—¿Al componer a la hija de un presidente te inspiraste en alguna hija en especial, como Zulemita Menem por ejemplo?
Por Pedro Squillaci
—¿Al componer a la hija de un presidente te inspiraste en alguna hija en especial, como Zulemita Menem por ejemplo?
—Ah, no, cero Zulemita (risas). No me inspiré en ninguna en especial, pero hice un pantallazo en todas las hijas de presidentes que conocemos, como las de Obama, por ejemplo, porque son como parte de las campañas políticas.
—¿Y sentiste presión extra por si te llegaban a comparar con alguna hija del presidente Macri?
—Las hijas de nuestro actual presidente la única que conocemos es a la chiquitita (Antonia), porque a la otra no la conocemos, es como Marina blanco, que no quiere participar de la exposición de la política. Pero yo no le conozco ni la cara y respeto esa postura, porque ¿qué hacer con ese poder heredado que no querés? No debe ser fácil ser hija de un presidente, me imagino, debés tener beneficios pero también algunas desventajas complejas. A Marina la pensé como alguien que trata de vivir su vida independientemente de la condición de ser la hija de un presidente.
—Muchos pensaban que harías de la esposa de Darín, no de la hija.
—De hecho era uno de mis desafíos parecer que Marina fuera más joven que yo. Ricardo estaría contento si se entera que yo sería su mujer porque está indignado que yo haga de la hija, aunque por edad y por tiempo da. Ahí nomás pero da (risas).
—¿Fue una exigencia en lo interpretativo componer este personaje?
—Fue un desafío y quizá sea uno de los últimos personajes que me van a tocar de hacer de una joven hija de alguien (risas). Pero bueno, por eso tenía que aprovecharlo, que en este caso es una hija conflictiva. De hecho más que nada me concentré en la emocionalidad del personaje, ya que ella llega a la película en un estado de vulnerabilidad y fragilidad particular. Es más, cuando tuve que actuar las escenas más relajadas, como la de la confitería o el auto, me costaba más porque estaba muy conectada con el conflicto del personaje. En la escena del bar, cuando estoy hablando con Ricardo, la hicimos 26 veces. De verdad, me acuerdo del número, fueron 26 tomas, porque era hacer a Marina más tranquila y me costaba.
—En "La patota" fuiste la mujer violada, en "Nieve negra" eras una enferma psiquiátrica y ahora sos un personaje más que especial, que es preferible no adelantar detalles. ¿Te buscan para personajes sufridos?
—Siento que no le puedo escapar a la intensidad de los personajes y eso lo aprovecho. Aunque no todos son así, últimamente los que estoy haciendo son muy intensos en todo sentido, igual se viene la comedia (ver aparte). Acá, en "La cordillera", mi personaje es la que dice todo lo que nadie quiere decir y le pone nombre a la que nadie nombra, es la que viene a irrumpir con este esquema ordenado de las esferas del poder.
—¿"La cordillera" es la típica película que te invita a seguir pensándola a la salida del cine?
—Una de las cosas que admiro de Santiago (Mitre) como cineasta es que sus películas no son para nada masticadas, no es un cine que vas a tu casa y te olvidás a los cinco minutos. Salís de la película con mil interrogantes y preguntas, y a mí me gusta ese cine que te moviliza y te cambia la estructura de pensamiento en algún sentido o te enseña algo, o ese tipo de cine que vas con tus amigos o tu pareja y charlás porque tenés necesidad de discutir los distintos pareceres.
—Con "La patota" recibiste más premios internacionales que en toda tu carrera ¿Fue un punto de inflexión para vos como actriz?
—Creo que nada es por nada, todo es por algo. Es cierto que "La patota" fue una película bisagra en mi vida, pero no sólo por los premios internacionales, sino porque fue de una demanda enorme como actriz, un desafío real de concentración, por su demanda emocional, el debate interno, el aprendizaje. Le tengo mucho cariño a esa película, ya que además aprendí muchísimo sobre conciencia social, derechos humanos y el feminismo, que hoy son herramientas que me sirven hasta para educar a mis hijos.
—¿Más allá de tu experiencia como actriz siempre hay que demostrar que uno está a la altura de los grandes desafíos?
—No me interesa demostrar nada nunca, obvio que tenés que salir a abrirte y a hacer la promoción con cada proyecto que querés y que hacés y ahí sí expongo mis pensamientos. No me resguardo ni nada, pero no ando por la vida todo el tiempo sacando todo porque si no te vaciás.
—¿Cuando arrancaste sentiste la exigencia de que te vean como mucho más que una cara bonita?
—No desde el ojo externo, sí desde mi propia búsqueda. Empecé a los 17, no sabía actuar y la pasaba pésimo. Estaba muy insegura con mis capacidades, no tenía herramientas hasta que empecé a estudiar teatro y cada vez me siento más segura. Es una búsqueda personal que no termina nunca, pero no tiene que ver con el otro, tiene que ver conmigo. Uno es el peor enemigo de uno mismo (risas).
Amigas y hermanas
Dolores Fonzi tiene otro estreno este año. Aunque es una producción más pequeña, la actriz tiene muchas expectativas porque es un cambio de género que estaba necesitando. "El futuro que viene", de Constanza Novick, se estrena el 12 de octubre, y así adelantó su trama a Escenario: "Tiene algo de comedia pero tampoco es tan comedia. Es la historia de dos amigas, que interpretamos junto a Pilar Gamboa, y la historia es desde que tienen 12 años, después de los 20 y después de los 30 y pico, donde de repente te amás y te odiás, que te podés decir cualquier cosa y podés volver y seguis siendo una hermana".
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