Los vecinos contaron que se movieron como un grupo comando. Al menos dos hombres armados bajaron de un Renault Sandero color gris e ingresaron a un complejo de fútbol 5 ubicado en Juan B. Justo al 8400, entre Olmos y García del Cossio, en Fisherton Norte. Los pistoleros caminaron decididos, resueltos, hacia la única canchita del lugar en la que un grupo de pibes del barrio Stella Maris terminaba de jugar y otro, de barrio Hostal del Sol, se preparaba a ingresar. Al filo de las 21 los tiradores se dispusieron a altura de los córners más cercanos al ingreso y comenzaron a disparar a dos armas con 9 milímetros haciendo tiro al blanco. Seis muchachos de entre 21 y 31 años resultaron heridos de diversa gravedad en otro ataque a balazos en la ciudad.
“Se escucharon como 20 detonaciones. Parecían cuetes, pero estaba claro que no lo eran. Cuando nos asomamos a la canchita los pibes se trepaban por las paredes de los tapiales de las casas vecinas (más de dos metros) para escapar. Uno quedó malherido tirado en el medio de la cancha. No mataron a nadie porque no quisieron. Terminaron su trabajo y se fueron en el Sandero que esperaba estacionado sobre Juan B. Justo”, explicó una vecina que presenció el ataque. “Fue demencial y a todos nos dejó helados. Este barrio es un desastre. Estamos rodeados de lugares donde se vende droga. «El búnker del medio» (histórico punto de venta de drogas ubicado a unas diez cuadras, a la altura de Tarragona al 1100 bis) sigue funcionando. Pero nunca pensamos que podía ocurrir algo en la canchita de fútbol”, agregó otro vecino.
A la hora de explorar él o los por qué del demencial ataque algunos vecinos prefirieron mirar para el costado y dejar que las preguntas se diluyeran en el aire aunque otros se animaron a indicar que el blanco del ataque no eran “los pibes de Stella Maris” sino los de “Hostal del Sol” el problema se dio en que al momento del ataque los de Stella Maris estaban terminando su partido y los de Hostal del Sol estaban por entrar a jugar. ¿El móvil? “Acá te la pueden dar por cualquier cosa. Se dice que había una bronca hacia esos pibes (de Hostal del Sol) pero el porqué lo saben ellos y los que le tiraron. Puede ser por falopa. Pero también por venganza o por querer quedar con más cartel que otros. Esto es un desastre”, indicó un residente.
Territorio picante. Juan B. Justo al 8400 es un territorio picante inmerso en la confluencia de los barrios Fisherton Norte, Emaús, Stella Maris, la villa La Bombacha y más allá, los monoblocks del 7 de Septiembre y la barriada Hostal de Sol. Un territorio que desde hace más de una década está inmerso en una disputa territorial por el control de las calles; una guerra manipulada según las últimas investigaciones provinciales y federales por gente de las bandas de Los Monos, liderada por Ariel Máximo “Guille” Cantero, su ladero Leandro Alberto “Gordo” Vilches y su concubina Gisela Vanesa “La Gi” Boccutti. Y dentro de esa estructura otros dos pesos pesados de la zona noroeste como son Tania Rostro, su marido Daniel “Pato” Orellana y Gustavo “Toro” Martinotti. Y en ese contexto de violencia callejera los delitos adosados como el robo, el arrebato y el oportunismo para el hurto o robo de celulares, bicicletas, autos y motos. “Este barrio está cada vez más desastrozo”, sintetizó una vecina de la zona. “Este barrio está perdido por la droga”, agregó otro residente.
Desde hace seis años sobre Juan B. Justo al 8400 se levanta la canchita de fútbol de césped sintético “De taquito”. Un complejo de actividades deportivas, con una canchita de fútbol 5 y con un espacio destinado al estacionamiento de autos para vecinos. Por su puerta pasan las líneas de colectivos 110 y la actual 130/146. Uno de los laterales del complejo es un espacioso salón de actividades múltiples. Al repasar el perfil de Facebook del “De taquito” puede observarse un catálogo de postales de cumpleaños y eventos sociales de los vecinos además de los entrenamientos de la escuelita de fútbol ocurridos en los últimos cinco años. Un lugar de reunión vecinal.
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Al lugar se ingresa por dos portones. Uno de chapón ciego por el que ingresan los jugadores y el público; y el otro, más rudimentarios, por el que ingresan los autos al estacionamiento. Este portón estaba abierto la noche del miércoles, algo que según los vecinos no era común. Alrededor de las 21 en “De taquito” había alrededor de 30 personas entre los quienes miraban partidos y esperaban para jugar. Entre ellos había al menos tres nenes de menos de 10 años. En el perímetro de la cancha, cercada por una red, estaban jugando Juan José M., de 25 años; Juan Carlos S., de 25; Agustín Julián P., de 25; Matías Nahuel P., de 31; Luis Alexis Agustín G., de 22; y Gastón S., de 22. Todos recibieron heridas y roces de bala en distintas partes de su cuerpo.
“Fue como que pescaban en una pecera. Como jugar al tiro al blanco en un polígono. Los tiradores disparaban desde los extremos de la canchita mientras los que estaban adentro saltaban como gatos para escaparse de los disparos. Se trepaban por la red (perimetral de la cancha). A dónde te vas a escapar trepando por la red”, contó un testigo. A todos los consultados, vecinos y testigos, les quedó la misma sensación: los tiradores no mataron porque no quisieron.
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La balacera generó el desbande. “Parecía que alguien se había llevado por delante un hormiguero. Abrieron el portón y a los empujones empezaron a salir autos con heridos, autos estacionados y motos con vecinos”, indicó una residente. Así a partir de las 21.15 comenzaron a ingresar heridos a los hospitales llevados por los propios compañeros de futbol en autos particulares. En el Hospital de Emergencias fueron asistidos Juan José M. con múltiples heridas en sus piernas; Juan Carlos S. herido en el tórax y las piernas; Agustín P. con impactos en piernas y Matías P. con una herida en una pierna. Posteriormente, en el Policlínico San Martín fueron asistidos Luis G. con una fractura en su pierna izquierda y Gastón S. con una herida en el hombro izquierdo.
El caso quedó en manos del fiscal de Flagrancia Rodrigo Santana, quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran sobre el territorio recabando testimonios y relevando cámaras de video vigilancia públicas y privadas, que a simple vista no se visualizaban. En la canchita no había cámaras.