El Papa Francisco sorprendió a propios y ajenos al nombrar a Víctor Manuel Fernández como prefecto en el Dicasterio de la Doctrina de la Fe. El cargo es uno de los más importantes en la Iglesia católica puesto que entre sus funciones está la de velar por el bienestar doctrinal y teológico. Sin ir más lejos, fue el cargo que desempeñó Joseph Ratzinger en tiempos de Juan Pablo II, antes de convertirse en Benedicto XVI. Desde ese lugar, el llamado por sus enemigos "cardenal panzer" lanzó duras críticas a la teología de la liberación latinoamericana y dirigió la persecución de sus principales teólogos.
Al designar a Víctor Manuel "Tucho" Fernandez para dicho puesto, Francisco patea el tablero al interior de la Iglesia en varios sentidos. Por un lado, porque su designación profundiza y en cierto modo radicaliza la política reformista de su papado, orientada a hacer realidad muchos de los cambios inconclusos del Concilio Vaticano II.
Por otro lado, al nombrar a un latinoamericano para dicho puesto clave sugiere que los aires nuevos que quiere llevar al Vaticano no provienen ya del centro en crisis sino de las periferias de la Iglesia. Los últimos prefectos fueron todos europeos, Alfredo Ottaviani, Franjo Seper, Joseph Ratzinger, Gerhard Müller y Luis Ladaria, con excepción de William Levada nacido en Estados Unidos. Como han tomado nota algunos medios católicos europeos, al llevar a Fernández a Roma, Francisco dice sutilmente que Europa ya no es "la guardiana de la doctrina católica".
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Visita recurrente de argentinos a la plaza San Pedro del Vaticano.
Foto: Gregorio Borgia / AP
Un teólogo de los márgenes
Víctor Manuel Fernández es Licenciado en teología bíblica por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Católica Argentina. Trabajó en la Conferencia Episcopal Argentina y en el Consejo Episcopal para América Latina. Tiene una trayectoria académica sólida, pero alejada de las principales instituciones académicas del mundo católico, radicadas en Europa y Estados Unidos, y de dónde hasta ahora solían provenir los Prefectos de la Doctrina de la Fe.
A fines de 2007, Fernández, acompañó a Bergoglio como asesor en la asamblea de obispos latinoamericanos, donde colaboró en el Documento de Aparecida. En 2009 fue designado al frente de la Pontificia Universidad Católica Argentina, aunque debió esperar casi dos años para que el Vaticano convalidara su nombramiento, entre otras cosas, debido a las objeciones que llegaban a Roma desde Buenos Aires. Por entonces, el respaldo de Bergoglio fue determinante para que, tras idas y venidas, su nombramiento se hiciera efectivo en 2011. Más recientemente, en junio de 2018, Francisco lo nombró arzobispo de La Plata, donde sucedió a monseñor Héctor Aguer, uno de los principales adversarios históricos de Bergoglio, en lo que supuso un giro de ciento ochenta grados para la diócesis y un fuerte golpe para los sectores tradicionalistas de la Iglesia en Argentina.
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Víctor Manuel Fernández flamante designación en el dicasterio de la Doctrina de la Fe.
Foto: Natacha Pisarenko / AP
Apagar definitivamente la hoguera
Fernández contó en un carta pública que su primera reacción fue rechazar el ofrecimiento de Francisco. "La primera vez que me lo pidió le di varias razones para decir que no. Una de ellas es que la tarea incluye la cuestión de los abusos de menores y yo no me siento preparado ni fui formado para esos asuntos. Sin embargo, cuando él estaba en el hospital, me volvió a pedir lo mismo. Se pueden imaginar que era imposible decirle que no".
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Además, "me explicó que el tema de los abusos ahora está en una sección bastante autónoma, con profesionales que saben mucho de ese tema y trabajan con gran seriedad" y lo que quería que hiciera en el Dicasterio era alentar un catolicismo que "sepa dialogar con lo que vive la gente" y que "anime un pensamiento cristiano libre, creativo y con profundidad". Una función, claro está, alejada de la desempeñada en otros tiempos, cuando el Santo Oficio y la posterior Congregación para la Doctrina de la Fe se "dedicaban a perseguir a los herejes" y a los que "cometían errores doctrinales" usando "métodos inmorales como la tortura".
"A mí", señala Fernández, Francisco "me está pidiendo algo muy distinto, porque los errores no se corrigen persiguiendo o controlando, sino haciendo crecer la fe y la sabiduría."
Construir el Reino hasta el último día
Cuando hace un mes atrás se supo que Francisco había designado a Jorge Ignacio García Cuerva como arzobispo de Buenos Aires, muchos especialistas en el tema se mostraron sorprendidos porque esperaban que ese cargo fuera para Fernández. Misterio resuelto. Francisco le tenía reservado un destino mucho más estratégico dentro de la Iglesia. También mucho más desafiante porque, qué dudas caben, las resistencias serán muchas. El audio del ex capellán bonaerense Rodrigo Vázquez que se viralizó tras la designación de García Cuerva da cuenta del malestar que viven los sectores más tradicionalistas, opuestos no ya a las teologías de la liberación o del pueblo sino al mismo Concilio Vaticano II.
En el audio difundido Vazquez decía que García Cuerva era "lo peor" que les había podido pasar. "Lo peor de lo peor". Paso siguiente atacaba también a Fernández y afirmaba: "estaba entre él y Víctor Manuel Fernández, que es ese de La Plata, otro gay y afeminado" y concluía "no siguen la doctrina de la Iglesia de siempre, están destruyendo la Iglesia continuamente diciendo que es malo lo que es bueno y bueno lo que es malo”. No es difícil imaginar lo que estará pensando Vázquez en este momento.
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Foto: Andrew Medichini / AP
Las tensiones ideológicas que recorren a la Iglesia no son ninguna novedad. El propio Fernández es perfectamente consciente de ello. En estos días, tras su designación, se refirió a las múltiples contras que seguramente deberá enfrentar y, sin eufemismos, señaló que deberá lidiar con aquellos que "prefieren un pensamiento más rígido, estructurado, en guerra con el mundo".
Con su designación, Francisco vuelve a dejar en claro que los tradicionalistas y conservadores no le van a torcer el brazo. Demuestra también que, en contra de lo que a veces se piensa, la avanzada edad y los problemas de salud no son necesariamente un impedimento para ejercer el poder cuando se tiene una hoja de ruta definida. Francisco, que sabe que le queda poco tiempo, juega sus últimas cartas con habilidad y pisa el acelerador para que su proyecto perdure en la Iglesia. No tiene ni el ancho de espada ni el de basto, ni siquiera el siete de espadas, pero, aún así, al menos de momento, parece alcanzarle. El tiempo dirá.
(*) Diego Mauro, es investigador independiente en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), docente y coordinador del Doctorado en Historia, forma parte de la Red de Estudios de Historia de la Secularización y la Laicidad (REDHISEL) y coordina el Observatorio de Culturas Religiosas también de la Universidad de Rosario ( UNR) …
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