Tuvimos el privilegio de conocerte, disfrutarte, quererte Darío Marchisio. Desde aquel día en que tus amorosas hijas nos pidieron ayuda para que el dolor de tu viudez no te sumiera en el túnel del deterioro de tu memoria, de tu lucidez, de tus ganas de vivir...te nos tornaste inolvidable. Y desde entonces, cada encuentro con vos fue sagrado. Reconstruyendo tus historias y narrando tus logros y odiseas, nos invitabas a compartir las pasiones, valores y emociones de tu vida. Nos metiste de lleno en tu historia y en aquella historia argentina vivida por vos en cuerpo y alma. Eras historia viviente. Nos reuniste también con tus amigos Julio Verne, Emilio Salgari, Agatha Christie, Marco Polo y también con tu Chopra y tantos más que acompañaban tus horas. Y gracias a la gracia creciente de tus palabras, recorrimos tu escuela, la casa de tus padres, la sala donde noviabas con Tere, la sala de partos de cada una de tus hijas...En este viaje histórico accedimos a tu farmacia Marchisio, matriz donde gestabas tus recetas magistrales, ésas que sanaban no sólo el cuerpo sino también el alma, porque antes habías brindado tu oído, ese gran remedio. imposible olvidarte Darío. Mejor recordarte, para que no te mueras nunca, aunque te hayas ido. Y para que no muera nunca tu ejemplo, tu capacidad infinita de trabajo, tu responsabilidad tesonera, tu honradez, tu compromiso con la sociedad y tu increíble sentido del humor. Recordarte cantando a tus 97 años esas zarzuelas que creías olvidadas. Nos llamabas “mis profes”, pero el único maestro fuiste vos. No podremos olvidarte, ni queremos, ni debemos, pues tu voz seguirá resonando con recetas magistrales para un mundo mejor...Todo el tiempo y para siempre.