En el último tramo del juicio conocido como causa Vialidad, Cristina Kirchner utilizó el recurso procesal de “últimas palabras” para profundizar su interpretación de que está siendo víctima de un típico caso de lawfare, en referencia al sistema de persecución judicial pacientemente tejido desde los sectores económicos dominantes en varios países, de manera simultánea (en Brasil el caso emblemático es el de Lula) y con la participación activa de la Embajada de Estados Unidos, la acción sistemática del sistema de comunicación y la dirigencia política que adversa con gobiernos nacionales populares y de izquierda, y el involucramiento directo de buena parte del sistema judicial. El único de los tres Poderes del Estado que no se elige por voluntad popular, que permanece a perpetuidad en sus cargos, que tiene sueldos superiores a otros agentes estatales con similares tareas y que no paga impuesto a las ganancias.
La vicepresidenta, a pocos días de recibir una condena en primera instancia, tramita y denuncia inacción y animosidad política de parte del juzgado en la causa en la que fue atacada, y estuvo a un tris de morir, en la puerta de su casa de Juncal 1411, en la noche del 1º de septiembre pasado. Y, en simultáneo, reagrupa y reorganiza de manera creciente y con buenos resultados a la fuerza política que constituyó en 2019, y de la que ella misma se definió como “referente principal, por los votos”, el Frente de Todos (FdT). Que está hoy en condiciones perdidosas en la consideración pública, se presume por la decepción en el plano económico que padece al menos la mitad de los argentinos, mayoritariamente la base de la pirámide social, votantes del peronismo.
Fueron 20 minutos de “últimas palabras” desde su despacho del Senado y en los que la ex presidenta se volvió a enfocar en la determinación política que estaría llevando adelante el juzgado que la sentenciará, sin argumentos jurídicos, pero con el apremio ineludible de “gatillar” la sentencia condenatoria a como dé lugar. Cristina refirió a un título anticipatorio, y a la vez escalofriante, del 12 de septiembre en el diario Clarín: “La bala que no salió y el fallo que sí saldrá”.
Historial
También Cristina repasó momentos de la historia nacional donde la comunicación hegemónica asociada al Poder Judicial y económico permanentes, y al poder político autoritario, militar, no democrático o contingente, lograron construir con éxito una conciencia pública de tolerancia mayoritaria a algunas formas de aberración republicana.
En ese sentido, reflexiono sobre la humillante acordada de la Corte Suprema de Justicia de septiembre de 1930 que avaló sin titubear el primer golpe militar a un gobierno democrático. También la vice vino a un tiempo más cercano y oscuro respecto de la actuación de sistema judicial. Durante el terrorismo de Estado, los jueces rechazaban sistemáticamente los hábeas corpus, un recurso de última instancia interpuesto para rescatar en vida a las personas desaparecidas (secuestradas).
Cristina reiteró que los argumentos de los fiscales que la acusan, Diego Luciani y Sergio Mola, son falaces y políticos y están predeterminados en otras instancias no precisamente en sede judicial. “Nunca nos van a perdonar que nos sacamos de encima al FMI y que recuperamos los fondos de pensión (Afjp) e YPF”, entre otras cosas, apuntó.
Las cartas están echadas: Cristina, sin eufemismos, enfrenta sin tacticismos ni especulaciones transitorias la potenciada ola persecutoria y proscriptiva que se despliega con intensidad creciente sobre ella y su marido en vida desde 2005, cuando los Kirchner decidieron “independizarse” de su político mentor, Eduardo Duhalde.
Está por verse si el nuevo mote con que será nominada a partir de los próximos días, “la condenada”, que seguramente se repetirá como un loop en las plataformas mediáticas con audiencias mayoritarias, consigue o no el efecto político buscada por quienes sueñan obsesivamente con eliminarla del juego político. Incluso con un balazo, de acero, o judicial.
Porque en simultáneo, Cristina “arma”, se reúne con diferentes dirigentes del peronismo y diseña una jugada de salida tal vez inesperada en un partido electoral para 2023 que está chivo como nunca.
El sistema judicial, la oposición política y el entramado mediático que los conduce no desconocen que del otro lado está el peronismo. Que no es infalible, desde ya, pero que tampoco está terminado ni en retirada. Esto es la Argentina, el país de los grandes problemas sin resolver y, a la vez, el de los talentos excepcionales. Cristina, con su heroica persistencia y resistencia, podría volver a hacerlo. Todo indica que lo intentará. Final abierto, otra vez, para la gran película política nacional.