“Junto al conquistador europeo arribaron América un conjunto de enfermedades infecciosas a
las que la población nativa jamás había sido expuesta. El efecto de su diseminación fue aniquilante
y devastador. Se trata de virosis de transmisión respiratoria, como viruela, influenza y
sarampión”, indica Alexis Diomedi en su libro “ La guerra biológica en la conquista del
nuevo mundo”.
El infectólogo chileno del hospital El Salvador señala que, producto del
«encuentro de poblaciones», las nuevas enfermedades “favorecieron la supremacía del grupo de
exploradores sobre vastos dominios como fueron el imperio azteca y el incaico”.
“Desde la llegada de los europeos y sus infecciones, unos 56
millones de aborígenes americanos, el 95 por ciento de la población precolombina, habrían sido
exterminados por los agentes biológicos, la destrucción de sus culturas ancestrales y los abusos de
la conquista”, indica Diomedi.
Por su parte, Alfred Crosby, en su trabajo “Biología y Cultura,
consecuencias tras 1492”, también adjudica a las epidemias que llegaron con los
conquistadores, un rol preponderante en el sometimiento de los pueblos ancestrales.
El investigador del departamento de Historia publicado por la
Universidad de Toledo, señala que “los mayores enemigos de los pobladores americanos no
fueron el hombre blanco o su sirviente negro, sino los asesinos invisibles traídos por aquellos
hombres en la sangre y el aliento”.
“Quizás otra hubiera podido ser la historia si los españoles no
hubiesen contado con aliados biológicos”, advierte el especialista .
Las epidemias, opina, ya habían exterminado poblaciones americanas
enteras, cuando el abuso de los españoles aún no había tenido suficiente tiempo para dañar la salud
de los pueblos indígenas.
De todas las enfermedades traídas por los españoles, la viruela fue la
que más daño causó. Sólo entre los años de 1520 y 1600 aproximadamente catorce epidemias en México
y diecisiete en el Perú arrasaron con las tribus
Pero, también Crosby dedica un capítulo de su libro a discutir con
autores que argumentan que la sífilis ya existía en el Viejo Mundo antes de los viajes de Colón.
Una exhaustiva revisión bibliográfica de textos de la época, lleva al autor a confirmar la
“ausencia de referencias escritas sobre la existencia de la sífilis en Europa antes del
histórico descubrimiento”.