En Rusia, Vladimir Putin parece vivir fuera de la realidad. El viernes fue un momento con dos acontecimientos completamente incompatibles. Uno en Moscú, con una pluma sobre el papel, el de la expansión imperialista. El otro, el lento y metódico avance de las fuerzas ucranianas a través de posiciones rusas mal abastecidas y comandadas, señala Nick Paton Walsh en la CNN. Este sábado Moscú debió reconocer la caída de Lyman, un bastión y nudo ferroviario en la provincia de Donestk, una de las cuatro anexadas a Rusia por ese acto de Putin.
Efectivamente: mientras Vladimir Putin organizaba una notable y falsa ceremonia en la grandeza del Salón de San Jorge del Kremlin y con una multitud de apoyo en el exterior, sus fuerzas perdían en Lyman, una ciudad estratégica en la misma zona que pretende anexionar. Las firmas, el jueves por la noche, de dos decretos de anexión de las provincias de Kherson y Zaporiyia dieron comienzo a la farsa. Parte de Zaporiyia sigue en manos ucranianas, y poco a poco se van arrancando trozos de Kherson. Sin embargo, Moscú afirma que, en el momento en que el decreto se publicó en Internet, estas zonas ocupadas se convirtieron de repente en Rusia.
En el campo de batalla queda al descubierto el reto de Rusia de anexionarse un territorio que no puede controlar. Los avances ucranianos se aceleran. Su objetivo alcanzado este sábado fue el centro ferroviario de Lyman, que ha cobrado una gran importancia debido a la tenaz defensa rusa y al papel estratégico que puede tener en su control de toda la región de Donestk y la vecina Lugansk. Putin firmó el viernes unos papeles en los que afirma falsamente que esta región se ha convertido en Rusia, y lo hizo con un telón de fondo de muy malas noticias.
Los movimientos ucranianos ponen de manifiesto uno de los defectos estratégicos de Rusia. El cerco ucraniano en septiembre de Izium, en la provincia de Jarkov, fue fundamental para la reciente derrota de las fuerzas rusas. Lyman es igualmente clave para Donestk y Lugansk. De hecho, en la arenga de Putin hubo un llamamiento directo al alto el fuego y a la vuelta a la mesa de negociaciones. Esto reflejaba cómo la ceremonia de anexión tenía lugar en un contexto de muy malas noticias en el plano militar.
No es probable que los llamamientos a conversaciones sean atendidos: Ucrania y sus aliados occidentales los han rechazado, señalando el historial de Moscú de aprovechar las negociaciones para reagruparse en el campo de batalla. De vuelta al terreno, el progreso metódico y deliberado de Ucrania es una fría dosis de realidad para un Kremlin que todavía parece pensar que puede crear la realidad por la fuerza de su propia voluntad. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que las partes de Lugansk y Donetsk que Rusia no controla tendrán que ser “liberadas”, una declaración que no reconoce que la dirección de la marcha en el campo de batalla va en sentido contrario.
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Rusos dentro de un centro de reclutamiento en Rostov del Don. Putin ordenó la movilización el 21 de septiembre. Los errores y desprolijidades del proceso han sido innumerables.
Foto: AP
Moscú parece seguir empeñado en que la “movilización parcial” acabará mejorando su suerte. Sin embargo, parece exponer de nuevo la brecha entre la realidad y la ficción, entre la guerra moderna y la creencia en el volumen y la persistencia. Rusia sigue atacando los objetivos de frente, con toda la fuerza posible, y espera que decenas de miles de reclutas, mal equipados y entrenados, puedan arrollar las posiciones que hasta ahora no ha podido tomar. Se enfrentan a un ejército ucraniano en proceso de modernización, con armas occidentales precisas y asesoramiento, que simplemente los supera en maniobrabilidad.
Las grietas en el “mundo” de Putin empiezan a dejar entrar la luz. Su aparición pública amonestando a sus propios funcionarios por la espantosa ejecución de la movilización parcial es rara: esta fue una política anunciada por él el pasado 21 de septiembre, las familias cuyos padres y maridos han sido arrancados para ir a la guerra querrán que las cosas se reviertan rápidamente, antes de que las bolsas de cadáveres empiecen a llegar a casa. Es poco probable que se sientan apaciguados por la aceptación de un “zar benévolo” de que las cosas deberían haberse manejado mejor. Unos 200.000 rusos han huido del país desde que se anunció la movilización, más de los que se han visto obligados a vestir el uniforme del ejército.
En su discurso del viernes, Putin habló del uso de “todos” los medios a su disposición para defender estas partes recién anexionadas de Ucrania, pero no amenazó específicamente con usar la fuerza nuclear. Sin embargo, dijo que el uso de este tipo de armas por parte de Estados Unidos contra Japón creó un precedente. Es una amenaza, pero es velada, no directa, y cada una de estas palabras y posturas está cuidadosamente elegida.
Nos encontramos de nuevo en un punto en el que tenemos que preguntarnos qué hace una potencia nuclear cuando sus fuerzas convencionales se muestran incapaces de alcanzar sus objetivos militares. Es importante recordar que una potencia nuclear llega a serlo normalmente porque tiene una sólida base convencional para sus fuerzas.
Con la excepción de Pakistán y Corea del Norte, la mayoría de las potencias nucleares podrían alcanzar sus objetivos militares sin recurrir a la bomba atómica. Pero Rusia está demostrando persistentemente que su ejército real no está a la altura de las tareas que se le han encomendado. Y ese fracaso probablemente se refleje en la preparación de sus fuerzas nucleares: ¿cómo pueden estar seguros en el Kremlin de que su arsenal nuclear está a la altura, si sus tanques no pueden conseguir gasoil a 60 km de su propia frontera?
Los días que se avecinan serán lo suficientemente febriles como para que esta sea una pregunta que nadie debería tratar de responder. Pero poco a poco estamos viendo cómo el abismo entre lo que Rusia quiere, lo que puede hacer y lo que realmente está ocurriendo _un abismo que normalmente llenaba con miedo y retórica amenazante_: queda expuesto en la escena mundial. La reacción de Moscú decidirá el mundo en el que viviremos en las próximas décadas.