Qué caprichoso es el destino. Qué insignificante es hablar de fútbol cuando se apagó la vida del entrenador más formidable y exitoso que tuvo la historia de Rosario Central: Don Angel Tulio Zof. Una noticia lamentable que llegó a San Juan en plena disputa de la final de la Copa Argentina. Un dolor inmenso a la distancia para el pueblo auriazul que lo va a llorar y despedir como se lo merece: con honores y a lo grande. Claro que la pelota nunca paró de rodar en el estadio Bicentenario y tras consumarse el flojísimo 0 a 0 entre canallas y quemeros llegó el turno de la infartante definición por penales para ver quién levantaba la Copa Argentina. Y allí Huracán estuvo más lúcido que Central. Por eso el sueño canalla de cortar casi 20 años de ostracismo de títulos se esfumó, se voló en Globo para perderse detrás de la cordillera de los Andes. Una noche tristísima.
Para hablar de lo menos importante, que es fútbol, en comparación con la vida, hay que decir que la historia deportiva anoche se escribió a mil kilómetros de distancia de Rosario. Que Central arrastraba diecinueve años de sequía en el rubro campeonatos. Que hubo una movilización impactante de parte de los hinchas de devoción incondicional hacia la camiseta auriazul, para que la analice un licenciado en psicología social y le encuentre alguna razón lógica a esta locura colectiva. Este fue el marco de la finalísima de la Copa Argentina, el torneo más federal del país, que en 90 minutos no logró dirimir al campeón y el suspenso se trasladó a los penales.
Demasiada carga de adrenalina hubo en la jornada de ayer en San Juan. Desde la mañana temprano la capital cuyana fue copada por la masa canalla y a primera hora de la tarde la procesión auriazul emprendió una marcha conmovedora hacia el estadio. En vez de pedir pan y trabajo rogaban por una vuelta olímpica.
Con el inicio del juego los nervios hicieron su partido. Central estuvo paralizado por el marco y no logró dar dos pases seguidos. Le costó muchísimo ponerse el traje de protagonista, algo que debía hacer por obligación y peso específico. El Canalla estaba atado, preso de un rol que no sabía cómo asumir. Y Huracán entonces se animó.
En el complemento la historia en vez de cambiar se acentuó para peor. Central estaba cada vez más nublado, aturdido, desconectado. El resultado comenzó a quedar en manos de Dios, de la fortuna o de alguna inspiración individual. El suspenso pasó a los penales y allí fallaron los experimentados Ferrari, Caranta y Encina. Huracán fue campeón. El sueño se esfumó y el dolor por la pérdida de don Angel no tuvo ni el mínimo consuelo. Un día que pintaba para fiesta se transformó en pesadilla.