editorial rosarina, el libro de cuentos de la periodista Laura Vilche está en la cresta de la ola. Cuentos rayados, con dibujos de Miguel Mazza, fue récord de ventas en la previa del Día de las Infancias y va camino a consagrarse como best seller local. De a poco lectores y lectoras de todas las edades fueron llenando las redes sociales con fotos luciendo sus ejemplares. En la contratapa del libro se advierte que estos relatos no regalan moralejas ni van en busca de niños buenos, incluso aparecen algunas palabrotas, y hasta recupera vocablos y expresiones que están fuera de uso. Apenas fue publicado el libro, la autora empezó a hacerse eco de las lecturas que hicieron niños y niñas de todas partes de la ciudad. “No recibí quejas, pero sí observaciones dispares. Por ejemplo, dos hermanas, Bianca de nueve años y Lara de doce, me hicieron una devolución interesante, a través de su padre, un amigo mío. La menor se rió, en cambio la mayor dijo que no le parecía que yo debía usar ese lenguaje con los niños. Lo interesante es que ella es una niña, pero habla de ellos en tercera persona, como si estas palabras le fueran ajenas”. En este sentido, Vilche reflexionó: “Las malas palabras no son para mí una sobreactuación, soy muy mal hablada y las uso frecuentemente, también en mis cuentos. Algunas me gustan mucho por su sonoridad y ocurrencia, otras no me gustan nada. Creo que son muy criticadas en ámbitos donde supuestamente no entran. ¡Qué ingenuidad! Yo sugeriría no esconderlas, hablar de ellas, interpelarlas, indagar cuáles se usaban en épocas de nuestros padres y de nuestros abuelos”, expuso la periodista y ex maestra de grado.
“Ya Cervantes usó hijo de puta, el insulto castellano por antonomasia, en el Quijote. Leer y analizar por qué lo usó, en qué momento, en qué tono me parece que es el desafío. Y si aun así siguen escandalizando palabrotas como «culo» o «caca»: escuchen la exposición del Negro Fontanarrosa, que en la cara y en la cancha de los señores de la Real Academia, en el Congreso de la Lengua en Rosario, dio una clase magistral sobre las malas palabras a risotadas limpias”, explicó.
Hasta el momento Vilche sólo había publicado en 2019 "Gato enojado no caza ratones", el cuento que abrió la colección Tarumba, del mismo sello. Con Cuentos rayados la periodista se zambulló por entero en las aguas del género. Además de escritora, es una militante de la lectura. “Desde hace años acostumbro a regalarles a mis amigos, cuando se enteran de que van a ser padres, un libro para sus hijos: para que comiencen a armarle la biblioteca. Así como se les regala ropa y juguetes, les regalo un libro”.
Por último, la creadora de personajes como Caca, Coco y Culo, tres ratoncitos asquerosos, opinó sobre la presunta rivalidad entre el libro y las nuevas tecnologías: “Creo que es una batalla desacertada. Los cuentos orales temieron desaparecer frente a la imprenta, los libros temieron frente a la masividad de la radio y la televisión; la tele, frente a la computación... En los medios igual, se viene hablando del fin del papel hace tiempo y no dudo de que algún soporte gana frente a otros, pero creo que a las buenas historias no hay con qué darles”. Por último, enfatizó: “Lo bueno es que todos y todas, de cualquier sector social, podamos acceder a la lectura de lo que nos gusta y en el formato que sea. Y que los gobiernos ayuden para que esto sea posible”.
Ni corrección ni sensiblería
Para Laura Vilche, la literatura infantil es un amor de toda la vida. “Me gustan los cuentos que juegan con el absurdo, lo incómodo y la musicalidad de las palabras: los de María Elena Walsh, los de Emma Wolf, los de Ricardo Mariño... Me gustan los del brasileño Ziraldo, por su simpleza y ternura. De los clásicos, Alicia en el País de las Maravillas, Cenicienta, Pinocho; los de Andersen, mucho: La princesa y el garbanzo, absurdamente encantador. En cambio, advierte “No me gustan los sensibleros, los del autor que busca contar su infancia como una pérdida que todos deberíamos lamentar y que buscan la corrección de los niños”, aclaró.