El cine europeo siempre ofrece otra mirada, más interesante y generalmente superadora a las producciones estadounidenses que explotan en las plataformas más populares (Netflix, Amazon, Disney, HBO) con propuestas estereotipadas en contenidos y decisiones técnicas visuales. Por eso no es casual que “La isla de Bergman”, que estuvo en la competencia oficial de Cannes, de Sevilla y otros festivales internacionales de peso haya pasado sin pena ni gloria por las salas en su momento, e incluso a veces llegan a muy pocos cines del interior del país. Y tampoco es casual que ahora aparezca en Mubi, una plataforma dedicada al cine de autor y que podría definirse como todo lo contrario a lo que puede ofrecer, por ejemplo, la N roja. En este contexto, la película de Mia Hansen-Løve (“El porvenir”), sin ser algo totalmente distinto al cine mainstream, aparece como una historia sutil que no da ganas de dejar pasar. Tony (el extraordinario Tim Roth) y Chris (Vicky Krieps) son una pareja de cineastas estadounidenses que van a la isla del Faro, en Suecia, a buscar ideas inspiradoras para sus películas. Ese no es cualquier lugar, es la isla donde vivió el gran Ingmar Bergman, autor entre otras gemas de “Fanny y Alexander” y “Gritos y sussurros”. Chris teme que esa inspiración le juegue en contra, porque justamente en esa isla Bergman craneó “Secretos de un matrimonio”, que gira sobre una separación. Y algo de eso hay aquí, al menos al principio. Porque la pareja busca un lugar de paz para crear, pero el deseo parece haberse tomado vacaciones, por momentos parecen dos amigos, o dos extraños con derecho a roce. En esa tensión cada uno se toma su tiempo para armar la historia de sus próximas películas. Tony goza de su fama y combina un tour sobre las locaciones y la filmografía de Bergman con sus momentos de escritura, todo parece salir redondito para él. Pero ella está bloqueada, y es a partir de ese bloqueo que hurga en su pasado, en sus propias historias de amor. Esto da lugar a lo que se conoce por el cine dentro del cine, un recurso que no es nuevo pero siempre atrae. Porque la película que proyecta Chris en su cabeza también se ve en la pantalla. De pronto aparece una bella joven (Mia Wasikowska) con una deuda amorosa de años atrás. Es la protagonista de su película pero también podría ser su alter ego. La directora Mia Hansen-Løve va mechando las historias de las dos parejas, muy de a poco, con más sutilezas que fuegos de artificio. Y redondea un filme cercano y sensible. Que muestra que hay amores tan verdaderos y tan complejos que son mucho más que un amor de película.