Los argentinos que se encuentran en San Pablo para alentar a Franco Colapinto en el Gran Premio de Brasil de Fórmula se hicieron sentir en todo momento. Y el sábado cerraron el día organizando un banderazo en respaldo al piloto argentino en el centro de San Pablo.
La convocatoria reunió a más de un centenar de argentinos, identificados por la bandera y las camisetas albicelestes, que gritaron y cantaron por Colapino.
"Colapinto, vamos Colapinto, y vamos Colapinto...", alentaron los presentes, entre aplausos, saltos y brazos agitados. Se encendieron bengalas que iluminaron la noche de San Pablo, una ciudad que se sigue asombrando por la efusividad de los argentinos.
"Gracias a todos los fans"
“Gracias a todos los fans que vinieron apoyando tanto, empujando mucho. Es algo muy lindo y gracias a ellos estoy mejor. Es algo muy lindo todo el apoyo que estoy recibiendo. Gracias a ellos estoy acá, así que les agradezco. Me hicieron sacar una sonrisa”, había manifestado Franco Colapinto después de un viernes muy duro. Y a las pruebas hay que remitirse. No solo los argentinos coparon Interlagos, sino que los mayoritarios brasileños y de otros países latinoamericanos le hicieron sentir su enorme respaldo.
La Fórmula 1 entusiasma a los brasileños, de eso no hay dudas, pero llevan demasiado tiempo sin representantes. Es más, los últimos estuvieron en Interlagos pero en el paddock, Felipe Massa y Rubens Barrichello, además de Emerson Fittipaldi, el que le dio status al automovilismo local.
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Esa es una de las razones, claro. La otra, la principal, es por lo que es Franco Colapinto, un pibe que llegó a la Fórmula 1 y no cambió su forma de ser, aunque este sábado desde Williams le hayan puesto una coraza mediática y hasta cubierto los vidrios de su paddock para tener más privacidad porque siempre se aglomera gente.
Colapinto, siempre dispuesto
Igual, como cuando se fue de Interlagos el viernes en el día de más dolor, aún con su rostro triste y la multitud que se le fue encima, se prestó para fotos, firmó camisetas y saludó con las fuerzas que tenía. Durante la mañana de ese día se lo vio con ojos enrojecidos por el llanto por su abuelo que se fue justo en medio del gran premio.
Por eso la locura, el “Francoooo, Francoooo...” que atronó una y otra vez, las banderas argentinas colgadas con su nombre, el sector de Williams atiborrado de público como hacía muchísimo no ocurría. O el banderazo en un bar argentino en el centro paulista. “Están locos”. Un Franco auténtico.