Alejandro Del Prado empuña la guitarra y canta, simplemente canta. Y en esa simpleza va su arte, su mensaje, su rebeldía, su mezcla de bohemio y soñador con ese inevitable guiño futbolero no exento de un toque irónico: "No hace tanto que saqué mi último disco, hace diez años, estoy laburando siempre con otro material, pero estoy esperando un centro". Ese último disco se titula "Yo vengo de otro siglo", pero basta escuchar los primeros acordes para comprobar que lo suyo no es tan lejano. Es más, su apuesta artística es más osada que la de cualquier punk de cresta alta. Hoy, a las 21.30, toca la viola y canta en El Aserradero (Montevideo 1518), en formato power trío junto con Luciano Pallaro Battagliese, en bajo y guitarra y Nacho Piana, batería. Dice que viene de otro siglo, pero su pulso late hacia el futuro.
Del Prado irrumpió en los últimos 70 con Saloma, una suerte de banda de culto que ya apuntaba a otra cosa de lo que se venía escuchando por esos días. Había poesía, de Joan Manuel Serrat a Raúl González Tuñón, y la música incluía vientos, coros, y hasta un bandoneón que metía las narices entre una estética de pelilargos de sangre rockera.
Ese rock comenzó a respirar en "Dejo constancia", su primer disco solista, pero no desde la electricidad típica del género, sino desde la impronta novedosa. De cambiar algo para cambiarlo todo. Por ahí andaba Del Prado. Y sigue andando nomás.
"No era muy común en los 80 hacer esa mezcla de zamba, rock, murga y tango. No era muy común, es verdad, pero tuve suerte por la producción de Pelo Aprile que me tuvo una fe terrible. Yo estaba tan metido con eso que no veía otras cosa, a veces sentía cierto pudor por hacer algo nuevo", le dice a Escenario al referirse al segundo disco de su carrera "Los locos de Buenos Aires", que indudablemente dejó una marca en la fusión de los cantautores de los 80. Tanto que aquel material, editado en 1984, fue una referencia clave en el mix tímbrico y sonoro de bandas como Los Piojos o Bersuit, aunque a priori parezcan estilos tan disímiles en la comparación con el material de Del Prado.
"Yo pasé de la criolla a la electroacústica y fue todo un salto. Toda mi vida mamé Beatles, tango y otras cosas, pero todo se fue dando así. No sé si fui el primero en introducir la fusión en la Argentina, pero si me ponen segundo o tercero estaría bien (risas). Cuando hacíamos nuestras canciones yo leía otros poetas y después decía «esto no es poesía, esto es rock». Y el rock es muy importante, porque no es solamente el asunto de los aparatos, sino que siempre fue una urgencia expresiva".
La tan mentada fusión era, fue y será su lugar en el mundo: "A mí me gustó mucho esa fusión, venía de escuchar a Rodolfo Mederos con Generación Cero, el Flaco Spinetta también lo había hecho con el disco de Almendra y para mí era una cosa muy fuerte lo del bandoneón sumado a la murga. Eso era mi barrio, era mi zona, donde yo jugaba más cómodo".
Del Prado admite que la letra de "Los locos de Buenos Aires" es una suerte de postal de una época. "Hoy la veo en blanco y negro", dice en alusión al tema cuyo estribillo reza: "Los locos de Buenos Aires, latiendo por todas partes/ llenando de sol la noche, con su fuerza, con su arte/ Andan sueltos por la vida, con su fe y su fantasía/ Cuidado con esa gente no se sabe qué pretenden".
Sin embargo, es inevitable espejarse con muchos de los personajes que describe ese texto. Y al citarle la estrofa que canta "uno y su obra de teatro/ otro con su flauta y su gato/ Otro poeta periodista, otro actor y oficinista/ La ciudad los ama ¿y qué?", explicará la importancia de buscarle un mensaje a las letras que componía: "Hay una intención de que deje claro algo, sin bajar línea, y si se ponía muy duro el tema aflojaba con algo más humorístico. A mí de repente me parece como muy íntimo explicarlo, pero sí, tiene una cosa como política, pero yo como no pertenezco a la literatura y no tengo esa formación, sólo trato de no molestar a nadie. Pero sí quiero poner la visión de uno y una visión del mundo".
Rosario siempre estuvo cerca para Alejandro Del Prado. "Iba de chico a Rosario, por mi papá Calé (el dibujante y humorista) que se crió allá y la familia de mi abuela que eran rosarinos", contó en charla telefónica desde su casa de Almagro. Y ese paisaje que mamó de pequeño le fue configurando esa pintura urbana y cosmopolita plasmada en sus canciones. "Soy de leer ensayos o cuestiones de historia, pero novela no pude nunca, no puedo porque leo un verso y me voy con la prosa. Porque leo "en un lugar de La Mancha" y me voy al Quijote y me quedé ahí. No puedo seguir más. Para leer mucho o para escribir una novela hay que tener, más que el talento, una dedicación y una paciencia terrible".
La canción de autor le dio "reconocimientos interesantes", pero "nada mejor que cuando en la calle alguien te tira una buena", en referencia a esos mimos espontáneos que le llegan cuando lo identifican con canciones como "Aquella murguita de Villa Real", "Dejo constancia" o "Si te contara", que también está en su último disco y que compuso junto a quien fue su compañero de ruta, Jorge Boccanera.
Alejandro Del Prado empuña la guitarra y canta. Dice que es un loco de Buenos Aires, que deja constancia y viene de otro siglo. Y va.