Para Coti la espera es el tránsito a un estadío superador. Aunque en el medio haya que pelearla y a veces sufrir, siempre habrá un acorde que aguardará para acariciar los oídos. “Qué esperás” es el título del nuevo disco de Coti Sorokin, quien hoy, a las 21.30, lo presentará en el Auditorio Fundación, mientras espera que su tema “Tu gloria” gane como canción del año en los Premios Gardel. “Se puede resignificar la espera no como un acto pasivo, sino activo, de pensamiento, de reflexión, de lucha contra ansiedades, contra miedos, contra el tiempo”, dijo Coti a Escenario.
Sus canciones no esperaron a sonar en un escenario, querían salir a tomar aire. Como una forma de promocionar su trabajo, Coti tocó el miércoles en el subte porteño, y de paso mostró su nueva banda, la misma que llegará hoy a Rosario, con Nicolás Ottavianelli (de Turf) en teclados y coros; Gabriel Pedernera (de Eruca Sativa) en la batería; Luna Sujatovich, en teclados, coros, percusión y dirección de cuerdas: Matías Damato, en bajo; y Dizzy Espeche (Fito Páez) y Nico Nieto, en guitarras.
Antes de hacer base en la ciudad donde nació, Coti reflexionó con este diario sobre las distintas interpretaciones del título de su disco.
—Yo se lo digo a quien tenga el disco en la mano y a quien se ponga a escucharlo. Es un diálogo con el oyente, con aquella persona que se movilice a escuchar el disco o alguna canción. Es como ese diálogo que uno intenta establecer con alguien que te escucha, y digo diálogo porque la canción es un género abierto que permite interpretaciones, movilizaciones, diferentes cargas emocionales del oyente.
—¿La canción se resignifica con la visión del oyente?
—Absolutamente, y “Qué esperás” es una movilización hacia eso, no sólo no voy a darte algo premasticado, sino voy a darte algo que te genere dudas, que te genere preguntas. En cada canción, en cada letra uno va por ahí, en cada frase uno va dando un mundo que se termina de cerrar con las ideas, interpretaciones y las historias de cada uno.
—¿Qué significa la espera para vos, disco a disco, año a año, cuando estás construyendo tu carrera?
—Digamos que la espera es como una lucha, hay una canción que se llama “Pequeña lucha” y que habla precisamente de eso: la espera es como una lucha interna. Se puede resignificar la espera no como un acto pasivo, sino activo, de pensamiento, de reflexión, de lucha contra ansiedades, contra miedos, contra el tiempo.
—Tanto en ese tema como en “El privilegio de los corazones rotos” te referís a la espera del amor y el desencuentro amoroso. ¿Por qué?
—Sí, aparece el amor porque es un idioma poético universal, es la moneda corriente de la canción popular, es lo que motiva en gran parte a los compositores a expresarse y a expresar diferentes maneras de amor. Hay géneros enteros basados en experiencias o momentos amorosos, el tango, por ejemplo, sin ir más lejos. En ese sentido mis letras son muy tangueras, tienen cierta connotación discepoliana, aunque no queda bien que yo lo diga (risas).
—En la canción que da título al disco decís que “es mejor olvidarnos del dolor”. ¿Cuando uno está más herido, en carne viva, es cuando mejor compone?
—Bueno, hay una cierta exacerbación de la sensibilidad que te puede ayudar a ser crudo o a ser directo a la hora de decir cosas, hay algo de eso. De todas maneras, creo que un autor compone desde diferentes estados de ánimo y construye cosas distintas y llega a objetivos distintos. No creo que haya que estar desengañado para escribir buenas canciones, es un poco un mito popular que no comparto mucho, que tiene que ver más con el compositor amateur que con el compositor de sangre.
—¿Me podés ampliar esa idea?
—Claro, los compositores podemos generar atmósferas creándolas y no necesariamente reflejando algo que estamos viviendo. Yo escuchaba mucho a Vinicius de Moraes y ahora estoy leyendo mucho sobre él, y evidentemente tenés que vivir experiencias de todo tipo, eso te nutre para la vida, no sólo para escribir, y será más nutrida la vida de quien la vive para afuera de quien la vive hacia adentro, ¿no?
—”Tu gloria”, que es candidato a ganar un Premio Gardel por mejor canción, se lo dedicás a un músico en especial o a la fama en general, por momentos parece una canción de barricada,
—(Risas) No, lo que pasa es que la dualidad que tiene es para eso, para que tenga diferentes interpretaciones. No me gusta encorsetar la canción, lo hice para que se interprete como decís, para uno mismo, para alguien que puede no ser tu pareja o para una pareja. Está bueno que tenga varias interpretaciones, porque fue escrita con esa dualidad, y si te digo realmente cuál es la historia real estoy encorsetándola y le estoy quitando la libertad del que lo escucha, quiero que cada uno le dé su propia carga.
—¿Te sentiste alguna vez en la gloria?
—No, no, la verdad es que no, no sé por qué, no me pasó, siempre sentía que había algo por hacer. Mi obsesión pasa más por una cuestión personal de conseguir algo en los discos, o en las canciones, o en los pequeños momentos donde estoy escribiendo o componiendo. La gloria la siento justamente en esos momentos, que es cuando consigo escribir algo que realmente me gusta, me emociona y siento que está redondo. Esos son los grandes momentos de gloria, tienen más que ver con eso que con estar tocando en un estadio para 50 mil personas o haber ganado un Grammy. Está vinculado con haber conseguido algo que hasta hace un rato no existía y que soy el responsable de haber hecho esa melodía o esa letra.
—¿En cuanto a tus fans, sabés que muchos de ellos esperan este momento de reencontrarse con su ídolo y corear aquellos hits inolvidables?
—Sí, y también hay mucha gente que espera que yo toque el disco nuevo. O sea, es muy variada la espera de cada uno y es muy difícil contentar a todo el mundo, pero siempre hay que buscar un promedio. Hay canciones que son muy populares porque generan un momento lindo. Una vez lo escuché a Caetano Veloso decir «hay canciones que adoro desde que las escribí y hay otras canciones que el mismo público me las hizo adorar». Eso fue por haberlas adoptado como propias y haberlas resignificado en cada gira, y eso es una verdad absoluta. El público te hace adorar canciones que por ahí estás harto de cantarlas pero que ellos te la resignifican y te hacen quererlas mucho más de lo que vos pensás que se merecen. Y sin embargo están ahí, y ya son parte del cancionero popular.