El rescate de un pasado escondido es un desafío que conduce a la acción y despierta pasiones. Una adrenalina que el profesor Gustavo Fernetti dijo ver en sus estudiantes adultos mayores el día que subieron como adolescentes por una barraca cerca del Puerto de Rosario con la consiga de recolectar materiales en un sitio arqueológico. Los protagonistas de esta aventura son los integrantes del curso de arqueología urbana de Rosario, que se desarrolla en la Universidad Abierta para Adultos Mayores de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Una cátedra a cargo de los antropólogos Soccorso Volpe y Gustavo Fernetti, que propone pensar, analizar e interpelarse sobre la historia de la ciudad.
En una charla con La Capital, Fernetti, que además es arquitecto y conservador de museos, explica que este espacio de aprendizaje es reciente, y que la idea no es mostrar una “arqueología de las maravillas” sino razonar y sacar conclusiones válidas a partir del análisis de restos hallados en la ciudad. Claro que para eso tienen que salir de expedición, como la que hicieron en el sitio arqueológico MCU1-La Basurita, donde realizaron una recolección de fragmentos para luego hacer el reconocimiento de esos materiales en el aula.
“Me trajo acá el afán de tener mas conocimientos y de compartir con gente de mi edad. La adrenalina de ese día de expedición fue importante, en grupo recolectamos materiales para estudiarlos en el curso, fue una experiencia muy buena”, relata José, uno de los estudiantes de la cátedra, que dice tener una amplia trayectoria de cursado en la universidad abierta, donde aprovecha desde hace años la oferta académica.
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Expedición de estudiantes en el sitio arqueológico La basutita.
Tesoros escondidos
La Basurita, como lo llaman, es un viejo basural rosarino que existió entre 1870 a 1910, y es reconocido como sitio arqueológico de Rosario. ¿Por qué recolectar materiales allí? Porque el basural general de una ciudad es una fuente privilegiada de información sobre el pasado. Ubicada en lo que se llamó “El barrio de la quema”, La Basurita formaba parte de un amplio espacio de vertido de residuos urbanos entre las actuales calles Ayolas, Ituzaingó, Chacabuco y la costa del Paraná.
En ese sitio los investigadores tienen permiso de exploración. Una autorización que emana de una ley provincial. “La Basurita es un sitio muy abundante en fragmentos arqueológicos, donde la extracción no altera el sitio, porque en realidad es una acumulación. Lo que vamos sacando siempre sirve y no rompe el contexto, como podría ser si se encontrara un fogón aborigen”, indica el docente para explicar las características del lugar, donde pueden encontrarse los restos que produjo a ciudad. Y agrega: “El fragmento no es solamente un pedazo, si bien lo es físicamente, también es un fragmento social. Por ejemplo, si encuentro un trozo de loza puedo ver con ese tipo de resto cuáles fueron los consumos”.
Además de hablar de los consumos y las costumbres de una comunidad, lo recolectado en un basural también puede aportar datos sobre el comercio y la economía. Por ejemplo, si se hallan restos de las bodegas de los barcos, la aduana o los bazares. “Encontramos algunos fragmentos con ciertas decoraciones, eso implica que estábamos muy vinculados a la producción internacional de lozas. También indica que nos enviaban ciertas cosas que en general en Europa ya no se consumían y lo que también podemos ver es una relación entre centro y periferia”, indica el docente, y destaca el aporte de ciertos materiales en el análisis económico, porque permiten ver la inserción de un mercado local en el capitalismo mundial.
El profesor dice que para la cátedra es de gran interés el estudio de los cambios de época, como el que se produjo entre la criolla y gauchesca vinculada con lo español, a otra más relacionada con lo francés, inglés o italiano. Se trata de transformaciones que estuvieron ligadas al sistema económico internacional y a un activo rol que asumió el Estado desde 1880.
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Soccorso Volpe y Gustavo Fernetti son los docentes a cargo del curso para adultos mayores de la UNR.
Marcelo Bustamante
Los procesos migratorios de fines de siglo XIX generaron un crecimiento demográfico de dimensiones en la ciudad de Rosario y produjeron un montón de cambios que pueden percibirse en el basural, como los cambios de dieta y el paso de la cazuela de barro a la olla metálica o al plato. También puede verse, a través de determinados materiales, cómo el Estado comenzó a regular el cotidiano, al punto de modificar los usos y las costumbres. El profesor indica que el análisis de los ladrillos es ilustrativo. Estos eran de cualquier medida o incluso enormes, hasta que el Estado comenzó a regular la construcción a través de reglamentos de edificación. “Como los lotes son cada vez más pequeños, la diferencia entre 20 centímetros de ancho que tenía un ladrillo y los 12 centímetros que tiene ahora es importante porque ocupa paredes muy anchas. Necesito ladrillos más resistentes para levantar en altura, me conviene que sean pequeños porque consumen menos leña y es el Estado el que empieza a regular el tamaño, lo que finalmente se vuelve una costumbre”, indica.
El hallazgo de placas de dirección caducas también cuenta muchas cosas. “Después de 1880 tenías que tener un domicilio legal con un orden de acuerdo a la ley. Ese orden no es aleatorio sino que hay una lógica que se aleja del centro de la ciudad. Hemos encontrado en el basural placas de dirección que ya no se usan más y que no fueron desprendidas sino rotas a martillazos. Lo viejo se destruye a mazazos, no se sabe por qué, y eso es claramente la presencia y la intervención del Estado”, relata Fernetti.
En ese desafío de descubrir aquella historia enterrada, la recolección de fragmentos permite armar colecciones para estudiar tema por tema. Un proceso de análisis que invita a pensar y a elaborar especulaciones sobre lo encontrado.
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El trabajo en territorio permite conocer costumbres de los antepasados.
La adrenalina de pensar
El antropólogo define a sus estudiantes como curiosos y propositivos. “Ni nosotros fomentamos charla magistrales, ni estos alumnos reciben pasivamente conocimientos”, dice, lo que da como resultado un taller donde prima el análisis y los debates colectivos sobre la historia y la política de la ciudad.
La pasión por la historia es un común denominador en este grupo de estudiantes. “Me interesa la arquitectura, tuve un gran maestro que fue Iván Hernández Larguía. Con esta cátedra fuimos al Museo Estévez, la gente no tiene idea de la riqueza que hay ahí, a mí me interesa toda la historia”, dice Héctor, uno de los alumnos de la cátedra, quien en el pasado se formó en la Facultad de Filosofía y Letras hasta su exilio del país. María Rosa también toma la palabra y agrega: “Siempre me gustó la arqueología y pensé en estudiarla, aunque estudié ciencia política. Cuando ví que se dictaba acá me tiré de cabeza. Estoy muy entusiasmada, espero que se dicte un segundo año. Podemos tocar el material, estudiarlo y clasificarlo”.
Fernetti dice que esa adrenalina que pudo identificar en sus estudiantes expedicionarios también es buscada por ellos mismos, que se niegan a desarrollar un curso rutinario y a ser los depositarios del saber que le aportan instrucciones a sus alumnos. “Nosotros renegamos de Indiana Jones, ese personaje que se lleva las cosas en función de su valor material, del oro y de lo mágico. Y creemos que la única manera de obtener la adrenalina de este personaje es pensando”, dice, y reafirma que para lograrlo la cátedra apuesta al análisis y a la retroalimentación. Un desafío posible, porque el curso está integrado por estudiantes dispuestos a llevarse experiencias y saberes autoconstruidos.
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Los trozos de loza, claves para acercarse a la historia de la ciudad.
Los fragmentos recolectados en La Basurita y en otros sitios, combinados con otros documentos, arrojan información que permite a los alumnos avanzar en la formulación de hipótesis. Así nació lo que llamaron la “ley del plato” y la “ley de la flor”. En general, los sitios aportan abundantes fragmentos de lozas y vajillas que los alumnos se ocuparon de cuantificar y clasificar, lo que les permitió ver que los materiales que mas abundan son los platos. ¿Por qué? “Uno de los alumnos aportó que probablemente el plato sea el objeto más usado en un contexto de barrio obrero, como puede ser Refinería o la Laguna de Mandinga, y que está muy vinculado al consumo de gente trabajadora”, cuenta el profesor para explicar el nacimiento de la “ley del plato”, por la cual los restos de platos rotos (y no de tazas) son mayoría en todos los basurales rosarinos. Y agrega: “Tratándose de un objeto que uso todos los días, lo mas probable es que en un basural aparezcan mas platos que tazas de té. Las botellas se cuidaban más porque se usaban de nuevo, entonces es probable que en vez de romperse estén en otro lado”.
Otro de los temas que se abordó en el curso fue el de la decoración de las lozas, y a partir del análisis de fragmentos surgió la “ley de la flor”, que expresa que de todas las decoraciones que puede tener una taza o un plato la más frecuente es la flor, que es un indicador de consumo universal. “Entre una figura geométrica o una figura de un animal, se prefiere una flor para decorar. ¿Por qué?, porque a todo el mundo le gustan las flores y además se puede contemplar en este dato cuál es el rol de la mujer”, indica el docente, e insiste que estas ideas son hipótesis que nacen del análisis compartido y que deben ser probadas.
Por estos días los estudiantes de arqueología urbana de la Universidad Abierta para Adultos Mayores se abocan a preparar una exposición abierta a la comunidad universitaria en la que mostrarán los fragmentos hallados y los estudios derivados de ellos.