En una conferencia que dictó en la Universidad de Bolonia hace varios años, el semiólogo, filósofo y escritor italiano Umberto Eco (1932-2016) ofreció una pieza oratoria magistral que luego integró, junto a otros textos, el libro titulado “Construir al enemigo”.
Eco, especialista en identificar conjuras, complots y manipulaciones (“El cementerio de Praga” es su obra cumbre en esa temática), explicó que “tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo”, explicó.
En la Argentina, profundamente dividida políticamente, apareció un nuevo “jugador” que poco a poco suma voluntades, concentra la atención del público y promete sumar millones de votos en las elecciones presidenciales del año próximo. El economista y ahora diputado Javier Milei, inefable para muchos, viene construyendo con éxito su propio enemigo, la “casta política”, a la que le atribuye toda la responsabilidad de la decadencia argentina de las últimas décadas.
Su discurso, que se torna agresivo por momentos, está dirigido hacia quienes gobiernan y gobernaron este país pero en realidad el efecto comunicacional de su mensaje traspasa a la clase política y tiene consecuencias claras en la opinión pública, que no deja de sumarse a sus ideas maniqueas, sin matices, pero que expresan el hartazgo de la sociedad por una crisis política y económica sin solución de continuidad.
La elección de un chivo expiatorio a quien atribuirle todos los males siempre ha funcionado a lo largo de la historia como un factor aglutinante de las masas: lo empleó el nazismo, lo utilizaron Estados Unidos y la Unión Soviética en la Guerra Fría y ahora la ultraderecha europea al poner el foco en los inmigrantes como los causantes del deterioro de vida en el Viejo Continente, entre tantos otros ejemplos de utilización de esa herramienta habilidosa para concentrar voluntades detrás de un proyecto.
La debacle política interna del frente gobernante, la situación económica y el insólito hostigamiento del kirchnerismo al presidente y sus ministros dejan prácticamente fuera de juego al peronismo para el próximo turno electoral.
Del otro lado, quienes van por un “segundo tiempo” después de uno primero para el olvido, se estaban probando el “traje” presidencial aunque hay muchos que quieren ir al sastre antes de tiempo. Juntos por el Cambio tiene varios candidatos con perfiles diferentes a la hora de expresar sus metodologías de gobierno, pero que más allá de una cuestión de forma van por un sendero similar. Todos, por ejemplo, prometen impulsar reformas laborales y previsionales, con lo que es fácil pronosticar tiempos turbulentos para la Argentina en los próximos años.
Milei, aunque tenga pensamientos similares a los de Juntos por el Cambio (por eso su coqueteo con Patricia Bullrich), arremete contra la política tradicional porque advierte con inteligencia que es un sector vilipendiado por grandes franjas de la población sin distinción de clase social. Y la construcción del enemigo en esa franja de partidos gobernantes y ex gobernantes es altamente beneficioso para su proyecto de sentarse en el Sillón de Rivadavia. Qué haría después si llegase al gobierno es materia de otro análisis político.
Con Milei, sin estructura ni cuadros políticos, con la promesa de cerrar el Banco Central, eliminar el Ministerio de la Mujer y una teoría “libertaria” en un país muy difícil de ordenar, por mencionar solo algunos adelantos de su hipotético gobierno, también se auguran tiempos convulsionados
El permanente fracaso de la política tradicional le está abriendo a Milei la puerta de pelear un lugar en la segunda vuelta electoral. Sus aspiraciones son serias, a juzgar por su crecimiento político que hoy se observa en todo el país.
Volviendo a Umberto Eco, sostenía que “al parecer no podemos pasarnos sin el enemigo. La figura del enemigo no puede ser abolida por los procesos de civilización. La necesidad es connatural también al hombre manso y amigo de la paz. Sencillamente, en estos casos, –agregaba– se desplaza la imagen del enemigo de un objeto humano a una fuerza natural o social que de alguna forma nos amenaza y que debe ser doblegada, ya sea la explotación capitalista, la contaminación ambiental o el hambre en el Tercer Mundo. Ahora bien, aun siendo estos casos virtuosos, también el odio hacia la injusticia desencaja el rostro”, explicaba el italiano.
Bolsonaro, un ex militar defensor de las dictaduras, fue electo en Brasil. Zelenski, un actor cómico, en Ucrania. ¿Por qué no Milei en la Argentina?
Milei rompe los esquemas clásicos del político tradicional, aprovecha con habilidad el hastío generalizado de la población e identifica a un enemigo al que insulta cada vez que puede. Si sus teorías económicas son inaplicables en este país, si ha plagiado libros, si se ubica más a la derecha que el habitual sector conservador de la Argentina, no tiene importancia para un electorado que puede dar la gran sorpresa en menos de dos años.
Después comenzaría otra historia impredecible, que habrá que atravesar con mucho cuidado.