La cosecha de votos de los candidatos de Cambiemos en las elecciones del domingo pasado aceleró la pulseada política en el mercado cambiario. Los referentes económicos de Mauricio Macri trocaron los diagnósticos de los últimos 20 meses en un programa de acción.
Fue el ex presidente del Banco Central Alfonso Prat Gay quien aventuró un precio al dólar del nuevo gobierno, cuando insistió en recriminar al actual titular del organismo, Alejandro Vanoli, sus operaciones en el mercado de futuros de divisas en el Rofex. "Está vendiendo a 10 pesos lo que puede vender a 15", dijo. Este salto debe ser mayor todavía para otros economistas vinculados a las carpas macristas más radicalizadas.
Más allá de que su líder se limita a realizar una convocatoria genérica al cambio, en el diagnóstico que una y otra vez realizan los analistas cercanos al macrismo e precisan los fundamentos de su programa económico: liberación del mercado cambiario a través de la eliminación del sistema de administración de divisas (cepo en la jerga), ajuste de tarifas (la suba de acciones en el sector descuenta esa medida), pago a los fondos buitre, recorte de subsidios, ajuste del gasto público y una agresiva oferta de reducción impositiva a las empresas de distintos sectores para mejorar su rentabilidad.
La estrategia de campaña basada en asegurar la continuidad de la asignación universal por hijo y de al menos una parte de la política de ingresos minimos y protección social de la última década (encriptadas en una vaga referencia a los "planes sociales") revela que en Cambiemos sospechan que entre muchos de sus votantes el problema con el gobierno es más político que económico. Es una táctica espejo a la de la Alianza en el 99, cuando De la Rúa juró que no iba a tocar la ley de convertibilidad.
Más allá de las diferencias entre ambos escenarios, esta conversión de fe refleja una situación que complejiza la ejecución del programa macrista. Si es claro que la insuficiencia de dólares provocada por la restricción externa, la crisis global y los errores cometidos antes de que Axel Kicillof llegara a Economía, constituyen un problema, no es menos cierto que la economía está muy lejos de la crisis generalizada que se pretende presentar desde el análisis político. Sin sobrarle nada, la economía enfrenta la nueva fase de la crisis mundial con empleo, un sector productivo en funcionamiento, consumo interno sostenido, bajo nivel de endeudamiento, salud en el sistema financiero y un esquema de protección a los empresarios locales. Un paradigma de política económica que, con todas las discusiones que puede generar, consiste en amortiguar los impactos de las tensiones económicas sobre los distintos sectores sociales. Fundamentalmente, de los que no cuentan con grandes excedentes para atar su suerte a la suba del dólar. No es el paraíso ni la situación que se dio en la mejor parte de la década. Es una estrategia económica basada en dar previsibilidad y certidumbre, evitando los shocks, al conjunto de los actores que forman parte del sistema económico y no sólo a los inversores.
Las restricciones a la compra y venta de dólares, impuestas en la era en que las cosas se hacían a lo Guillermo Moreno, y liberadas parcialmente a través de un sistema más racional de administración durante la gestión del actual equipo económico, forman parte de esa concepción de política económica.
El resultado es que, pese a las dificultades, se sostiene el consumo, la construcción y la actividad y el empleo en un conjunto de sectores industriales y de servicio que dependen de un mercado interno fuerte. Por distintas causas, entre las que se incluye el conflicto político con el campo, el default de inversiones, en un país con miles de millones de dólares en activos externos en manos de particulares, se convirtió en el nudo de la actual puja política.
El programa económico de Macri es ofrecer a los propietarios de esos dólares un cambio en su rentabilidad, con un mix de medidas. La primera, levantar el cepo. No tanto para garantizar el libre acceso a las divisas de la población en general, toda vez que las críticas a la venta de dólar ahorro han sido constantes desde su equipo, sino para permitir que los potenciales inversores se los puedan llevar cuando quieran. El mismo Prat Gay lo dijo esta semana: "La lógica del cepo fue que poníamos adentro de una cajita los pocos dólares que teníamos" Ahora, completó, "no hay nada que cuidar, entonces hay que abrir para que entren los dólares".
Levantar las restricciones con escasez de dólares es devaluar, y fuerte. Aldo Pignanelli, referente massista, alertó en estos días: "Si hacen eso el 11 de diciembre el dólar se va a 20 pesos". Más allá de la danza de números, un movimiento brusco de divisas tendrá impacto en los ingresos de los actores económicos no dolarizados. La apuesta de Macri, un hombre de la comunidad de negocios local, es que su gente ponga, al menos en principio, más dólares en la cajita que los que saca. Es la misma lógica que el pago sin chistar a los fondos buitre. Similar al plan ensayado por Cavallo a fines de los 80 y con el blindaje de 2001, con suertes muy distintas. En todo caso, no es gratis, copmo lo demostraron justamente aquellas experiencias. Más allá de la confianza, las expectativas, y las promesas, en el presente, el principal reaseguro para pagar menos costos políticos en función de ese plan es trasladárselos al actual gobierno. Sea convenciendo a todos sobre la existencia una "pesada herencia", que contrasta con la tranquilidad económica que exhibe la transición. O acelerando una crisis cambiaria antes del 10 de diciembre. Es por eso que las primeras medidas del Banco Central y Economía, luego de la ronda electoral del domingo, estuvieron relacionadas con asegurar los dólares y valorizar los pesos a través de un aumento en la tasa de interés para los ahorristas de plazo fijo. La añoranza de algunos por los primeros años de la posconvertibilidad es también la añoranza de los márgenes de acción que dejó la crisis de 2001. La diferencia es que, en este momento, para recrear esas condiciones, primero hay que crear la crisis.