Buenos Aires- Un 24 de junio de 1935, en un accidente de aviación en
Medellín, Colombia, Carlos Gardel, el impulsor del tango-canción, pasaba a la inmortalidad y
se convertía en el mayor mito de la música popular argentina. El legado de Gardel logró
trascender el tiempo por la suma de aportes que realizó para la construcción de una cultura
popular argentina en el campo de la música y el cine.
La historia del “Morocho del Abasto” comenzó un 11 de
diciembre de 1890 en una casa de la Villa Toulouse, la ciudad gris de los arcos rosa en el
departamento de Haute-Garonne, hijo de Bertha Gardes, muchacha soltera de 25 años, de
padre desconocido y bajo el nombre de Charles Romuald Gardés.
Tres años después doña Bertha se afincó en Buenos Aires con su oficio de
planchadora y ocupó una vieja casa de la calle Uruguay 162, donde una pequeña de 12 años
vecina del lugar comenzó a llamarlo “el francesito”. Se llamaba Pierina
Dealessi.
En el ambiente popular del Abasto, Gardel comenzó a definirse como
intérprete y aprendió canzonetas, estilos, zambas y chacareras, valses y cifras, mientras que
las canciones románticas nutrieron su repertorio para las serenatas.
Pero la definición de artista le sobreviene a Gardel en plena adolescencia
cuando se desempeñaba como tramoyista en el teatro o participaba de las comparsas escénicas o
simplemente era miembro de la “claque” de Luis Gighione, llamada
“Patasanta”.
Musicalmente se inició con un cuarteto integrado por Gardel, Razzano,
Martino y Salinas y la primera grabación que realizó en sistema acústico se hizo en la Casa
Tagini de esta capital en enero de 1913, donde el “mudo” ejecutó la guitarra y
cantó “Sos mi tirador plateado” y “Yo sé qué hacer”.
Ya como dúo fue en 1924 cuando Gardel-Razzano se presentan en vivo en el
desaparecido estudio de la Radio Splendid con temas que quedaron inmortalizados en el
recuerdo popular como “La garconniere” y “Como agoniza la
flor”.
En los sucesivos años y coincidentemente con las giras por España, París y
los Estados Unidos, Gardel grabó otras composiciones entre las que se encuentran: “El
bulín de la calle Ayacucho”, “Leguisamo solo”, “A contramano”,
“Bandoneón arrabalero”, “Barrio viejo” y
“Malevaje”.
El último tango registrado por el “Zorzal criollo” fue
“Guitarra mía” acompañado por el trío de guitarras integrado por Domingo Riverol,
Guillermo Barbieri y José María Aguilar (fue el único sobreviviente del desastre aéreo), en
Nueva York el 25 de marzo de 1935.
Como autor y en imponente dupla compositiva con Alfredo Le Pera, el
vocalista creó reconocidas piezas del dos por cuatro de la talla de “Volver”,
“Sus ojos se cerraron”, “Mi Buenos Aires querido”,
“Soledad”, “Por una cabeza” y “Cuesta abajo”.
El cine también lo tuvo como principal protagonista como actor y
productor, participando en 11 películas que lo llevaron a acrecentar su fama en América
Latina y los Estados Unidos, donde llegó a fundar una sociedad “Exito Spanich
Pictures” que eran distribuidas por la Paramount.
Su primer filme fue “Flor de durazno” (1917), al que luego le
sucedieron: “Encuadres de canciones” (1930), “Luces de Buenos Aires”
(1931), “Melodía de arrabal”, “La casa es seria”,
“Espérame” (1932), “Cuesta abajo”, “El tango en
Broadway”, “Cazadores de estrellas” (1934), “El día que me
quieras” y “Tango bar” (1935).
El “maestro” Horacio Ferrer, uno de los poetas e historiadores
más creativo de los últimos tiempos lo definió como “la voz de Buenos Aires que
traspasó las fronteras. Si tengo que definirlo debo decir que fue y será el cantor por
excelencia”. (Télam)