Hace unos días, mientras caminaba a mi casa me crucé con un muchacho. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta de que esta persona vivía en extrema pobreza. "Hola pibe, por casualidad, ¿no tendrías una moneda?", me dijo. Lamentablemente yo soy una persona desocupada y no suelo andar con plata encima, así que me tocó decirle: "Disculpame, ando sin un peso, si no, no dudaría en ayudarte". A lo que me respondió, "ojalá hubiera más gente como vos". Me sorprendió mucho no recibir un agravio, no lo voy a negar. Uno, por lo general, es prejuicioso y tilda a la gente pobre y sin vivienda de vagos, ladrones, mal educados, y demás calificativos negativos. Este muchacho no era así. Siguió diciéndome: "Si por lo menos la gente se detuviera a mirarme y hablarme con respeto, a uno no le dolería tanto toda esta situación. Recién le pedí comida a unos pibes y ni si quiera fueron capaces de mirarme o decirme algo". Luego de hablar aproximadamente unos 30 minutos, el muchacho me contó que era abuelo a pesar de su corta edad y que vivían todos en situación de calle. También me contó sobre su problema con las drogas y lo avergonzado que estaba por eso, pero no las podía dejar debido a su depresión constante. Esta situación me hizo pensar otra vez, que las cosas no sólo no están bien, sino que están peor y empeoran día a día. Pero lo que es peor aún es que nadie haga nada. Ni nosotros como sociedad, ni el gobierno, ni nadie. Por ejemplo, en avenida Pellegrini hay muchos locales de comida, en los cuales diariamente se tiran cinco o más bolsas de consorcio llenas de comida. Si esa comida es considerada inútil para estos comercios, ¿no sería mejor distribuirlas para la gente que no tiene con qué alimentarse? ¿O les generaría perdidas? Ni el gobierno nacional, ni el provincial ni el municipal hacen algo al respecto. La pobreza es marca registrada de este país. ¿No pensamos hacer nada? ¿Nunca? Es el momento de empezar a ser proactivos y dejar el sedentarismo mental en el cual nos quedamos todos; luchar para que no siga habiendo familias enteras que mueren en el frío del asfalto argentino.