—Con Pichu, viste cómo somos los actores, cuando estamos en período de estrenos y demás, sos Marrale por supuesto, pero estás pegado a Pichuquito. Pero además, Pichuquito va a quedar pegado en mí, porque es un personaje divino, es ese tipo que uno dice: «puta qué lindo es tener un amigo como Pichuquito, que cuando estás tecleando viene el tipo y te dice, dale, vamos, arriba que se puede». Es un personaje amoroso, que además es un gran mediador, que es alguien que quiere que a ellos dos les vaya bien, que por lo menos consigan lo que tienen que conseguir: llegar al súper objetivo. Es un personaje que apenas lo leí, lo vi y me pareció tan hermoso que ni dudé.
—¿Siempre te enamorás de tus personajes, incluso si se tratase de un villano te hacés carne igual para llegarle al público?
—Absolutamente, porque si no ¿cómo hacés? No me pongo yo de ejemplo para no ser autorreferencial, pero suponte ¿cómo hace Anthony Hopkins para hacer de Anibal Lecter? Tiene que ser, tiene que amarlo a Anibal Lecter, no hay forma, si no te comprometés y no creés en eso es muy difícil de hacerlo. Esa mentira es la primera que se ve rápidamente y la que el público entiende rápidamente. El público sabe mucho más de lo que uno cree sobre la mentira o la verdad en la interpretación. Si vos no creés y no querés a ese rol que hacés la gente se da cuenta. Y te das cuenta vos además que no sos verdadero. Uno no puede juzgar lo que tiene que hacer, no se puede juzgar, lo hacés, hay que hacerlo. Pero además hay que hacerlo con la mayor veracidad posible porque el afán es comunicar y que llegue al espectador para que lo que vos hacés dentro de lo que forma parte de la historia sea convincente y aquel o aquella que está sentado en la butaca vibre de odio, de pasión, de amor o de locura por lo que se hace. Es ese el arte nuestro, nuestro arte consiste en eso.
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Junto a Graciela Borges, cuando Marrale compuso al Padre Mario en “Las manos”.
—Esta es una road movie que tiene mucho de un pasado que no volverá. ¿Sos de esas personas que se aferran a eso de que todo tiempo pasado fue mejor?
—No, la verdad que no, sí no descarto lo que viví en el pasado, lo bueno, lo malo, lo regular, lo pasable. Pero no soy de los que está mirando la página anterior, no. Vivo y me doy cuenta del tiempo vivido, porque hay algo que es cierto, uno ha vivido un tiempo con lo bueno, lo malo, los errores y los aciertos. Pero no te da tiempo la vida para estar mirando tanto para atrás. Es muy vertiginosa la vida, son muchas las vicisitudes, tenés hijos, tenés nietos, ellos son el futuro. Hay algo que va para adelante, necesariamente. Somos presente, el futuro se puede imaginar, el pasado no tiene modificación, ya pasó. Lo que te puede modificar es el día a día. Y el futuro lo podés imaginar pero hasta ahí nomás, porque la vida es sorpresa, con lo cual uno dice «bueno, hoy estoy hablando con vos, esto va a llegar a Rosario, es el día de hoy y estoy contento con la película que hice y esperando el 20 de abril para que sea un buen día». No sé cómo va a hacer, pero hoy siento que quiero que sea un buen día y ahora vivo el presente, un presente continuo.
—Si la muerte te agarra, que sea viviendo.
—Claro, y no mirando para atrás, sí, totalmente.
—Tu personaje hace una confesión importante de su sexualidad. ¿Cómo vivís este aggiornamiento con las temáticas de diversidad sexual?
—Mirá, más allá de lo que sea el aggiornamiento particular, mi vida en lo que hace a la comprensión del amor humano, homosexual, heterosexual, transexual y demás está comprendido por mí desde hace mucho tiempo. A mis personajes los encaro como encaro otros y me fijo cuáles son los objetivos que tiene, qué es lo que lo hace vibrar. ¿Es la homosexualidad? No, lo hace vibrar el amor, las ganas de ayudar a su compañera Magda (Morán) para que pueda concretar lo que tiene que concretar y que pueda decir lo que tiene que decir. Pichuquito me parece un personaje enternecedor, y en él tiene que ver su condición humana no su condición sexual. Pichuquito tiene una cantidad de amor y un acompañamiento...es el que los hacía bailar, si Pichuquito no tocaba ellos no bailaban.
—En una lógica futbolera es más fácil jugar con Messi y Di María porque ellos te la devuelven redonda. ¿Se te hizo más placentero actuar junto a Mercedes Morán y Darío Grandinetti?
—Sí, claro, pero además yo a Darío lo conozco desde hace tanto tiempo, hemos hecho tanto teatro juntos, hemos hecho películas juntos, hemos girado por el país y por el mundo. Te imaginás cómo lo conozco al flaco. Y con Mercedes también, hemos hecho televisión juntos, cine, teatro, la verdad que trabajé con compañeros muy queribles.
—Venís de ganar el premio al mejor actor de reparto en el Festival de Málaga por este rol. ¿Te gustan esos personajes determinantes de una historia?
—Sí, me gustan. Cuando lo leí primero me fijé en la historia, aunque, en verdad, es todo al mismo tiempo, uno lee la historia y a la vez mira el personaje que le toca. Y el personaje a mí me enamoró, yo no podía despegarme de Pichuquito, yo decía este tipo es un divino, cómo voy a perderme la oportunidad de hacer este personaje, y le metí el alma a Pichuquito, ¿sabés? Le metí el humor que tengo, la mirada amorosa que tengo sobre los amigos, las frustraciones que suele tener Pichuquito por todo lo que no consiguió, cómo está galgueándole al hambre, se vuelve loco por unas achuras, es un tipo con hambre. Me pareció fantástico poder hacer a Pichuquito, le agradecí mucho a Marina (Seresesky, la directora) poder hacer a Pichuquito, por la dimensión que tiene el personaje, y a mí no me importa la longitud que tiene un personaje, a mí me importa lo que dice y para qué está.
—”Empieza el baile” también tiene un costado tragicómico. ¿Lo trabajaron desde esa perspectiva?
—Sí, pero además es algo del fervor también. Esas cosas del fanatismo que se dan en el fútbol o por los autos, que pasaba más antes, eso de Chevrolet o Ford. Hay algo propio de las cosas reconocibles. Esto le pasa a la gente todavía, como cuando el tipo para el auto porque suena Piazzolla en la radio y quiere ponerse de pie. Y pasa porque hay algo amoroso ahí. A mí me parece que lo que tiene la película es, ¿sabés qué?, algo que la trasciende, y es la amorosidad. El amor que trasciende en la película, el amor hacia ellos, cómo esos seres que están caídos del mapa se pueden querer tanto con lo poquito que tienen, cómo se quieren ayudar y, bueno, es hermosa la película.
—¿Sentís que transpira argentinidad al palo, como dice la canción de Bersuit?
—Sí, pero vos fijate lo que pasó en Málaga, que la película ganó el premio del público además del que gané yo, pero me sorprende más el del público porque ahí es donde los espectadores argentinos también pueden llegar a decir «¿qué pasa que una película de tangueros argentinos tuvo un premio en España?». Marina me cuenta que está recibiendo buenas noticias porque en España ya se estrenó y funciona muy bien. Eso nos alienta mucho a ver qué pasa en la Argentina, estoy con mucha expectativa, con la mejor, sinceramente.
—Va la última, si en un programa de preguntas y respuestas hay que averiguar el actor que hizo del doctor Segura en “Vulnerables”; del Padre Mario en “Las manos”; que fue uno de “Los mosqueteros del rey” en teatro y Jorge Carrascosa en la serie “María Marta: el crimen del country”, habría que ser un marciano para no saber que es Jorge Marrale. ¿Te sentís identificado en el arco expresivo de estas cuatro figuras tan disímiles en tu carrera?
—Sí, sí, y es lo que a mí me gusta del oficio, a mí lo que me apasiona es no repetir. Me parece que el gran desafío del actor es ponerse a disposición de todo lo que es posible, sobre todo para transmitir. El fenómeno de la actuación tiene que ser vivenciar para transmitir, y cuanto más me puedo ampliar el espectro para transmitir más, yo más me siento actor, y más cercano a la gente. Estos personajes que me decís, los nombrás y a mí me genera una gran satisfacción, porque a todos los hice con un amor y una entrega única, como lo hice con Pichuquito. Y, repito, fijate que no me importan lo que duran en longitud, me importa lo que transitan y cómo trasmiten a la gente las cosas. Todavía me siguen hablando del Padre Mario, por ejemplo, me siento feliz, o Carrascosa ahora o el doctor Segura de hace más de veinte años. Y ahí están, esos personajes siguen vivos.
Empieza el baile - Tráiler oficial
Marina Seresesky, crónica de la filmación
La directora Marina Seresesky contó cuáles fueron sus sensaciones al fimar “Empieza el baile”: Esta película habla del amor verdadero. De ese amor profundo que no conoce distancias, fronteras y mucho menos el paso del tiempo. Pero no sólo del amor a otra persona, sino de ese amor que se profesa por los lugares y por los momentos en los que fuimos felices. También habla de la memoria compartida. ¿Cómo es posible que dos personas que vivieron lo mismo, lo recuerden de manera diametralmente opuesta? ¿Qué sucede cuando el pasado te nubla el presente y te impide ver el futuro? ¿Cómo se vive si tu amor verdadero es ya solo un recuerdo lejano?”, se pregunta la realizadora.
Y agrega: “Se trata de una road movie con largas y sinuosas carreteras, paisajes deslumbrantes, cielos enormes, bullicio y soledad, aridez y exuberancia. Pero también es una road movie de personajes, donde la cámara sigue muy de cerca a los protagonistas, sin perder ningún matiz, gesto o silencio. El gran paisaje y el pequeño detalle conviven y se potencian para crear una película íntima, pero a la vez imponente.Una luz natural y sin artificios para los exteriores, despojada de excesos que, a medida que transcurre el viaje lo va inundando todo, para que los protagonistas también encuentren su verdadera esencia y sus profundos deseos en la belleza, sin disfraz, del paisaje final. Por el contrario, los interiores de la primera parte de la historia son abigarrados, llenos de claroscuros y muy complejos, para transmitir así el estado en el que Carlos y Margarita comienzan la aventura, y contar cómo poco a poco se desprenden de todo para quedarse con lo esencial. Esta dualidad queda muy retratada con la luz y los encuadres que también tendrán un arco de lo más complejo a lo más despojado y simple”, detalló. Y concluyó que la música de Nicolás Guerschberg interpretada por Escalandrum “es el gran hilo conductor”.