Hace dos meses, según coincidieron varios vecinos, un hombre empuñando una pistola se paró frente a una casa ubicada a mitad de calle Franklin al 7900 y gritó que no se vendía más. Luego hizo un par de disparos contra la fachada de una casa humilde de dos plantas dejando en claro que “si seguían vendiendo los tiros no iban a parar”, explicó un residente. A las puertas de la casa marcada, el lunes al atardecer una decena de pibitos jugaban cuando “una moto grande” que podría ser una Honda Twister o Titán, se detuvo ante la vivienda frente a la que jugaban los chicos y dispararon una decena de veces. Uno de esos disparos impactó en Ximena, una nena de dos años que había llegado al barrio para el cumpleaños de su abuela que vive enfrente.
“Nosotros no nos metemos con nadie. Estábamos tomando mates y la moto pasó y se escucharon los disparos. Pasaron y tiraron. No midieron nada. Tampoco les importó”, reflexionó la abuela de Ximena, quien se recupera en el Hospital de Niños Zona Norte. La buena fortuna quiso que el proyectil perforara el bajo vientre de la nena sobre el costado derecho lesionando sólo la cresta ilíaca. El proyectil no tocó ningún órgano vital y quedó en terapia intensiva para un mejor monitoreo. Por la tarde los médicos valoraban pasarla a una sala general. “La bala no afectó órganos vitales y está estable en terapia intensiva”, explicó Mónica Jurado, directora del Hospital de Niños Zona Norte.
Buena parte de los barrios empobrecidos de Rosario se han transformado en un gran campo de batallas. En las últimas semanas se conocieron varios ataques a balazos que, en el fragor de “aplicar mafia”, han tenido a niños menores de 12 años como blanco de los ataques. En la mayoría de los casos los niños heridos son parte del daño colateral de la violencia que en el primer trimestre del año 2021 tuvo 215 heridos, sobre los 184 del mismo período de 2020.
En los últimos dos meses comenzó a detectarse que un sector de la delincuencia tomó a los niños como parte del objetivo de los ataques a balazos. Dos semanas atrás, en una balacera en Arévalo al 6100, en el barrio Ludueña, una una mujer de 27 años que está embarazada y sus dos pequeños hijos, de 1 y 8 años, resultaron baleados. Los allegados a las víctimas se mostraron convencidos de que el blanco eran los nenes. “Vinieron por los chicos. No tienen huevos estos hijos de puta. El blanco eran las criaturas”, rezongaron a coro dos tíos de los pequeños.¿Lo mismo pasó con Ximena?
“Los que tiran están muy atentos a como salen en los diarios y los noticieros. Saben muy bien el impacto público que tiene herir a niños y por eso han cambiado esa modalidad. En una investigación abierta sobre sicarios y tira tiros puede escucharse a un sicario contar que había herido por error a una nena. Al contarlo dijo «pobrecita», pero inmediatamente agregó alejándose del remordimiento: «Bueno, pero la cosa es así»”, comentó una fuente calificada de investigaciones sobre abuso de armas, intimidaciones públicas y tentativas de homicidio.
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Calle marcada
Visualmente Franklin al 7900, entre Sánchez de Loria y Tarragona, no es la peor cuadra del empobrecido barrio Emaús. Sin embargo, desde hace dos meses, los vecinos de la zona evitan caminar por esa calle sobre la que pesa amenaza de lluvia de plomo. “Hace dos meses que todos sabemos que iban a empezar a pasar y a tirar. La cuadra está marcada. Va, la cuadra no. Solo una casa. Pero acá todo el mundo sabe”, indicó una vecina. “Mi marido me dice: «No vayas por Franklin porque te van a cagar a tiros. Mirá que las balas no reconocen buenos de malos». Y hay mucha gente que rodea Franklin para hacer mandados”, comentó una residente. El caminar por calle Franklin genera tensión.
“Lo mejor que podés hacer es no saber. No averiguar. Mientras menos sepas, mejor para todos. No vaya a ser que por hacer lo que está haciendo usted me caguen a tiros la casa”, agregó una residente. ¿Pero cómo les llegó la amenaza?, preguntó este cronista. “Se paró un tipo frente a la casa con un fierro en la mano, que a los gritos les dijo que no vendieran más. Y después empezaron las balaceras”, indicó la vecina. “Lo que pasa es que los vecinos no podemos hablar porque acá todos miran y por cualquier cosa amaneces con la casa baleada. Esto es zona roja, señor. No entran taxis ni ambulancias”, indicó otro residente.
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Durante la última década la geografía de los barrios 7 de Septiembre, Fisherton Norte, Emaús, Stella Maris y el asentamiento conocido como La Bombacha se fueron consolidando como un territorio en pugna por diferentes jugadores en el tablero del narcomenudeo y la disputa territorial. De acuerdo a una investigación de la fiscal federal Adriana Saccone en una causa que fue elevada a juicio recientemente, la zona norte y noroeste de la ciudad está siendo bajo el poder de Ariel Máximo “Guille” Cantero, su ladero Leandro Alberto “Gordo” Vilches (de la banda de Los Monos) y la concubina de este último, Gisela Vanesa “La Gi” Boccutti.
Dentro de esta estructura hay otros tres pesos pesados de la zona noroeste como son Tania Rostro (Nuevo Alberdi, Churrasco, La Cerámica y la ex Zona Cero), su concubino, Daniel “Pato” Orellana y Gustavo “Toro” Martinotti (7 de Septiembre). Siempre de acuerdo a esa investigación desde diciembre de 2017 al menos el “Pato” y el “Toro” entraron en conflicto por la venta de drogas en los monoblocks al oeste de Circunvalación.
Balas y muerte
Con ese escenario macro en once meses en un radio de tres cuadras por tres se produjeron cuatro asesinatos. El de Rodrigo Alejandro “Roro” Soraire, el 13 de Mayo de 2020 en Martínez de Estrada al 7900; Ramón Esteban “Ramoncito” Velázquez, el miércoles 17 de febrero pasado en el lavadero que tenía en Martínez Estrada al 7600; Jorge “Ko” Morel, el pasado 27 de marzo y Juan José López, el viernes 2 de abril último. La hoja de ruta de estos asesinatos marcaron que “Roro” Soraire estaba vinculado con “Toro” Martinotti; “Ramoncito” Velázquez era un testigo, un “arrepentido”, que supo integrar la banda de Tanía Rostro; el crimen de “Ko” Morel, según el vecindario, estaría enmarcado en el narcomenudeo y López, ajeno a todo hecho, trabajaba para un tío de “Ko”.
A esta lista se le debe sumar el ataque en la canchita de Juan B. Justo al 8400, el 10 de marzo pasado, que terminó con media docena de baleados y los seis ataques a balazos en un mes que debió soportar la cuadra de Maradona al 800 bis en barrio Stella Maris. El último de esos ataques ocurrió el pasado martes 23 de marzo. El saldo de esas balaceras fue un vecino herido por proyectiles en la pelvis y la pierna izquierda. Y otro dato no menor es que Franklin al 7900 está influenciada directamente por el "búnker del medio", histórico punto de venta de drogas de Tarragona al 1100 bis, que trabaja bajo la modalidad delivery o la dinámica del “stop and go”.