“No aprendés del porno”. Ese es el slogan de la nueva campaña de Tulipán, la empresa de ganancias millonarias que en 1986 montó Alberto Kopelowicz con nombre de flor para que a ninguna mujer le diera pudor comprar el producto. Nació con vocación pedagógica y así sigue: con esta nueva campaña la firma apunta a un hecho concreto que muchos pretenden ignorar: la pornografía es la principal fuente de educación sexual en los adolescentes, por encima de la escuela. Sale así, en momentos en que pareciera que se quiere dar marcha atrás también con derechos sexuales, una campaña que busca revalorar la ley de Educación Sexual Integral (ESI).
La ESI es un derecho que tienen todos los niños, niñas y adolescentes del país, y que debe brindarse –por ley- en la totalidad de las escuelas públicas y privadas en sus tres niveles: inicial, primaria, secundaria. Pero Santa Fe no tiene la propia ESI aún, pese a contar con proyectos que tuvieron media sanción de la Cámara de Diputados. Perdieron estado parlamentario por no encontrar el quorum necesario en el Senado, aunque la provincia implementa desde 2008 un programa que se denomina “De ESI se habla en Santa Fe”.
De la mano de la empresa de publicidad BBDO, ambas firmas salieron a revalidar la norma con esta ingeniosa e irónica campaña. Señalan con imágenes coloridas que si plomería, el yoga o la medicina no se aprenden viendo porno, tampoco se logra aprender de sexo por esa vía. Por el contrario, se perpetúan estereotipos de género en una sociedad que busca ser más inclusiva. Un objetivo que la Iglesia más conservadora siempre negó.
De hecho, el médico del Opus Alberto Albino puso en discusión la eficacia del preservativo en el Senado nacional durante el debate por la Interrupción Legal del Embarazo (ILE). El profesional aseguró que los preservativos no protegían contra la transmisión sexual, pero semejante falacia fue corregida por más de un colega y contrarrestada por la empresa que sacó a relucir el certificado IRAM de calidad y lanzó el gel lubricante para mejorar la resistencia del preservativo y sin perjudicar el látex.
“La industria del porno suele estar viciada por planteos poco realistas en algo tan importante como el sexo. En ese sentido, encontramos una forma simple y directa de decir que la pornografía no debería reemplazar a la educación sexual de los jóvenes”, señalaron Matías Irigoytia y Nicolás Cortese, dupla creativa de BBDO Argentina.
“Continuando con el compromiso de la marca para con la educación sexual, buscamos desarrollar una campaña lo suficientemente relevante como para generar conciencia. Nuestro objetivo es seguir contribuyendo a hacer visibles temáticas sociales importantes, como lo es hoy la necesidad de la Educación Sexual Integral en las escuelas”, sostuvo Cecilia Núñez Fabbri, de Tulipán.
De Bielorrusia a la entrepierna argenta
La historia de Tulipán empezó mucho tiempo atrás, con Felipe Kopelowicz, uno de 13 hermanos que vivían en la helada Bielorrusia Europa Oriental, ex Unión Soviética. Sus padres tenían pasaje solo para salvar a un hijo de la guerra y decidieron que fuera Felipe, ebanista desde los 10 años.
De su aldea Felipe partió a Sudáfrica, de allí a Londres y terminó en Buenos Aires con apenas 13 años.
En 1952, Felipe abrió la fábrica Kopelco con una máquina para cortar bandas de goma que creó y patentó. El producto era solicitado por las automotrices que cubrían con elástico los cubreasientos. Felipe llegó a desplazar a Pirelli y con lo que ganaba logró traer a Argentina a dos de sus hermanos. El resto de los Kopelowicz habían muerto en la guerra.
El hijo de Felipe, Alberto, heredó el negocio, se capacitó en Brasil y se convirtió en el único fabricante de hilado de látex de la Argentina. Se hizo millonario. En los 80, ideó unas pesas de plástico que se rellenaban con agua para hacer ejercicios, tres años más tarde, diseñó una máquina para hacer flecos para indumentaria que exportaba a Italia y más tarde lanzó unos muñecos de goma y patentó un motor rotativo que intentó vender a los Estados Unidos.
En 1986, viajó a una feria en Düsseldorf (Alemania) y volvió con la idea de fabricar preservativos, un tema aún de pudor en Argentina. Contrató a tres químicos para desarrollar la fórmula, los capacitó en Brasil donde él mismo se había hecho especialista en látex: tardaron un año y medio en preparar el primer producto resistente y confiable.
Como las máquinas venían de Alemania y eran caras, Alberto -fiel estilo de su padre- montó su propia estructura industrial para fabricarlos. Coordinó un taller con solo 20 empleados: fresadores, soldadores, electricistas, herreros y torneros. La maquinaria diseñada era pequeña. Producía anualmente unos 14.000.000 de preservativos. Hoy se calcula que produce más de 100 millones.
Y había que buscar un nombre: se pensó en los dioses griegos, y el "gentleman", por su virilidad, pero Alberto eligió "Tulipán". Dicen que dijo: "Es un nombre de flor y es femenino. A una mujer no le va a dar pudor pedir un producto con un nombre así", agregó.
En 1989 salieron los primeros tulipanes para las entrepiernas argentinas. Se los conseguía en las farmacias, y a los gentlemans, en los kioscos.
En los 90 ingresó a la empresa el hijo de Alberto, Felipe Kopelowicz Jr, futuro CEO, quien planteó que los tulipanes no solo previnieran enfermedades, sino embarazos no deseados. Y así siguió la historia hasta hoy en Uruguay, Paraguay, Colombia, Venezuela, Bolivia y, hasta en Africa.