Un policía fue condenado a 4 años y medio de prisión tras un juicio oral por la muerte de Nicolás Cano, a quien baleó con un disparo en la cabeza al intervenir en una gresca familiar que se desató en noviembre de 2022 en Empalme Graneros. Un tribunal integrado por tres jueces consideró al efectivo José Alberto Alegre autor de un homicidio culposo, es decir, cometido con imprudencia pero sin intención de matar al joven de 26 años.
La condena se dictó al finalizar el juicio contra el uniformado en el Centro de Justicia Penal. Si bien la fiscal Carla Ranciari le atribuyó al policía el delito de homicidio doloso agravado por el uso de arma de fuego, y solicitó la pena de 15 años de prisión, los jueces se inclinaron por otro encuadre.
Los magistrados Valeria Pedrana, Carlos Leiva y Nicolás Vico Gimena condenaron a Alegre a 4 años y medio de prisión como autor de un homicidio culposo. Además le impusieron una inhabilitación especial por seis años para desempeñarse como funcionario público, ser miembro de fuerzas de seguridad o portar armas de fuego.
El 27 de noviembre de 2022, el efectivo de la Policía Comunitaria llegó con un compañero de patrulla hasta la casa de la víctima en Campbell y Juan José Paso tras un llamado al 911 que pedía asistencia por un incumplimiento de una violación de acercamiento.
Cuatro llamados
Había sido la madre de Nicolás quien llamó a la policía ante la violenta llegada de su exmarido, el padre del muchacho, que estaba borracho y se estaba trenzando en una pelea con su hijo. “Mi marido vino a hacer problemas, vengan que no quiero que pase nada malo”, rogó la mujer. “Es imposible separarlos”, se escuchó en otra llamada. “Un pibe re drogado le está pegando al padre y a la madre”, dijo otro vecino al 911 antes de que la madre del chico hiciera un cuarto llamado: “La policía vino y mató a mi hijo”.
Según el planteo de la fiscal en el juicio, al llegar al lugar el policía descendió del móvil y se acercó a separar a padre e hijo, que discutían a gritos y estaban próximos a trenzarse a golpes de puño. Se encargó de separarlos y, detentando un subfusil provisto por la armería central, “apuntó contra la integridad física” de Nicolás Cano y luego efectuó un disparo que impactó en el cráneo de la víctima. El joven falleció horas después en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca).
El policía quedó detenido y fue imputado días después por el crimen, en medio de cuestionamientos ante el despropósito de que acudiera con una ametralladora a intervenir en un incidente familiar. Entonces declaró ante un juez y lamentó la muerte del joven, que adjudicó a un accidente motivado por una amenaza de la víctima que derivó en un forcejeo fatal. En una versión distinta, en aquella instancia cuatro testigos aseguraron que el homicida apuntó y tiró a matar.
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“Cuando llega la policía me entrevistaron y les mostré la prohibición de acercamiento. Pero enseguida el alto (el compañero de Alegre) se puso a hablar con el padre y el otro con Nicolás. Este hace un movimiento con las manos y se escucha una explosión. «¿Qué hiciste?», le dije”, declaró en aquel entonces la madre de Cano. Incluso un testigo que dijo haber visto a Nicolás gritarle a Alegre sostuvo la versión de la ejecución: “Levantó el arma y le disparó como a un metro de distancia”.
El disparo accidental
“Lamento el fallecimiento del muchacho”, comenzó a declarar ese día Alegre, antes de afirmar que vivió “otra cosa” que lo relatado por Spelta. Comenzó su reseña contando que ese día estaba trabajando desde las 4 de la mañana en una serie de allanamientos. Y que cuando llegaron a Campbell al 600 bis alcanzaron a entrevistar a una mujer —la madre de Nicolás— pero enseguida debieron intervenir porque había un hombre insultando a vecinos y a los propios policías. El uniformado dijo que ante esa situación decidió ir hasta la camioneta policial a buscar la ametralladora para preservarla y la colgó de la correa de su chaleco.
“Cuando el hombre (por el padre de Cano) vio que nosotros podíamos llevarlo a la comisaría tomó una bicicleta para irse. Entonces apareció otro hombre (era Nicolás) con el torso desnudo y ambos comenzaron a agredirse. Cuando vamos a separarlos el joven se abalanza sobre mí y me dice «a vos también te voy a dar, vigilante» y empezamos a forcejear. Yo quise preservar las dos armas (la FMK3 y su pistola reglamentaria 9 milímetros) y sale una detonación. Veo que el chico cae y me empiezan a pegar. Retrocedo y me pongo junto a la camioneta. Subimos con mi compañero (que resultó herido en la frente) y nos empezaron a tirar piedras, dos ventanas estallaron”, narró el acusado sobre lo que afirmó haber sido un accidente.
Desde el comienzo, la defensa del policía planteó la teoría de un hecho accidental, es decir culposo, cometido en medio de condiciones de trabajo extenuantes luego de varias horas de trabajo. La controversia llegó hasta el juicio y finalmente el tribunal se inclinó por el encuadre culposo, por motivos que se conocerán cuando se difundan los fundamentos del fallo.