"Cada tanto, algún acontecimiento nacional o internacional reaviva el enfrentamiento entre la ficción y la realidad en el comercio internacional: reaparece el mito del librecambio".
"Cada tanto, algún acontecimiento nacional o internacional reaviva el enfrentamiento entre la ficción y la realidad en el comercio internacional: reaparece el mito del librecambio".
"¡Qué paradoja! El mundo económico se resiste a la libertad de comercio pese a las "ventajas" que la teoría económica convencional se ha encargado de demostrar desde David Ricardo (principio del siglo XIX) hasta nuestros días. Sin embargo, los gobiernos de todos los países del mundo, año tras año y casi desde siempre, ponen en práctica medidas proteccionistas".
"Hoy, todo sigue como entonces: los países desarrollados siguen manteniendo importantes barreras en el comercio exterior, explícitas unas y ocultas otras, entre ellos y con los países subdesarrollados"(…) "mientras tanto, o ingenuidad o dogmatismo, los sostenedores autóctonos de la libertad de comercio impulsan o requieren una apertura hacia el exterior rápida e irrestricta de la economía nacional".
Lo que antecede es el extracto de un artículo escrito por mí y publicado en un diario de la ciudad de Rosario hace exactamente 25 años, el 5 de febrero de 1992. La historia se repite. Es un "ya visto", esta vez, quizá como farsa (salvo para los mexicanos, me corrige un amigo).
El mito del librecambio reaparece como el Ave Fénix. Nada ha cambiado en lo sustantivo, sí, tal vez, en la forma. El Gatt es ahora la Organización Mundial de Comercio (OMC) que brega por lo mismo que antaño: un comercio internacional no distorsivo y un sistema multilateral duradero, más abierto y menos incierto.
Para algunos analistas, los efectos negativos del librecambio sobre la producción y el empleo en los EEUU llevaron a Donald Trump a la presidencia. En consonancia con ello, éste anuncia que enfrentará las normas de la OMC, lo que podría llevar, vía represalias, a un proteccionismo económico a nivel mundial. Nada nuevo, ya que es el país que aplica la mayor cantidad de medidas paraarancelarias entre los que integran la OMC, por las que EEUU tiene más de 120 demandas ante ese organismo. Más aun, según su análisis el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue un fracaso rotundo para los EEUU, llevando el déficit comercial con México a 61.000 millones de dólares y destruyendo 700 mil empleos: su renegociación es inminente, dicen (alai-amlatina, 13-03-17).
Pero, por otro lado, el presidente de China declara en la reunión de Davos su beneplácito por el libre cambio. Queda claro, entonces, la importancia del comercio internacional. Tanto es así, que países con iguales niveles de subdesarrollo piden y acuerdan más relaciones comerciales (Mercosur) o países desarrollados acuerdan con los subdesarrollados mayores libertades en su intercambio (Alca).
El librecambio como dogma, como estado natural del capitalismo avanzado, ignorando que la historia de las relaciones comerciales desde la Alta Edad Media hasta nuestros días muestra pocos años de libre comercio, lleva a reacciones irreflexivas ante el triunfo de Donald Trump y sus declaraciones proteccionistas. Así, se escribe: "El proteccionismo tiene aquí (Argentina) alto rating. Pero el proteccionismo es equiparable al racismo xenófobo: es una fobia al trabajo hecho por los extranjeros, un repudio a su trabajo en nombre de la propia identidad sublimada e implícita del proteccionismo tiene excelente prensa y aun mejor acogida general. Argentina no es por nada la quinta economía más cerrada del planeta" (sic) (Pablo Díaz de Brito, La Capital, 29-01-17, p. 33).
Es una tremenda e insultante falacia. El proceso de acumulación del capital tiene necesidades objetivas que imponen a los gobiernos la adopción de políticas comerciales librecambistas o proteccionistas, según se las necesite en su avance. Una mayor eficiencia del proteccionismo en cierto estadio de la industrialización puede mutar según lo requiera dicho proceso. En otros momentos, el librecambio puede ser más revolucionario que el proteccionismo, pero no siempre es así para todos los sectores y actividades. Juega en ello, también, las presiones del capital concentrado, los intereses de los distintos actores económicos y sociales, ora hacia una liberalización comercial progresiva, ora hacia un proteccionismo selectivo.
El elemento determinante es el grado de desarrollo del país. Y no hay desarrollo económico sin expansión del comercio internacional: crea demanda efectiva, provee insumos y bienes de capital y contribuye a superar la restricción externa. La historia económica muestra que los que abogan hoy por el libre comercio son los países desarrollados, líderes en el comercio internacional que, alguna vez, para llegar a ser lo que son hoy, fueron proteccionistas, como Estados Unidos y Alemania. Como decía F. List en 1841 refiriéndose a Alemania, el librecambio es la política de los fuertes, estado que se logra con su industrialización mediante políticas proteccionistas.
De lo que se trata en una gestión gubernamental, a nuestro entender, es de administrar la política de comercio exterior junto a las otras políticas económicas, específicamente, la política del tipo de cambio, la política industrial y la política agropecuaria. En este sentido, deben coordinarse todas ellas, como herramientas para el desarrollo productivo e inserción del país en el comercio internacional (cómo y para qué), sabiendo que el proteccionismo no debe ser solo defensivo, que en exceso tiene más costos que beneficios, en tanto que el librecambio produce sus efectos más en el largo plazo, aunque tiene costos sociales y económicos en el corto plazo que hay que mitigar.
En suma, la teoría económica demuestra, desde los clásicos hasta aquí, bondades y desventajas del librecambio y también del proteccionismo. Para algunos hay un empate teórico y, seguramente, la discusión teórica continuará. A lo largo de la historia del capitalismo, cada formación económica concreta ha utilizado uno u otro en cada momento de su evolución, según las necesidades de su proceso de acumulación de capital. Entonces, lo que en verdad hay que analizar no son las bondades o perjuicios de esas herramientas en abstracto, sino el "modelo" de desarrollo económico o proceso de acumulación de capital, en el que deberán aplicarse medidas proteccionista o librecambistas, según corresponda, para alcanzar los objetivos de bienestar en el largo plazo.
En nuestro país, entonces, no debiéramos denostar el librecambio y aplaudir el proteccionismo o viceversa, sino discutir qué estilo de desarrollo vamos a construir, no a imitar tal como lo sugieren algunas declaraciones en el sentido de que seremos tigres, canguros o indios.
Angel Sciara - Ex ministro de Hacienda de Santa Fe
Por Mariano D'Arrigo