Una multitud estimada en unas diez mil personas acompañó la despedida de Joaquín Sabina de los escenarios de Argentina. La cita rosarina, último eslabón de la gira “Contra todo pronóstico”, tuvo lugar en la fresca noche de este miércoles en el autódromo de la ciudad.
El clima de despedida que implicaba este show de Sabina potenció la respuesta y el afecto de sus miles de seguidores. En la previa, mientras el público iba ocupando sus butacas, mostró sus canciones la rosarina Julieta Sciasci, una de las integrantes del grupo local Música para Volar.
El cantante nacido en Ubeda ingresó a escena muy sonriente, elevando su sombrero bombín a modo de saludo a la multitud. Lentamente, se sentó y e hizo sonar en su guitarra los primeros acordes de “Cuando era más joven”, la canción con la que inició un emotivo show de dos horas.
“Buenas noches, Rosario!”, dijo en el saludo. “Siento mucho que haya este viento y este frío del carajo. Esta noche es la despedida y estoy contento de que sea en Rosario. Vamos a consolarnos entre todos, vale?”, propuso en su primer mensaje.
La puesta visual en pantalla incluyó dibujos, animaciones, pinturas y fotos. Antes de la autobiográfica “Sintiéndolo mucho”, relató un breve soneto que fue acompañado por una imagen de sus tiempos de juventud.
Las cuerdas vocales de Sabina han atravesado diferentes etapas y circunstancias. En este tramo final de su carrera, al menos de sus presentaciones en vivo, para sostener las interpretaciones resulta fundamental la labor de los músicos y el apoyo vocal de Mara Barros en los duetos.
Sabina se conmovió con el texto de “Lo niego todo”, aceleró el ritmo en la contundente “Mentiras piadosas” y construyó el clima introspectivo que ameritaba “Lágrimas de mármol”.
Lanzó guiños a Rosario durante toda la noche. “Para mí la Argentina no es sólo Buenos Aires. Hay un lugarcito en mi corazoncito para Rosario”, dijo al recordar sus encuentros con Juan Carlos Baglietto y Fito Páez. También nombró luego a Fontanarrosa, al Che, a Olmedo y a Messi, recibiendo una ovación de agradecimiento y complicidad.
En el gigantesco autódromo costó crear climas. Al público, fiel e incondicional, no le importó el estado de su garganta, lo único importante era verlo en esta, su última visita y el último concierto.
El público acompañó y lo ayudó a cantar “Con la frente marchita”, la más porteña de sus letras. Se tomó unos minutos para explayarse en la dedicatoria de “Por el bulevar de los sueños rotos”. “Para una enorme artista que fue muy amiga mía”, dijo refiriéndose a Chavela Vargas. “No es para llorar su muerte, sino para celebrar su vida”, agregó. Hasta ahí había cantado sentado, se paró para el dúo con Barros y en el final del tema lanzó al cielo un “Chavelita guapa!”.
“Esta que viene ahora huele mucho a Rosario, a ver si adivinan por qué”, anunció. Fue el momento del rescate de “Llueve sobre mojado”, obra incluída en el disco compartido con Fito Páez. En esta versión, el guitarrista Jaime Asúa ejecutó las partes vocales del pianista rosarino.
Siempre generoso, presentó a los integrantes del grupo con definiciones y elogios a cada uno y les cedió la escena. “Para demostrar lo dicho, me voy a ir un poquito, lo que dure un cigarrillo”, dijo. En ese tramo, Mara Barros, seductora y afinada, se destacó con su interpretación de “Yo quiero ser una chica Almodóvar”y Antonio García de Diego se lució con “La canción más hermosa del mundo”, en la cual Joaquín reingresó y cantó los últimos versos.
Sabina se volvió a emocionar con la recepción de “Tan joven y tan viejo”, recitó otro soneto y, relajado y reflexivo, cantó “Una canción para Magdalena”, a dúo con Barros. La que más acompañó el público fue “19 días y 500 noches”, canción de una época superlativa en creatividad y popularidad.
Luego de “Peces de ciudad”, convocó al frente a Mara para hacer “algo de nuestra tierra”. Con la impronta y el estilo de los cantaores flamencos cantaron juntos “Y sin embargo”. El público se encendió al acercarse el final donde sonó “Princesa”. “No creáis que llevar sombrero es coquetería, no, sólo es para quitármelo ante ustedes”, dijo agradecido por las ovaciones.
Volvió a salir de escena y regresó con cambio de vestuario para los bises. “Contigo”, “Noches de boda”, “Y nos dieron las diez” y “Pastillas para no soñar”, fueron las elegidas para el cierre. “Nunca nos olvidaremos de estos conciertos en Buenos Aires, Córdoba y Rosario”, expresó conmovido por el afecto recibido.
“Hasta siempre”, saludó en el final, con todo el equipo sosteniendo una bandera argentina. La histórica última gira de Joaquín Sabina por Argentina tuvo final en Rosario, un sitio que lo tendrá permanentemente dentro de sus afectos más profundos, por su obra y porque se fue dejando el alma en dos horas de un concierto inolvidable e irrepetible.