Es el 21 de agosto de 1968. Los países miembros del Pacto de Varsovia invaden la "hermana" socialista Checoslovaquia para aplastar el movimiento democrático conocido como la Primavera de Praga. En pocos meses, el líder comunista reformista Alexander Dubcek había levantado la censura, puesto en marcha reformas económicas y enterrado el pasado estalinista. Sin embargo, la esperanza de un "socialismo con rostro humano" fue aniquilada de golpe.
En las primeras horas de la mañana, Seemann y sus colegas difunden en onda corta en varios idiomas a todo el mundo la noticia de la invasión. Todavía no existía Internet, por supuesto, y las líneas telefónicas fueron cortadas. Poco después, los tanques se van acercando cada vez más a la emisora. "Había un caos terrible", dice el exredactor de noticias.
Una muchedumbre de personas se congrega delante del edificio que alberga la emisora. Se levantan barricadas. La gente está decidida a oponer resistencia con sus propias manos. Un vehículo soviético para el transporte de municiones se incendia y explota. Los soldados asustados comienzan a disparar a diestro y siniestro.
Tan solo delante de la emisora mueren este día 17 personas. Los historiadores cifran en 137 el número de checos y eslovacos abatidos entre agosto y diciembre de 1968. Más de 400 personas pierden la vida en la represión hasta la retirada de los soviéticos en 1991.
Medio millón de soldados soviéticos, polacos, húngaros y búlgaros participaron en la invasión y en un rápido avance en pinza ocuparon los puntos estratégicamente importantes de Checoslavaquia. En aquel momento, casi nadie preveía una intervención militar, pese a que existía como precedente la represión de los levantamientos populares en la República Democrática Alemana (RDA), en 1953, y en Hungría, en 1956.
Muchos creían que el Kremlin no se podía permitir tal acción ante la opinión pública mundial. Sin embargo, al final pudo más el temor en Moscú por el cambio que se había producido en Praga. Como pretexto, la Unión Soviética justificó la intervención citando una "carta de invitación" que le habían enviado políticos checoslovacos de línea dura.
El líder de la Alemania oriental comunista, Walter Ulbricht, defendió el "golpe a la contrarrevolución". El Ejército Popular de la RDA estaba listo para entrar en acción, pero al final sus soldados no cruzaron la frontera con Checoslovaquia. Los horrores de la Segunda Guerra Mundial todavía estaban demasiado frescos en la memoria.
El pueblo checoslovaco respaldó a los comunistas reformistas agrupados en torno al secretario general Dubcek. También condenaron la invasión personalidades como el atleta Emil Zatopek, famoso por sus victorias en los Juegos Olímpicos de Londres (1948) y Helsinki (1952). Sin embargo, todo fue en vano. En abril de 1969, Dubcek fue reemplazado por Gustav Husak, quien puso en marcha lo que se llamaba eufemísticamente la "normalización", es decir, el alineamiento total del Estado con Moscú.
Con motivo del 50 aniversario se han montado en Praga numerosas exposiciones fotográficas que recuerdan el desastre de 1968. Sin embargo, muchos jóvenes ignoran lo que pasó en ese verano políticamente caliente. Un reciente sondeo de la organización Postbellum reveló que para el 46 por ciento de los checos de entre 18 y 24 años de edad, la invasión soviética es una gran incógnita. Muchos creen que el término Primavera de Praga hace referencia a un festival de música clásica.
Al periodista Richard Seemann no le sorprende. "¿Cuántos entre nosotros todavía viven para recordarlo?", se pregunta. Al igual que otros muchos colegas que se negaron a adaptarse a la realidad, Seemann perdió su empleo en la emisora.