Esperado en todos los campamentos políticos, el fallo contra Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad marca el capítulo de cierre del año en el siempre caliente diciembre y anticipa la temporada política de 2023. La sorpresa vino en la escena final, cuando la vicepresidenta aseguró que no será candidata el año próximo.
Como era previsible, la sentencia a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por el delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública ratifica las creencias previas de todos.
Mirada a través del lente de la grieta, para unos es una nueva demostración del lawfare y un intento de proscripción. Para otros, la constatación de que todo lo que se denunciaba era cierto. Así opera el sesgo de confirmación: cada quien ve lo que quiere ver.
En su extenso alegato político post sentencia Cristina trató de galvanizar el núcleo duro y apuntó a los adversarios de siempre: sectores de la política, el Poder Judicial, el empresariado y los medios de comunicación.
Lejos del papel de leona herbívora inspirada en el Perón del retorno que adoptó en sus últimas apariciones, CFK archivó las convocatorias al diálogo y los guiños a otras fuerzas, como el radicalismo.
Se verá si lo que dijo ayer se trata de un renunciamiento histórico, un dicho producto de la emoción o una fase más de un operativo clamor para que no vuelva a su casa y finalmente se calce el traje de candidata, otra vez.
Hasta acá, Cristina parecía escribir su propia versión de la novela de Lula. El problema para adaptar ese guión es que el sucesor de Jair Bolsonaro fue encarcelado y absuelto durante los gobiernos de derecha que vinieron después del más que endeble juicio político a Dilma Rousseff y el ex líder metalúrgico podía prometer una vuelta a los años felices del PT.
Más allá cuán sólido fue el proceso judicial que terminó con su condena, Cristina no puede despegarse de un gobierno que nació de un tuit suyo en la mañana del sábado 18 de mayo de 2019 y que lejos de volver a la edad de oro del primer, segundo y tercer kirchnerismo ingresa a su último año de mandato con una inflación interanual de 88 por ciento y una pulverización de los ingresos en pesos.
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Así como en 2019 la jugada de ubicarse como vice permitió reunificar al panperonismo y ganarle en primera vuelta a Macri, un eventual paso al costado de CFK podría desbloquear el escenario para las distintas tribus justicialistas, que habían atado por convicción o resignación su suerte a los movimientos de Cristina.
Paradójicamente, con la identidad kirchnerista sólida pero minoritaria, los más beneficiados de ese movimiento serían Sergio Massa, que viene aplicando un ajuste implacable desde el quinto piso de Economía con la venia de Cristina, y los gobernadores. Todos tienen vínculos fluidos con el establishment económico que, según Cristina, quisiera que fuese su mascota. Si el oficialismo se ordena, repunta la economía y encuentra un candidato que pueda reconectar con votantes blandos e independientes, hay 2023. Sigue siendo difícil, pero no imposible.
Pero además, la decisión del tribunal oral contra Cristina y su intención de volver a su casa en 2023 genera un nuevo escenario en Juntos por el Cambio.
El derrotero de Cristina por los tribunales envalentona a los halcones pero si la actual presidenta del Senado finalmente no es candidata son las palomas de la alianza entre el PRO, la UCR y la Coalición Cívica —interesadas en dejar en segundo a plano a Macri, que se mueve en espejo a Cristina— quienes quedan mejor posicionadas.
Ese panorama obligaría a la coalición a encontrar un nuevo aglutinante y afinar el lápiz para reescribir una narrativa de futuro, donde duros y blandos discuten la dosis de anestesia pero no la terapia a aplicar.
Dado que los tiempos extremadamente largos para llegar a una sentencia firme y el hecho de que Cristina cumplirá 70 años en febrero las chances de que vaya a prisión son prácticamente nulas. Lo que sí es seguro es que en 2023 Cristina no abandonará el centro del escenario. El final de la película todavía está por escribirse.