La llegada del verano y las altas temperaturas generan un importante desafío para los autos, los cuales se enfrentan a condiciones de exigencia que pueden generar fallas, acelerar desgastes y comprometer la seguridad en ruta.

Las altas temperaturas ponen a prueba neumáticos, motor, batería y frenos. Recomendaciones para reducir riesgos, mantener el rendimiento y prevenir averías durante el verano
El auto puede sufrir fallas al ser expuesto al calor extremo del verano.
La llegada del verano y las altas temperaturas generan un importante desafío para los autos, los cuales se enfrentan a condiciones de exigencia que pueden generar fallas, acelerar desgastes y comprometer la seguridad en ruta.
Estos diversos factores van desde los neumáticos hasta el motor, la batería y el interior del habitáculo, diversos componentes que sufren el impacto directo del calor y requieren controles más frecuentes para evitar averías.
El verano está cada vez más cerca y el calor ya impactó en la ciudad de Rosario. Las temperaturas ya superan los 30 grados y los conductores precisan conocer los efectos del calor extremo que podrían llegar a sufrir sus autos.
El mantenimiento general del vehículo es fundamental en cualquier período del año, pero más aún durante el lapso de mayor calor. Tomar las precauciones necesarias permite asegurarse que el auto no solo se mantenga en perfectas condiciones, sino que además garantice la seguridad y comodidad de los ocupantes.
Los neumáticos son uno de los elementos más vulnerables durante el verano. En rutas asfaltadas, el pavimento puede superar ampliamente la temperatura ambiente, lo que incrementa la presión interna de las cubiertas.
Esa combinación de goma caliente y asfalto a elevada temperatura favorece el desgaste prematuro y aumenta el riesgo de pinchaduras o deformaciones, por lo que es importante revisar constantemente las mismas.
>> Leer más: Volkswagen llama a revisión a más de 55.000 autos en Argentina: cuatro modelos tienen fallas en los airbags
Los especialistas recomiendan revisar la presión con mayor frecuencia que en otras estaciones y ajustarla según las indicaciones del fabricante, ya que un inflado insuficiente es tan riesgoso como un exceso de presión. También es clave detectar cortes o fugas lentas antes de realizar viajes largos, ya que el calor potencia cualquier falla previa.
El sistema de refrigeración del motor es otro de los puntos críticos en épocas de altas temperaturas. Para evitar que la unidad trabaje al límite, es fundamental controlar el nivel y la calidad del líquido refrigerante, verificar que no existan pérdidas y completar con agua destilada o producto específico en caso de ser necesario.
El aceite también se degrada más rápido con el calor. Una lubricación deficiente o un filtro saturado pueden generar fricción excesiva y sobrecalentamiento, lo que deriva en daños costosos. Para ello, revisar el nivel, anticipar el cambio de aceite si corresponde y mantener limpios los conductos ayuda a garantizar un funcionamiento más eficiente en verano.
Aunque suele asociarse el invierno con los problemas de arranque, la realidad marca que las baterías se deterioran más rápido con el calor. Las temperaturas elevadas aceleran la corrosión de sus componentes internos y reducen su vida útil.
Por eso, un método de precaución es estacionar en lugares protegidos del sol directo, como cocheras o zonas arboladas, lo que puede extender su rendimiento.
Cuando el vehículo permanece varios días sin uso, conviene comprobar el nivel de carga antes de volver a ponerlo en marcha. En coches con sistemas eléctricos avanzados, un descenso en la tensión puede generar fallas imprevistas.
Los frenos también pueden verse afectados en su desempeño bajo condiciones de calor extremo. El líquido del sistema hidráulico pierde propiedades a medida que aumenta su temperatura y, en casos de uso intensivo, esa degradación puede volverse más evidente.
>> Leer más: Vuelve a producirse el auto más vendido del año en Argentina: cómo afectará al mercado
Cuando el fluido se calienta por encima de lo recomendado, tiende a evaporarse en pequeñas burbujas que reducen su capacidad para transmitir la presión del pedal hacia las pinzas o campanas. Eso se traduce en un pedal más blando o un recorrido mayor, señales que no deben pasarse por alto porque indican que el sistema está trabajando al límite.
A su vez, las altas temperaturas aceleran el desgaste general de los componentes vinculados al frenado, desde las pastillas hasta las mangueras flexibles que transportan el líquido. Por eso, se debe controlar el nivel y realizar recambios periódicos para mantener la eficacia del frenado.
El daño por temperatura no se limita al área mecánica. La exposición prolongada al sol provoca pérdida de brillo en la pintura, aparición de microfisuras y un desgaste acelerado de plásticos, burletes y tapizados, que pueden resecarse y perder elasticidad.
Cuando el vehículo permanece muchas horas a la intemperie, estos efectos se intensifican y el deterioro puede volverse irreversible. Para minimizarlo, es aconsejable recurrir a parasoles, cobertores o estaciones de sombra que reduzcan la radiación directa y la acumulación de calor.
En tanto, un lavado regular, acompañado de ceras o productos protectores, ayuda a preservar la superficie del vehículo y evita que polvo y suciedad generen microarañazos con el paso del tiempo.
