“Bueno, la hacemos. Pero a eso de las dos o tres de la tarde, que no anda nadie”. Alan Nahuel Carlini le mandó ese mensaje a su jefe detenido en Piñero sin imaginar que estaba pactando el día de su propia muerte. El joven de 22 años era un hombre de confianza y recaudador de los búnkers de Julián Aguirre, preso como uno de los conductores de una violenta banda narco de barrio Ludueña. Por entonces buscaba trabajo como fletero, quería dejar la banda y así se lo hizo saber a Aguirre, quien casi como un último favor le pidió que al día siguiente manejara una moto en una balacera.
Carlini no quería hacer el trabajo pero ante la insistencia de Aguirre se subió a manejar una Yamaha XTZ roja y blanca, con un soldado de la pandilla sentado detrás de él. El plan era ir a balear una casa en un Fonavi con otros dos muchachos de refuerzo en otra moto. Pero al llegar a la zona de Solís y Navarro el acompañante de Carlini le disparó a quemarropa en la nuca. La moto cayó al piso, el atacante se incorporó y antes de darle arranque remató al joven con más disparos.
Así, el día en que había pactado uno de sus últimos trabajos para una célula de Los Monos en Ludueña, Carlini murió con ocho tiros en el cuerpo. Por el crimen este lunes comenzaron a ser imputados Aguirre, como instigador desde la cárcel, y Kevin Fracchia como autor material, detenido el pasado el 1º de marzo. La fiscal Marisol Fabbro les atribuyó un homicidio calificado por el acuerdo previo entre más de dos personas, que se pena con prisión perpetua, junto con otros dos cómplices aún no identificados.
La audiencia arrancó pasado el mediodía de ayer en el Centro de Justicia Penal. Con Fracchia en la sala y Aguirre conectado por videoconferencia, la fiscal explicó el caso y las evidencias. El trámite seguirá este martes a las 15 ante la jueza Silvia Castelli.
Fractura interna
En un primer momento se pensó que Carlini había sido emboscado por la banda rival que lidera Fran Riquelme, quien transita una sangrienta disputa territorial en Ludueña y Empalme Graneros con la organización de la que el muerto era parte.
Pero según expuso Fabbro fue un crimen a traición cometido dentro de la propia organización también conocida como “la banda de Mauro Gerez”, por quien fuera uno de los referentes en la calle hasta que también fue detenido. El crimen fue además la primera expresión en la calle de una fractura entre los jefes registrada en septiembre pasado en la cárcel de Piñero. Un informe del Servicio Penitenciario da cuenta de que dos de los acusados como jefes de la banda, Gerez y Matías “Pino” César, expulsaron del pabellón al también cabecilla Andy Benítez, a quien llevaron con la cara ensangrentada a la reja de entrada.
Eso explica que al lado del cuerpo de Carlini sus asesinos dejaran las dos notas halladas por los policías que primero llegaron a la escena, una manchada con sangre. “Andy «El Traidor» Benítez, así les va a pasar a todos los que anden con vos. La mafia no se traiciona”, decían los mensajes. Carlini murió por un tiro con una pistola 9 milímetros apoyada en la cabeza aunque en total recibió ocho balazos.
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El crimen fue el 7 de enero a las 19.10 en Solís y el pasaje 1517, a metros de Navarro. Dos vecinos que tomaban mate en la vereda presenciaron el ataque. Uno vio llegar las dos motos sin advertir quién había tirado. El otro vio que a Carlini lo había matado el propio acompañante. Dijo que le apoyó el arma en la cabeza, disparó y cayó de la moto junto a la víctima. Luego lo remató en el suelo, arrancó la moto y huyó escoltado por los otros motociclistas.
Las evidencias más fuertes se hallaron en el celular de la víctima, en diálogos por WhatsApp mantenidos el día anterior con un contacto al agendado como “Puto”. Luego se comprobó que era un celular usado por Aguirre en prisión. Carlini era primo de Jonatan Almada, otro acusado de regentear la banda.
Sin salida
Según la fiscal, Carlini no se dedicaba a tirar tiros sino que se ocupaba de la logística de los búnkers de Aguirre, era una suerte de administrador del dinero. Pero con la caída en prisión de los cabecillas y tras el crimen de Cristian “Larva” Fernández, de abril de 2022, empezaron a encargarle cada vez más participaciones en balaceras. Los familiares de Carlini contaron que no quería hacer ese trabajo y planeaba dar un paso al costado.
Y así se lo hizo saber a Aguirre en una conversación del 6 de enero: “Quiero rendir todo así no tengo más nada”. Aguirre le respondió que recién llegaba de una audiencia judicial por el crimen de Alejo “Pipi” Bravo, un chico 19 años al que fue acusado de matar a pedido de un preso, el 5 de abril de 2021, en un descampado de Uriburu y Las Palmeras. Le dijo que si llegaba a librarse de esa causa saldría a la calle “al toque”.
“Puto te voy a dar una mano esta tanda con lo del kiosco y ya después no”, insistió Carlini. Y aclaró: “Igual te voy a seguir dando una mano de onda en lo que necesites, hasta que te puedas acomodar”.
Aguirre se mostró sorprendido entre risas y al rato le dijo: “Trolo, ¿te animás a manejar la moto? Para hacer una pintada en el 9”, en referencia a un Fonavi donde vivía el padre de Benítez, que había sido expulsado de la cúpula meses antes. Carlini preguntó detalles, respondió que no podía y ofreció: “Bancá que te mando a un amiguito”.
Pero el preso, según la evidencia, quería que en el ataque estuviera Carlini como “piloto” de la moto. “Renegamos si no, trolo. De última te doy unos pesos más. Es una pintada nomás. Te estoy pidiendo que manejes vos para que salgan bien las cosas”.
Carlini le explicó que el problema no era el dinero, sino que en su familia le insistían con que cambiara de vida. Acordaron dejar el trabajo para el día siguiente. Alan pidió que fuera a la tarde, a una hora con poca gente en la calle. Llegado el momento, en el umbral de su muerte, Carlini recibió tres llamados de Aguirre. Uno fue a las 18.50. Otro a las 19.03. Al último, a las 19.07, no llegó a atenderlo. Cuatro minutos después ingresaba el primer llamado al 911 para reportar el crimen.
Los allegados a la víctima contaron luego que Carlini estaba buscando trabajo como fletero. Algunas personas que declararon bajo reserva de su identidad denunciaron que tras el crimen sufrieron extorsiones de gente de la banda para que devolvieran las llaves de un búnker de Esquiú y Felipe Moré y entregaran sus viviendas o 500 mil pesos a cambio de no ser atacados.
Más implicados
La evidencia que vincula a Fracchia como el ejecutor surge de un testimonio del entorno de la víctima. Esta persona contó que el día del crimen vieron llegar a Kevin pasadas las 19 a dejar una moto blanca y roja en la casa de su abuela, con las rodillas lastimadas y ensangrentado: “El llevó la moto hasta una pieza que estaba en ese domicilio de su abuela y al rato llegó la madre de Kevin y lo llevó para que le hicieran curaciones en el hospital”.
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La madre de Kevin, imputado como miembro y gatillero de la banda, es la empleada policial Analía Francia, ya condenada a fines de marzo a 3 años de prisión condicional por filtrar información al grupo.
Entre las evidencias del caso se consignan informes sobre la fractura entre Benítez y Aguirre, al parecer ocasionada porque este último se había quedado con todos los puestos de droga de la zona de Empalme y Ludueña que antes gestionaba Andy. La pelea en prisión fue el 30 de septiembre del año pasado. Así lo consigna un informe penitenciario. El celador del pabellón 27 consignó que a las 19 de ese día Benítez se acercó a la reja de entrada con la cara golpeada y ensangrentada, además de un corte en la mano, pidiendo a gritos que lo sacaran de ahí. Al salir no quiso explicar qué habían pasado pero, según el informe, sus hasta entonces compañeros en la misma banda César y Gerez lo despidieron a piñas.