El viernes fue sin dudas el día más apagado desde que Franco Colapinto llegó a la Fórmula 1. El duelo por el fallecimiento de su querido abuelo fue un golpe muy duro de asimilar y a eso se le sumaron rumores, y hasta informaciones vertidas como certeza absoluta, de su pase a Red Bull para ser compañero de Max Verstappen, nada menos. Lloró, estuvo triste y así y todo atendió como pudo a los que se le acercaron.
El sábado fue otra cosa. Las versiones siguieron, pero él se dedicó a acelerar en el sprint y a volver a enfocarse en ese público que lo subió al status de héroe nacional. Al que atendió, saludó, agradeció tantas muestras de cariño. La lluvia dejó el peso de lo más importante del Gran Premio de Brasil (sí, siempre seguirá siendo de Brasil) para el domingo. Pero la tormenta Colapinto se desató nomás en Interlagos con promesa de más agua.
“Gracias a ellos estoy acá”, dijo el argentino al medio que tiene los derechos en vivo en cada autódromo, ESPN, luego de la carrera sprint. Es que, hasta entonces, el ímpetu juvenil de Colapinto, su espontaneidad tan valorada en un ambiente que cuida demasiado las formas, parecía maniatado. A esa sensación contribuyó la decisión del equipo Williams de tapar los vidrios de su paddock con filmina, de manera de que no se pudiera pispear lo que pasaba en el interior.
El pedido de que no hable
Las voces en off afirmaron además que le pidieron que no hablara con los medios excepto con los oficiales, después de la polvareda que levantó el jueves con su frase: “Si Williams no puede darme un asiento debería dejarme ir”, a lo que siguieron versiones cada vez más fuertes de su pase a Red Bull. Inclusive, la visita el viernes del jefe de ese equipo, Christian Horner, al sector del histórico que fundó Sir Frank, no pudo ser de ninguna manera una casualidad como después justificaron de ambos lados.
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Así Franco, que le gusta hablar y de hecho se hubiera parado con Ovación el jueves si es que su jefa de prensa no se hubiera puesto tan enérgica, cruzaba rápido del paddock al garage y viceversa. Pero después del sprint todo pareció cambiar.
De hecho, el piloto argentino se mostró satisfecho con su rendimiento tras el 12ª puesto final y ya ante las cámaras de ESPN se expresó como siempre, con su vocabulario que lleva el “boludo” típico argentino incorporado.
Colapinto cambió de humor
Y ya para la clasificación que iba a ser tres horas después, su humor era otro. Ahí saludó a los numerosos grupos que lo aguardaban salir de Williams, paró a firmar autográfos y ya después de que la sesión se suspendiera definitivamente a las 17, se mostró más, firmó remeras que le alcanzaron inclusive del primer piso y se divirtió devolviéndolas con destreza. Como con unos lentes que cayeron, el vidrio se despegó, lo recogió del suelo, lo volvió a poner en su lugar y acertó tirándoselos al dueño. “Total ya estaban rotos”, dijo con su naturalidad.
Además, volvió a tener el agrado de la visita de Bizarrap, con quien charlaron animadamente y, como hizo el viernes, pero con otros modos y mucho más abierto, recibió a aquellos que pagaron acceso VIP y se sacaron fotos con él.
Entonces, una de las encargadas de Williams les previno antes de entrar que no podían molestar al compañero de Colapinto, Alex Albon. Pero fue una advertencia que no hacía falta. El tailandés comprobó como nunca en Interlagos que todo el mundo lo buscaba al argentino. Como dijo al pasar un periodista brasileño, habitué de los grandes premios por el mundo. “Antes de Colapinto, en este box de Williams no había nadie”.
Una pasión que sorprende
Los cánticos constantes por Franco, el box siempre con gente como no pasó en ninguno de los otros, ni siquiera el de Ferrari, el público en el Fan Zone pidiendo por Colapinto con cada piloto que se subía al escenario (excepto Lewis Hamilton, que cuando fue este sábado brilló con luz propia) y el mismo sitio oficial de la Fórmula 1 reflejando ese fenómeno en las redes, hablan de que para le negocio fabuloso de este deporte sería una necedad parar a un piloto que tanto convoca.
Por supuesto, nada de su simpleza y sus modos valdrían si en la pista no hiciera lo que tiene que hacer. El mismo admitió que el fin de semana le cuesta por todo lo que vivió, pero ya en el sprint mostró que volvió a enfocarse, dando pelea, manteniendo al mismo Hamilton a raya y con un sorpasso bárbaro en la última vuelta al chico Oliver Bearman, que viene de donde él, la Fórmula 2.
Por fortuna, esa íntima sensación de que le “sugirieron” no hablar del tema que todo el mundo quiere saber (este sábado surgió la versión de un medio alemán de que tal vez Carlos Sainz pudiera irse a Red Bull y Colapinto mantener su lugar en Williams), y que en la práctica limitan eso que tanto lo distingue, se relajó por la tarde, con la música de fondo de la gente y su apoyo bien futbolero.
Si bien estaba claro que no hablaría con los medios, sí tomó el guante al menos para que se dirigiera a los rosarinos y lo hizo con sus maneras: “Aguante Rosario”, ante el pedido de La Capital. Sí. Volvió Colapinto.