El termómetro arañó este martes los 42 grados de sensación térmica en la Ciudad de Buenos Aires. El calor sofocante fue un fiel reflejo del ánimo de las cientos de personas que se acercaron al Congreso de la Nación para expresar su rechazo a la ley ómnibus impulsada por el presidente Javier Milei. "Es como una olla a presión", comentó una chica a La Capital. No especificó si se refería al clima o a la situación del país. Aplicaba para las dos.
La Cámara baja retomó, a las 14.30, la sesión especial para tratar en particular el articulado de la polémica ley, que recibió el viernes el respaldo en la votación en general de 144 diputados contra 109. Si bien se preveía un debate extenso, pocos avizoraron semejante revés para el gobierno.
Finalmente, la ley volvió a comisión y el debate en Diputados empezará de cero. Mientras se cocinaba la noticia, un viento sorpresivo bajó la temperatura más de diez grados. El alivio fue inmediato. La chica ya no estaba para confirmarlo, pero también aplicaba para el clima y para la situación del país.
Un pedido de cuarto intermedio, alrededor de las 18.30, provocó tensión dentro del recinto y desconcertó a más de un legislador. El mismo se determinó tras el rechazo de varios artículos, por lo que algunos diputados salieron a las apuradas y desorientados. Estaba pasando algo y pocos sabían qué. El final fue inesperado: el oficialismo regresó y puso fin a una sesión que prometía extenderse por varios días.
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Unidad de los trabajadores
La Plaza del Congreso fue escenario de una larga jornada. Alojó desde temprano a los partidos de izquierda, que intentaron, con poco éxito, resguardarse del sol con paraguas. Sin sombra, pero con abanicos y botellas de agua que pasaban de mano en mano, militantes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y el Partido Obrero (PO), entre otros partidos, empezaron a llegar pasado el mediodía para instalarse frente al Congreso de la Nación y reiterar su posición contra la ley ómnibus. Nada parecía indicar que terminarían el día cantando y celebrando el traspié del gobierno libertario.
Alrededor de las 13.30, una hora antes de que inicie la sesión, reporteros gráficos agrupados en la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (Argra) realizaron un "camarazo" frente al Congreso para denunciar la represión que sufrieron decenas de periodistas por parte de fuerzas de seguridad durante las jornadas de movilización de la semana pasada.
El tradicional grito "Unidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode" irrumpió en el mediodía porteño. Con las cámaras en alto y acompañados de colegas de medios públicos y privados, exigieron "poder trabajar libremente". La postal fue impactante.
Sebastián Vricella, presidente de Argra, sentenció que "está en riesgo la libertad de prensa". "Tenemos que parar con todo esta represión, sabemos que en Rosario también hubo compañeros y compañeras detenidos. El protocolo es inaplicable cuando nosotros tenemos que ejercer el derecho a trabajar. Tienen un desconocimiento total de lo que es un trabajador de prensa", analizó con dureza.
Reclamo de los jubilados
Muchos de los legisladores que ingresaron temprano al recinto fueron recibidos con gritos y carteles de un puñado de jubilados que, pese a las altas temperaturas, se mantuvieron de pie para manifestarse en contra de los artículos que -dicen- los perjudica.
"Estamos mal ahora, imaginate lo que va a ser dentro de unos años más", expresó uno de los jubilados. En tanto, muchos de ellos remarcaron que "pasan hambre" y que todas las jubilaciones, no sólo las míninas, no alcanzan.
Sin que lo alertaran los pronósticos oficiales, pasadas las 17.30, el clima cambió abruptamente. Una brisa alivió el calor asfixiante y refrescó a los manifestantes, que continuaban acercándose a la plaza para "presionar a los legisladores" y pedirles que "no vendan la Patria". Los vientos estaban cambiando, adentro y afuera del recinto.
Un grito de desahogo
Pese al reclamo que vienen sosteniendo desde hace más de un mes y el anhelo de que el texto caiga, la noticia sorprendió a quienes se acercaron a las inmediaciones del Congreso. Rápidamente empezaron a escucharse cacerolas, bocinazos y batucadas. La primera reacción fue unánime: alegría y desahogo.
Custodiados por la policía, que aplicó el protocolo anti piquetes de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, todos suspiraron aliviados, liberaron la tensión, hubo abrazos, celebraciones y hasta llantos.
Más tarde, algunos manifestantes aprovecharon la ocasión para desahogarse y celebrar después de días de lucha y se bailó al ritmo de "Peluca, te tiramos las leyes". Otros eligieron un camino más sobrio y anticiparon que se trata de un gran avance para frenar la iniciativa del gobierno nacional, pero que "hará falta más resistencia".
Eso sí. Todos los que estaban este martes a la noche en la plaza coincidieron en dos cosas: que los derechos se conquistan y se defienden en las calles y que urge un paro nacional de la CGT para terminar de cajonear la ley ómnibus.
La jornada confirmó una certeza siempre vigente: el clima puede ser impredecible y cambiar de un momento para el otro. La política también.