San Juan / Enviado especial.- Central salió de perdedor. Parece poco. Lo es. Pero sólo desde esa base puede fortalecerse el sueño, aún vigente, del ascenso a primera división. Y hoy siente que se puede. Es que tanto se habló en el último mes de los golpes psicológicos que había sufrido este equipo que no está mal resaltar el pequeño paso en firme que se dio desde lo anímico. Que es ínfimo. Porque lo que se buscaba, y se necesitaba, era una victoria en el choque de ida. Pero apartarse de la ruta de las derrotas es algo que debe ser capitalizado de cara a los últimos 90 minutos de una lucha titánica. El grupo recuperó la autoestima que se había hecho pedazos. Esta es la sensación que domina el campamento auriazul.
Después de Patronato los protagonistas coincidieron en que el golpe había sido duro, pero quedaba mucho por delante y que Central seguía dependiendo de sí mismo. Llegó Chacarita y el nuevo mazazo fue más pronunciado todavía. El canalla pasaba a depender de otros resultados, con el ánimo realmente machacado. Ni hablar de la chance que se desperdició en San Juan, ante Desamparados, cuando una victoria le hubiese permitido al equipo de Juan Antonio Pizzi disputar un desempate contra Quilmes.
A partir de ahí fue borrón y cuenta nueva. Aunque la idea de un equipo golpeado seguía jugando un papel preponderante. Desde estas mismas páginas se hizo referencia después de Desamparados que recomponer la moral iba a ayudar para adquirir la confianza necesaria de cara a los partidos de la promoción.
Aquel afiche que Marcelo Márquez pegó en una de las paredes del reducto donde los jugadores realizan la entrada en calor fue el gran indicio de que la recomposición psíquica era una materia a resolver "Depende de nosotros, concentrados, es nuestro juego", decía el mensaje. El cambio se notó en la actitud del equipo. Que fue opuesta a la exhibida en los últimos tres cotejos del torneo. Desde el resultado está claro que no alcanzó. Es que se notó a un equipo que sacó a relucir una reserva anímica, que no bajó los brazos, que buscó reinventarse con sana vergüenza deportiva y que reaccionó en lo futbolístico para superar en varios pasajes al rival y merecer largamente la victoria.
La gente entendió que algo había cambiado. Porque despidió al equipo con una súplica decididamente clara ("El domingo tenemos que ganar", atronó en el Gigante), pero con un aplauso cerrado como muestra de apoyo incondicional.
Y el hecho de haber sido superior y merecer la victoria ante San Martín de San Juan fue la sensación más palpable con la que se fueron los jugadores desde el estadio. Porque todos lo hicieron en una calma absoluta. Compartiendo los últimos momentos junto a sus familiares. Aprovechando hasta el último segundo. Así se los vio a Matías Lequi, Javier Toledo, Gonzalo Castillejos, Omar Zarif, Franco Peppino, por citar sólo algunos. Ninguno de ellos subió al micro con una congoja pronunciada. Sí lo hicieron masticando la bronca lógica por no haber podido hacer alguna diferencia, mínima aunque sea, en condición de local. Con ese mismo semblante arribaron ayer a la ciudad cuyana, sabiendo que sería una lástima tirar por la borda un año de tanto sacrificio, dilapidar la montaña de puntos obtenidos y quedarse en la puerta del ascenso. Por eso nadie se rinde y sueñan con el final ideal.
Pizzi está convencido de que su equipo sacará esta situación adelante (fue lo que dijo en la conferencia de prensa). Los futbolistas se manifestaron bajo los mismos parámetros. Todos saben que el hecho de que la diferencia entre un equipo que milita en primera y otro en la B Nacional prácticamente no existió fue un dato positivo. Pero este grupo, sobre todo del lado de los futbolistas, venía recibiendo un golpe tras otro. Ahora, si bien no se ganó, el haber salido de perdedor fue una inyección anímica. Tal vez a partir de eso se puedan construir las bases en las cuales apoyar el último salto que se requiere.