Es sábado y empieza a bajar el sol en barrio La Florida de Rosario. Los automóviles comienzan a amontonarse en las inmediaciones del Club Social y Deportivo General San Martín, en calle Valentín Gómez al 3700, donde también llegan familias enteras caminando, en motos y bicicletas. Como suele pasar casi todos los meses la institución se prepara para una nueva peña musical. Esta noche se hace "La reservada" y van a sonar chacareras, zambas y carnavalitos. El playón del club se llena de tablones finamente acomodados, dejando espacio para el baile. Los carbones arden en los flamantes asadores. El buffet se llena de gente alegre y la música amplificada envuelve el ambiente, que sobre la noche se percibe de felicidad plena.
En "
Hechos de barrio", la cronista Laura Hintze describe este pintoresco club rosarino: "El club San Martín es una entidad de 200 metros cuadrados, 218 socios y 11 mil pesos mensuales de luz que tiene lo necesario: una cancha para fútbol masculino y femenino, patín, tablones, baile o carnaval; un escenario al fondo; dos baños, un salón, un buffet y una infaltable cancha de bochas. Tiene un busto color cobre del General San Martín y en las paredes, trazos de graffitis y murales que desde 2010, cuando volvieron los pibes, se fueron acumulando. El club se mantiene con una cuota de 50 pesos, actividades recreativas para los vecinos y vecinas, y muchas pilas de viejos y jóvenes de la zona que por convicción militante, amor a la institución o pasión por las bochas y la caña no dejan de ir cada día a habitar el lugar".
Esteban Julián Ortega es el Secretario General del Club Social y Deportivo San Martín, es uno de los jóvenes que tomaron la posta para "resignificar" un espacio que durante muchos años estuvo caído. "Cuando nos dicen que somos un club recuperado, decimos que sí. De alguna manera se lo recuperó institucionalmente porque hacía treinta años que no se presentaba un papel. Pero nosotros decimos que lo resignificamos, no lo recuperamos, porque cuando llegamos todavía había gente comprometida que lo mantenía vivo".
El San Martín se fundó en 1949 y durante los primeros años funcionó como un club tradicional de barrio donde se hacían peñas, milongas y se practicaban distintos deportes. Ese brillo que hoy están recuperando, fue opacado en los períodos socialmente más complejos del país. "En la década del '70 el club se vino abajo, según consta en actas. En los '80 se intenta activar nuevamente, pero se vuelve a caer en los '90. Nosotros siempre marcamos esas dos épocas porque es justo el momento de la dictadura militar en los 70 y el neoliberalismo de los 90 que hicieron caer este tipo de instituciones. Y lo podemos corroborar con un montón de otros clubes de barrio que pasaron la misma, y también otras organizaciones como mutuales, bibliotecas, vecinales", señala Ortega.
Resignificar el espacio
Fue en 2010 cuando un grupo de jóvenes acompañado por familias y trabajadores del barrio se acercaron al club con la propuesta de crear espacios de participación. Para entonces, las canchas de bocha eran el único espacio de reunión que existía. El buffet había sido privatizado y reservado para actividades que poco tenían que ver con la función social y deportiva del club que imaginaron sus fundadores. "Tuvimos el primer acercamiento con la propuesta de generar actividades culturales, y rápidamente comenzamos con el primer taller. Eso excedió lo puramente cultural y se empezó a generar un carácter netamente social. Hacíamos guisos donde venían los pibes del barrio que no tenían dónde ir", cuenta Ortega.
El club estaba prácticamente abandonado, en lo edilicio y lo jurídico. Para ponerlo en condiciones tuvieron que trabajar mucho. "Tomamos partido institucional, ingresamos en la comisión directiva y armamos un grupo compuesto por jóvenes, familias y trabajadores del barrio. Se hizo el proceso de normalización y se llamó una asamblea extraordinaria para designar nuevas autoridades. Se reempadronaron un montón de socios y personas del barrio, y comenzamos a hacer un trabajo social y cultural en todo el barrio, yendo a buscar a los vecinos y vecinas, contándoles que el club se estaba recuperando", recuerda el Secretario General.
El corazón de Santiago
Uno de los jóvenes más comprometidos con la recuperación del club fue Santiago Dalleva, un compañero que perdió la vida en octubre pasado en un accidente de tránsito. Músico y militante social de toda la cancha, dueño de un corazón sensible y generoso, era de los que ponían la cara cuando aparecían los problemas, cuando se encontraba con causas injustas en el club, en el barrio y en toda la ciudad.
En una pared del club hay un mural que honra su memoria, se lo ve sonriente junto a su guitarra. Se trata de una obra del artista rosarino Hover Madrid, que también lo conoció. En el buffet hay fotos y en todas, Santiago tiene puesta la remera celeste con letras blancas, los colores que identifican al San Martín. Todos y todas tienen anécdotas para contar de las cosas que hacía, del amor que transmitía. La comunidad del San Martín lo recuerda con estas palabras: "Santiago fue un impulsor de la refundación institucional y de la resignificación cultural, social y deportiva en la que éste club se vio inmerso. Se lo recordará como un militante transformador y se lo honrará fortaleciendo la organización comunitaria para la justicia social".
Hay que seguir andando
La nueva comisión continúa trabajando para llevar al club hacia el brillo de sus primeros años. En 2018 lograron invertir un poco más de un millón de pesos en refacciones y nuevas edificaciones que jerarquizaron las instalaciones. "Prácticamente tuvimos que hacer el club de nuevo" relata Ortega. El desafío no termina ahí, también deben hacer frente al aumento de tarifas de los servicios, una situación que está haciendo muy compleja la supervivencia de los clubes. "El tarifazo nos pegó, la luz se nos fue carísima y el agua también, cuesta mucho sostenerlo día a día y llegar a fin de mes", agrega.
Además de la normalización institucional y el armado edilicio, es notable la oferta de espacios de participación. Hay actividades de fútbol masculino y femenino, patín, danza, tenis criollo y bochas. Desarrollan talleres de ajedrez, folclore y tango. Dictan cursos de capacitación en oficios a través del Programa Nueva Oportunidad, con una huerta comunitaria y un taller de albañilería. Hacen charlas, seminarios y dieron forma a un grupo de género que interviene hacia dentro y hacia fuera del club.
"La idea es consolidar la dinámica institucional y organizativa, democratizar, ponerle pila a las asambleas, que los socios participen activamente, que tomen decisiones. También queremos seguir avanzando con las obras en el club y esperamos lograr más apoyo para conseguirlo", concluye Ortega. El club presentó recientemente un nuevo instrumento de apoyo a la gestión: ahora es posible asociarse y/o adherirse a partir de una suscripción virtual,
ingresando aquí.
>> De Barrio Somos | Historias de clubes en 360º
El
proyecto transmedia da forma a un recorrido multiplataforma por las historias de clubes de la ciudad de Rosario, de la mano de personajes que le otorgan tridimensionalidad, articulando una serie de medios on y offline que buscan aprovechar las potencialidades narrativas de cada lenguaje. Es una iniciativa del
#DCMteam de la Universidad Nacional de Rosario.