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Nina tiene 24 años y es la hija de Rosario Bléfari y Fabio Suárez. Los datos biográficos no son caprichosos ni faranduleros: en la música de la artista, hay algo eminentemente Bléfari. Cierto color de voz, cierta forma de enunciación, cierta sensibilidad en las letras. Algo que se presenta completamente orgánico, quizás una forma de herencia. A la vez, con este segundo disco, Suárez consolida un sonido propio, una sonoridad identificable, genuina, potente. Sus canciones se destacan, entre otras cosas, por una convivencia entre esa urgencia propia de la juventud y una especie de nostalgia luminosa.
Antes de su llegada a la ciudad, Nina dialogó por primera vez con La Capital y habló del proceso del disco y de su vínculo con Rosario.
- ¿Cómo estás viviendo este momento en el que el disco ya lleva unos meses estrenado?
Con mucha alegría porque toda la etapa previa a que salga el disco es muy mental, de imaginar cómo va a ser. Y finalmente, poder hacer lo que uno hace que es tocar, es bastante liberador. Mismo antes de grabar, la etapa de estar en mi casa haciendo las maquetas es muy personal e íntima. Así que lo de ahora lo estoy re disfrutando. Estamos cerrando un montón de fechas para lo que queda del año, así que poder tocar las canciones y que la gente sepa de qué se tratan, que las puedan escuchar, es hermoso. Además, es muy divertido porque estamos tocando en formato power trío, y puedo hacer todas las guitarras. Eso a la vez me obliga a mejorar, que es algo que me gusta también. También surge este formato acústico, que es como voy a ir a Rosario, que está buenísimo porque se genera un diálogo entre un show y otro.
- ¿Le encontrás nuevos colores a las canciones en el cambio de formato?
Sí, recontra. De hecho, me pasa con algunos temas que me doy cuenta que son bastante rapeados, como “Tiburón”, o “Batalla naval” del disco anterior. Antes de que saliera el disco, con “Tiburón” hasta tenía dudas incluso de si la iba a dejar o no. Pero ahora mucha gente dice que le gusta. En vivo me doy cuenta que la disfruto porque siento que es un rap, que no es tan cantada. Ahí le encontré otro sentido, siento que es como un descargo.
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- Has contado que las canciones del disco nuevo las escribiste hace muchos años. ¿Qué te pasa con tocarlas ahora? ¿Se actualizan en vos de alguna manera?
Es muy rara la percepción del tiempo. Estamos armando fechas y ya pensamos en el año que viene porque es como si el año ya se hubiera terminado de alguna manera, porque están cerrados los calendarios de fechas. Eso es raro. Ni hablar con las canciones. Muchas tienen dos o tres años, y las más viejas, más. Y de repente, para el mundo existen hace dos meses. Se arma algo loco ahí pero me gusta, me permite jugar con la idea de que el tiempo no sea lineal. A veces es un poco extraño para mi cabeza, pero también es muy disfrutable porque te permite viajar en la nostalgia, ir y venir entre diferentes sentimientos, evocar cosas que te pasaron. Está bueno poder conectar con eso. A veces me abruma, pero por lo general me gusta mucho.
- Hiciste este segundo disco con el mismo equipo con el que trabajaste en “Algo para decirte” en 2023. ¿Cómo fue ese proceso?
Fuimos el mismo equipo exacto que hizo el primer disco así que crecimos juntos. Pipe (Felipe) Quintans, que es mi productor, es un capo. Hace discos hace un montón y es un genio, pero uno siempre aprende de los grupos humanos en los que está. Al haber grabado otro disco juntos antes, yo tomé muchos consejos que él me dio en esa primera experiencia. Uno fue preproducir más en mi casa, tratar de llegar a grabar con lo máximo avanzado. Le hice caso y estuve un año y medio en mi casa maquetando los temas, pensando qué guitarras exactas quiero que estén en cada lado. Entonces, de mi parte había crecido en eso y después nosotros también nos entendíamos mejor. Es re lindo que eso genere por las conexiones humanas que uno decide desarrollar y no por elegir un productor, al que le pago y hace su trabajo y listo. Hay que invertir humanidad para que crezca.
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Un disco que rompe la dictomía entre luz y oscuridad
- El disco se llama “El lado oscuro” pero a la vez es luminoso. ¿Cómo fue la decisión de nombrarlo de esa manera, sabiendo que no era un disco completamente oscuro?
El tema que se llama “El lado oscuro” tenía ese nombre hace muchos años. Es uno de los primeros temas que tocamos, antes de que salga el primer disco. Nos reíamos de que se llamara así. Pero después de tanto decirlo, con la banda empezamos a armar una teoría de qué era ese lado oscuro. Nosotros charlamos un montón, somos muy charlatanes. Se empezó a armar un concepto de que ese lado oscuro son las cosas de uno que uno no ve: tus traumas, tu crianza, las cosas que están en vos que no son necesariamente malas pero que dictan los caminos que tomás, algo que no ves pero que pulsa. Eso es parte de vos igual que todo lo otro. A su vez, yo quería que la tapa tenga una imagen que genere inquietud, algo medio terrorífico. Así se fue armando todo. Pero no es algo malo, es nuestra sombra.
- Es notable que con este disco se consolida un “sonido Nina Suárez”. Si se pone play sin saber, e incluso antes de escuchar tu voz que es muy característica, se puede anticipar que es un disco tuyo. ¿Podés reconocer cuál es el corazón identitario de ese sonido?
Las canciones siempre las hago muy personalmente con la guitarra, en mi mundo. Por otro lado, yo llevo la canción, se la muestro a Manolo (Lamote) y tocamos con batería y guitarra. Desde que empezamos a tocar con la banda, todas las canciones las armamos primero así. Siento que hay algo de esa furia que es lo que de cierta manera constituye el sonido. También, todo el trabajo de maquetación en mi casa, al ser tan personal, supongo que hace que suene a algo único, propio. Pero está buenísimo que los demás lo escuchen y sientan que hay un sonido característico.
- Las guitarras son sin dudas parte fundamental de ese sonido. ¿Cómo pensás el rol de la guitarra en las canciones?
Me gustan mucho las bandas donde las guitarras son muy importantes así que me enfoqué mucho en darle personalidad a esas guitarras, más allá de la voz o las letras que es lo que siempre le presté más atención. Bandas como Arctic Monkeys, los Strokes, Bestia Bebé, mismo Los Redondos, o Él Mató, donde cada línea de guitarra está contando algo, con melodías igual de importantes que las de la voz. Me encanta cuando pasa eso. Porque hay un consenso de que la voz tiene que estar limpia, que no hay que ensuciarla, y me encanta cuando se mete una guitarra eléctrica arriba como a decir: “yo también soy parte de esto, yo también tengo algo para decir”. Me parece rockero, disruptivo.
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- A su vez, tus letras también son un elemento identitario. Y junto con el disco, sacaste un manifiesto en el que hablás del concepto de “El lado oscuro”. ¿Cómo fue ese trabajo?
Sí, me gusta mucho escribir, lo disfruto mucho. Re pesada con el manifiesto, pero quería contar un poco lo del lado oscuro. A mí me gustan mucho los videojuegos. Ahora hace mucho que no juego porque no se puede. Cuando tenía diez años, creía que cuando fuera grande iba poder jugar todo lo que yo quisiera. Mentira, no hay tiempo. Pero lo disfrutaba mucho y una de las cosas que más me quedó fue el concepto de los “easter eggs”, algo que dejan los desarrolladores en lugares del juego y que no está a simple vista. Me encanta esa idea de recompensa por prestar atención. Por eso quería que en el disco tuviera como esas capas.. Ahora imprimimos el manifiesto y lo repartimos en los recitales. No es para explicar nada, sino como algo que sea divertido, didáctico, una suerte de “gracias por escuchar”.
- Hablabas de la libertad del formato solista, ¿cómo armás los setlists teniendo esa libertad?
Por lo general, cuando voy sola toco todo (risas). Todos los temas del primer disco, todos los temas del segundo, y todos los temas nuevos que tengo hasta el día de la fecha en la que estoy tocando. A lo mejor meto un cover de algún bolero, capaz alguna canción de Rosario, meto todo porque siento que es lo mínimo que puedo hacer porque la gente me fue a ver. Está bueno porque me gusta tocar canciones que con la banda no van a sonar, porque es otro el show y el tiempo. Hay una cosa técnica más rígida. Entonces cuando voy sola, aprovecho y le mando todo, pruebo canciones nuevas a ver si están buenas. Si me lo permiten, va a ser lo más largo posible.
- ¿Cómo es tu vínculo con Rosario? ¿Sentís que ya tenés un público o una escena acá?
Sí, yo amo Rosario. Tengo mis amigos allá, como Pauline (Fondevila) de Perro Fantasma, Manu Del Mar, los chicos del Bon Scott que es el mejor lugar del mundo, de hecho hice un acústico una vez ahí. Son personas hermosas con las que vivimos lejos y quizás no nos escribimos todos los días, pero los tengo muy presentes en mis pensamientos. Me alegra mucho poder volver, y poder volver sola. Además, Rosario está realmente cerca y es precioso. Cuando voy y veo los barcos y el río y esas escalinatas gigantes, me hace muy bien. Es un poco duro estar en Buenos Aires, la verdad. Le dicen la tierra de las oportunidades pero también te quema la gorra.