Hollywood se excita con el Apocalipsis. En las películas, en la industria. Basta ver cuántas veces, desde que el cine es cine, contó la historia del último hombre en la Tierra. Hace poco le tocó el turno a Will Smith que, en "Soy leyenda", encarna al único sobreviviente en una Nueva York devastada. El fantasma de la destrucción del mundo es tan viejo como el hombre, aunque, después de las explosiones nucleares en Hiroshima y Nagasaki, recrudeció. Desde 1945 se estrenaron en los Estados Unidos más de setecientas películas sobre el temor a la bomba. Después del atentado que acabó con las Torres Gemelas volvió a cobrar fuerza el miedo a que la humanidad desaparezca de la faz del planeta. Por culpa de una guerra en gran escala o de los excesos contra la naturaleza. Ese es el punto de partida de "Wall-E", la nueva aventura animada de Pixar. Acá el último ser en el planeta es un robot, Wall-E, que tiene la ardua misión de limpiar basura que dejaron los hombres antes de buscar refugio en el espacio exterior. El fin del mundo, para niños. Nada extraño, tratándose de la fábrica de sueños. Su fascinación por las predicciones agoreras está probada. Anunció que la computación gráfica iba a terminar con los actores de carne y hueso; también, la muerte del cine de animación. Nada de eso pasó. Todo lo contrario. Pese al éxito de intentos como "Final Fantasy" y "Beowolf", el público prefiere ver en la pantalla a las estrellas de cine. Y los chicos, buenas historias animadas. No importa cómo.






























