Es difícil coincidir como sociedad, como pueblo, como país, pero hay un común denominador que tiene un sentido, y colores, la celeste y blanca, la selección Argentina, ese amor incondicional que nos ha emocionado hasta las lágrimas. Cuando en Brasil 2014, se fue esa final, jamás pensé en tener el privilegio de volver a ver Campeón del Mundo de la FIFA a la Argentina. Yo fui privilegiado testigo del 78 y del 86, también pase por las 7 finales perdidas, que dejaron críticas a rabiar, y frustraciones llevándose puesto a muchos futbolistas, parecía que la maldición no tenía fin, pero el fútbol da revancha, solo Lionel Messi y Ángel Di María guardaba la esperanza de que lo podía lograr, y sin timonel en pleno mar de tormenta, un muchacho, en silencio, con el mismo sacrificio y esfuerzo que le ponía para viajar todos los días a entrenar desde Pujato a Rosario, levantó la bandera y se puso al frente, de la Scaloneta y llegó el Maracanazo, si, después de 28 años Argentina, y Messi se encontraron con la copa América. Los pibes del barrio, futboleros de alma decían lo ví a Messi campeón, y todos ya empezamos a animarnos a festejar… Dicen por ahí que a los argentinos hay que comprarlos por lo que valen y venderlos por lo que dicen que valen, a la llegada a Qatar lejos de los favoritos Lio y compañía sabiendo que era su última chance, no la querían dejar pasar, tropezaron en el primer partido y salió el temple del capitán diciendo “A la gente le digo que confíe. No les vamos a dejar tirados …”.
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Se abraza Ángel Di María con Lionel Messi luego del segundo gol contra Francia.
Foto: Hassan Ammar / AP
En el Fútbol, se juega, se habla mucho, es nuestro deporte nacional. Es para nosotros el problema más importante, pero de los que menos importan. Es un juego complicado, uno de los más difíciles, se requiere de talento físico, destreza, inteligencia, y un toque sudamericano de picardía. En los mundiales, el que viene para ganar a veces se vuelve en primera ronda, siempre hay una cenicienta, el pobre que se viste de rico, y en la cita mundial, donde los astros del zodiaco y los espíritus juegan sus partidos, pasan cosas mágicas, anormales, inexplicables, diría hasta irreales. ¿Cómo es posible que una cosa tan sencilla de hacer no salga; es posible que el mejor y más poderoso tenga que irse con las manos vacías?. ¿Cómo se explica pasar de la felicidad, a la desazón, en la última jugada?. Pitazo final que nadie escuchó, los penales, Lio, el Dibu y luego de 36 años, el penal de Montiel devuelve al pueblo algo de alegría, los dioses bendicen al ganador, de rodillas y tapándose el rostro, como sin poder creerlo Lio Messi, pasa a la historia, lo colman de emociones, lo visten de gala, curan sus heridas los abrazos y sentidas palabras, la alegría tiene forma de este pibe. Y nosotros de este lado, no estuvimos ni cerca, pero somos campeones, y cantamos hasta cansarnos.
Todo es país, es el pueblo, es la selección. Eso es un espíritu común, vivencia de los pibes de la canchita de futbol 5, de las escuelitas de fútbol, de los amateur y veteranos de los sábados, del asado después, de las chicas futboleras, todos estos locos apasionados de alma, explotaron en gritos y emociones, cantando “Muchachos”. Como le dicen a los argentinos en Qatar. Ahora nos volvimos a ilusionar, y ganamos la tercera. Otra vez campeón mundial. Y al Diego le decimos que descanse en paz…
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Más de 700.000 personas se acercaron al Monumento, calles y plazas de Rosario y el país para festejar el triunfo ante Francia, y la tercera estrella.
Foto: Silvina Salinas / La Capital
Aún nadie dimensiona lo que hicieron estos muchachos, la prensa mundial habla de Argentina, no se imaginan lo difícil que es ganar estos torneos, la final más vibrante de la historia de los mundiales, es que sólo un país cada cuatro años se puede entregar a tremendo delirio, por eso cuando vemos al espejo, al hincha que somos todos, que pone el cuero y las lágrimas, sin esperar nada a cambio, digo, hoy nos merecemos el festejo. Qué sería el obelisco sin hinchas, qué serían las plazas y calles vacías, qué manos pedirían esa Copa, a qué héroes abrazarían. Por eso este pueblo futbolero de alma es al mismo tiempo el todo y la nada, el ser y el espíritu del sur del mundo. La pelota eclipsó nuestros tiempos, y se hizo cometa entre la risa de la gente, lleno de estrellas, este bendito suelo argentino…
Mañana, en el país de los campeones del mundo, volverá a salir el sol, los chicos de la calle volverán a las esquinas a pedir, los pobres a su vida, las oficinas a sus rutinas, el rico a pasarla bien, se seguirá malgastando y errando en la política, pero algo habrá cambiado, habrá alegría, seremos un poquito más felices, si eso importa, vivencia que no nos quita nadie, que es común a todos los habitantes de este suelo argentino, el suelo del país de los campeones del mundo.
(*) José Maria Arnold es abogado, docente y autor del libro “Del Chateau al Kempes” (editado por Tinta Libre), …