Newell's tocó fondo. Caminó por la cornisa del descenso como nunca antes en la historia contemporánea. Porque tanto con el Profe Castelli, Ricardo Caruso Lombardi o el Tata Martino jamás llegó a la penúltima fecha con riesgo real de descender. Esta vez sí, el precipicio estuvo ahí nomás. Hizo equilibrio en el abismo. Y zafó con el último suspiro que le quedaba. Aquí aparece un nombre fuerte que dio la cara y cumplió un rol trascendental: Lucas Bernardi.
Porque el capitán del equipo campeón en 2013 asumió el compromiso cuando la ganancia era mínima y la chance de hundimiento era máxima. Un hombre de la casa, que puso al club por delante de todo, que no evaluó las variables costo-beneficio y entregó su compromiso, conocimientos y corazón a tope. Así logró un objetivo trascendental para el presente y el futuro leproso: sostenerse en primera división.
Es tal el desaguisado que atraviesa el mundo Newell’s que estaban dadas todas las condiciones objetivas para que pase lo peor. Un plantel quebrado futbolística y anímicamente. Una alarmante acefalía dirigencial que dejó a Cristian Fabbiani en el cargo hasta las puertas del infierno y en lo institucional hasta postergó la asamblea ordinaria.
La olla a presión que se abrió
Más todo lo que saltó esta semana como una olla a presión: deudas con los jugadores y con todo el personal del club, en un estado desesperante para los trabajadores que dedican su esfuerzo en el día a día en los predios leprosos sin poder llevar el pan a su casa. Ni la construcción de la nueva bandeja del palomar pudo ser celebrada como merecía tamaña obra de infraestructura.
Una especie de “tormenta perfecta” que avizoraba el peor final, el escenario más oscuro. La debacle total. Pero allí en las difíciles hubo un resto y un margen de maniobra para no dar todo por perdido. Cuando las papas estaban hirviendo, cuando casi nadie se hubiera animado en su sano juicio a asumir el desafío, Lucas Bernardi se atrevió a meter las patas en el barro más turbio. A ingresar como un bombero entre las llamas y logró rescatar a Newell’s del desastre.
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El abrazo de los grandes referentes
Lo hizo con firmeza, tranquilidad y sumando voluntades. Entendió que había que recurrir a la mística leprosa, a la esencia del club, a la matriz referencial que hizo grande a la institución. Por ello los notables referentes del club aceptaron gustosos bancar la parada.
El Tata Martino, Maxi Rodríguez, Nacho Scocco, Diego Mateo, Mauricio Sperduti, Raúl Damiani, Mario Zanabria, Sebastián Cejas, el Indio Fagiani, el Tano Vella, Roque Alfaro e Iván Gabrich, entre otros, aportaron desde su lugar, abrazando la cruzada de la salvación.
Lucas ordenó la tropa. Decidió que algunos jugadores ya no estén con el grupo, como Darío Benedetto, Alejo Tabares y Gaspar Iñíguez. Y con el resto del plantel cerró filas y lanzó directivas claras. El capitán Ever Banega cuando estuvo disponible fue el banco de suplentes. Y no dudó en mandar a la cancha a juveniles ya maduros como Luca Regiardo, Valentino Acuña y Facundo Guch.
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Todo Newell's encolumnado
Todos encolumnados detrás de Newell’s y bajo el paraguas de Bernardi. Y llegó la caída injusta ante Unión en el Coloso y los tres puntos de oro logrados ante Huracán en el Tomás Ducó, con los goles de Luciano Herrera y Carlos González, ambos gritos que con el paso del tiempo serán cada vez más importantes en la historia rojinegra y que sonarán como una alarma para que esa situación no vuelva a repetirse.
Luego de la salvación se hizo público lo que era un secreto a voces en la intimidad rojinegra. Sueldos atrasados, deudas con los jugadores e incumplimiento con los empleados de la entidad, estos que también bancaron el momento hasta la salvación y a los que luego no les quedó otra que alzar la voz por una cuestión de lógica supervivencia.
Lo de Bernardi no es nuevo. Ya había regresado al club en 2009 como jugador para la reconstrucción tras la salida de Eduardo López. Y llegó a la gloria con el equipazo del Tata Martino en 2013. Luego tuvo un paso como entrenador y hasta fue director deportivo de la entidad.
Este año estaba al frente de la reserva y cuando sonó fuerte la alarma del descenso del primer equipo, aceptó tomar las riendas de urgencia, tragó saliva, apretó los dientes, apeló a sus conocimientos, ofreció su corazón y logró salvar a Newell’s del descenso. Objetivo cumplido. Demostración de orgullo rojinegro. Resta el cierre del domingo con Racing, pero con Newell’s donde le dicta la historia: en primera división.