La supuesta competencia desleal que encarnarían los deportistas con cuerpos masculinos en categorías femeninas es una vieja discusión y una batalla por la inclusión del colectivo trans. Ayer se conocieron dos nuevas luchas: una ocurrió en el ámbito del hockey de la provincia de San Luis y se ganó; la otra se dio en el exterior, en el fútbol australiano, y se perdió. Una de cal y una de arena. ¿Qué diferencia un caso de otro? Nada más ni nada menos que la existencia de una ley de identidad de género: en Argentina es la 26.743 y se sancionó en 2012. Pero además está vigente una norma de salud mental que se opone a la patologización de las personas trans (ver aparte).
"En todos los deportes, la primera excusa que se da para no dejar jugar a una mujer trans es una supuesta ventaja física. Salvo los deportes que se dividen en categorías por el peso, como la lucha, esto es inaceptable. No existe en hockey, fútbol, básquet u otros tantos deportes una regulación de jugadores por altos, bajos, más rápidos o más lentos. ¿Por qué tendrían que dar cuenta si son trans o no, más cuando hay una ley nacional que aclara que una persona tiene derecho a que se la reconozca según se autopercibe? Son las habilidades las que están en juego y si no pregúntenle a Messi si ser bajito le impidió ser el mejor del mundo", dijo el secretario de Deportes de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (LGTB), Ariel Velázquez, en diálogo con Ovación.
Mia Valentina Gamietea tiene 31 años, nació en Buenos Aires pero es jugadora y árbitro de hockey en San Luis.
"Jugué al fútbol, al vóley, pero intenté con el hockey y acá me quedé: me encanta, juego de 9, arriba", contó, quien trabaja como asistente de enfermería y también como taxista y desde este año dirige el equipo de hockey gay Los Delfines.
Sus problemas con el deporte comenzaron en 2012 cuando recibió el nuevo DNI con nombre femenino. No la dejaron federar porque en la Federación Sanluiseña de Hockey le dijeron que la Confederación Argentina entendía que contaba con una "ventaja física". Es más, le advirtieron que si jugaba, muchos equipos se bajarían de la competencia.
"Tampoco podía jugar con los varones porque ya tenía DNI femenino. Todo se complicó", agregó.
Tras marchas y contramarchas y la presentación de un amparo judicial, Mia logró la autorización temporal para jugar en su club, Cruz Azul, en el torneo oficial de primera. Y ayer el Juzgado Civil y Comercial N°3 de San Luis falló con sentencia firme a su favor.
"El fallo dice que la federación tiene tres días hábiles para concederme la inscripción definitiva. Quiero aclarar que mientras tomó esta resolución la Justicia ningún equipo se bajó porque yo jugaba. Se hizo justicia, estoy contenta por mí y los casos que puedan sumarse al mío", dijo Mia, y de alguna manera se refirió a otras situaciones similares. Con Jessica Millamán (Chubut), Natalia Lazarte (Tucumán), Natasha del Valle (San Juan) y Saida Millaqueo (Bahía Blanca) también la Justicia y el Instituto Nacional contra la Discriminación, Xenofobia y Racismo (Inadi) tuvieron que intervenir para dar una luz verde que no habilitaban las asociaciones.
Las asociaciones y federaciones se escudaban en las recomendaciones de la Confederación Argentina afiliada a la Federación Internacional de Hockey (FIH). El organismo internacional hace mención de que la jugadora debe declarar su identidad de género femenina (y no puede modificarla con fines deportivos por un lapso mínimo de cuatro años) y además la atleta debe demostrar determinados niveles de testosterona en suero. Una serie de humillaciones, análisis y hormonizaciones obligatorias a base de testosterona. Pero la Confederación Argentina tras el caso de Jessica flexibilizó su visión.
"Ninguna recomendación de níngún comité puede estar por encima de una ley nacional. Entendemos la burocracia de una asociación, que alguien complete en una ficha si es hombre o mujer, dada la categoría, pero no que tenga que aclarar que se es trans. El caso de Jessica en Chubut fue paradigmático en materia de discriminación: ella jugaba sin problemas, pero cuando se enteraron que era trans le prohibieron jugar", dijo Velázquez.
En Australia, no
Para la jugadora trans de fútbol australiano Hannah Mouncey el panorama no fue favorable como en el caso de Mia. La Federación de Fútbol Australiano (AFL) anunció ayer que Mouncey no podrá participar en la liga femenina debido a que su físico supondría una ventaja con respecto a sus rivales. Una vez más la misma excusa.
Mouncey de 1,90 m de altura y 100 kilos de peso, había despertado el interés de varios equipos para contratarla, pero finalmente se le negó jugar.
La AFL agradeció a la deportista "su cooperación" y destacó que su contribución servirá para "desarrollar políticas y procedimientos con respecto a los transexuales para los futuros jugadores de la élite".
De todos modos, Mouncey se mostró "decepcionada" en un comunicado y quedó en claro que su decisión es sólo para la próxima temporada. Más teniendo en cuenta que el sindicato de jugadores de la AFL había apoyado a la joven durante todo el proceso.