Provocadora, dura, intimista, juguetona y muy sexy, a sus 50 primaveras, una Madonna con mil caras
y en plenas facultades se mostró ayer en Cardiff más joven que nunca para dejar boquiabiertos a los
miles de incondicionales que se rindieron al arranque sobresaliente del "Sticky & Sweet Tour",
la gira mundial de la indiscutible soberana del pop.
Madonna aún no ha encontrado sustituta y así lo dejó claro la estrella estadounidense. La
diva ya no recurre a la pornografía; no finge que se masturba en el escenario ni provoca al clero.
La cantante exhibe ahora su yo más atlético: salta la soga, se retuerce con movimientos imposibles
o se convierte en boxeadora.
Con meneos vertiginosos al ritmo del techno-pop, del piano, del violín o de lo que se le
interponga y con un sinfín de modelitos que se ciñen al dedo al palmito de la artista, la
escenografía y la coreografía de la cantante quitaron el aliento en el Millenium Stadium. A lo
grande. Al más puro estilo Madonna.
No hay duda de que medio siglo y tres hijos no han conseguido minar ni una pizca del derroche
inagotable de energía que desprende la norteamericana.
Con un físico envidiable, que ha logrado a base de interminables sesiones de gimnasia y yoga,
el huracán Madonna dejó la piel de gallina durante las dos horas electrizantes de concierto en el
Estadio del Milenio.
Llegó más de media hora tarde, pero su público se lo perdona todo. La gira arrancó con el
tema "Candy Shop", del último álbum, "Hard Candy", que contó con un preámbulo audiovisual muy al
gusto de su majestad: varias pantallas superpuestas en forma de cubo, juegos digitales plagados de
"golosinas" eléctricas; y una Madonna que se calzó unas imponentes botas negras para lucirse con
clara estética dominatrix. Aquí, su cara juguetona y dura.
Siempre acompañada por una escolta de bailarines acrobáticos, le tocó el turno a "Beat Goes
On", con la presencia virtual en las pantallas de fondo de Pharrell William y para seguir abriendo
boca, no faltó tampoco la Madonna más decadente: la que se paseaba montada en un lustroso
descapotable blanco, coreada por el rapero Kayne West (que la acompañó virtualmente).
Con "Human Nature", Madonna proyectó el vídeo musical grabado con su amiga Britney Spears,
quien pierde los nervios encerrada en un ascensor, ataviada con una sudadera negra.
Hasta entonces, la artista calentaba el ambiente.
Con un público variado en el que abundaban los sombreros de vaquero rosa, grupos de
treintañeras y su legión de incondicionales gay, desató el frenesí con un guiño a los 90' con
"Vogue" precedido del "tic tac" que salpica a "4 Minutes".
Un remix de "Die Antother Die", con imágenes de una Madonna atleta, boxeadora, dieron paso
entonces a la segunda parte del espectáculo .Con "Old School", el nombre de este acto, no dejó de
sorprender. Se puso a saltar la soga con sus bailarines y se contoneó a ritmo del clásico " Into
The Groove" con movimientos de "pole dancing". Eso sí, con nuevo cambio de imagen y enmarcada en
"cartoons" en movimiento. En este momento, la Ciccone se dirigió a su público: "¿Tenes algo que
decir? Necesito vuestro apoyo. ¿Estáis listos?".
Le siguieron nuevas canciones como " Heartbeat" y "Borderline" en las que desgarró acordes
con una guitarra eléctrica de un fucsia potente y desde unos minúsculos shorts rojos de gimnasio-;
también interpretó otro nuevo single, She's Not Me, que bailó con movimientos casi contorsionistas
frente a una serie de fotografías suyas de hace una década. Cerró el set, eso sí, con otro single
conocido: el bailantero "Music".
La Madonna gitana se dejó ver en la tercera parte del espectáculo, en la que la diva no salió
con un flamenco, pero casi. Tras una melódica interpretación de "Devil Wouldn't Recognize", la
Madonna más española cantó "Spanish Lesson" vistiendo a sus chicos de monjes. Todo para no
defraudar a los miles de congregados.
Desplegó su faceta más nómada con "Miles Away" rindiendo tributo a la vida de los gitanos y
recorriendo en imágenes la geografía mundial pasando por India, Madrid, Moscú...Convirtió el
escenario en toda una verbena con la "La Isla Bonita", ayudada de tres músicos rumanos. Aunque esta
vez, trató de una versión mucho más "gipsy" del conocidísimo tema, con violines, guitarra española
y toques balcánicos en la que también llegó a soltar algún "ándele" mexicano a ritmo de palmas.
Ese fue el apartado más folklórico del show que concluyó con la Madonna más tierna y
vulnerable, la que buscó su cara más baladista rodeada de velas con " You Must Love Me".
Por si alguien se atreviera a insinuar que la "reina del pop" no innova, la recta final del
concierto varió de temática dando paso a un fuerte sabor futurista y marcada influencia japonesa.
Siempre, claro, ante el embeleso de sus fieles.
Desde luego, ni asomo de la Madonna caduca que pintan algunas lenguas viperinas, las que
critican a la cantante que potencia con insistencia su lado más sexy "a su edad".
No faltaron, claro, las imágenes recurrentes que tiende a usar la norteamericana y con las
que se empeña en concienciar al planeta con fragmentos de países en conflicto, de niños soldado, de
políticos. Su lado más comprometido que finiquitó con la imagen del candidato demócrata a las
elecciones estadounidenses: Barak Obama.
En el Millenium Stadium retumbó por enésima vez el repetitivo "tic tac" de "4 Minutes", el
famoso tema que canta junto con Justin Timberlake -hoy sólo acompañando desde las imágenes de un
vídeo- y con él, Madonna puso la guinda a estas dos horas de frenesí pop sin olvidarse del guiño
nostálgico en "Like A Prayer" y "Ray Of Light", donde estuvo más comunicativa.
La versión rock de la discotequera "Hung Up" (del álbum anterior, Confessions On a
Dancefloor) y el club tecnho en el que la artista convirtió el escenario para dar rienda suelta a
"Give It 2 Me" despidieron el show.
Un enorme "Game Over" puso punto y final al despliegue de estas mil Madonnas.
Por ahora, los argentinos tendrán que esperar hasta el 6 de diciembre para poder ver esto
mismo en vivo en el Estadio de River Plate .