Central = sufrimiento. Y eso que en los últimos meses este equipo se había acostumbrado a ganar, a meter en el baúl de los recuerdos aquel mal arranque para darle cabida a esa racha impresionante de buenos resultados que hoy pusieron al equipo a prácticamente nada del ascenso. Lo de ayer se pareció a aquellas viejas épocas en que los hinchas miraban atónitos cómo su equipo sufría porque iba pero no encontraba los caminos. Le pasó durante gran parte del encuentro. Lo resolvió en el final. Y por eso el desahogo tan grande como el mismísimo Gigante de Arroyito. Fue, sin temor a equivocaciones, el triunfo que depositó a Central en primera división, aunque falten todavía algunas fechas. Crucero del Norte le hizo la vida imposible, como pocos. Todo lo otro fue obra propiamente de un canalla que jugó con los ojos tapados y que sólo expuso su corazón como bandera. Un 2 a 1 loco por cómo se dio. ¿Justo? Puede ser, aunque ahora a nadie le importe.
Meritorio lo de Crucero por no haber especulado. Sobre todo en el inicio. Porque fue eso lo que le complicó la vida demasiado a Central. Es que el misionero salió a jugar de igual a igual, no a cambiar golpe por golpe, pero sí a no dejarse atropellar. Y a partir de allí se explica lo complejo que le resultó el partido a Central en el primer tiempo. Porque si bien hubo dominio del balón, el asedio no fue tal.
Pero claro, se puede hacer mención a ese remate de Méndez que se fue cerca del palo izquierdo de Gaona, del mano a mano que increíblemente desperdició Toledo tras las asistencia de Encina y, si se quiere, del gol que marcó Crucero en medio de un desaguisado defensivo de Central. Sí, también en ese combo de situaciones que formaron parte del contexto, quedó el penal errado por Encina cuando el primer tiempo se moría.
Es que las emociones llegaron todas en el complemento, en medio de un juego lleno de imprecisiones y con muy poca claridad. Porque Central iba por ir, pero con el fútbol a cuentagotas. Aparecieron algunas que otras aproximaciones que pudieron terminar en gol, pero lo mismo le pasó a la visita, cuando Lenci se lo comió sólo frente a Caranta (57’).
Ya cuando Coniglio falló en el cara a cara con Gaona luego de que Toledo se la bajara con la mano, la cosa parecía juzgada. Pero este parece ser el año de Central, el que decrete su vuelta a primera.
Toledo apareció para meterle la cabeza al tiro libre de Delgado a 5’ del final y potenció el ánimo. Por eso fue para delante, con las pocas ideas de siempre, pero con más fervor. Y después de un nuevo susto de Caranta, apareció ese enredo en el área rival que terminó con el tiro libre indirecto. Méndez amagó una vez, amagó dos y a la tercera la abrió con sutileza a Carrizo cuando todos esperaban el toque corto a Delgado. Y fue delirio.
No había tiempo para más, ni siquiera para el ingreso de Gagliardi. Y a esa altura el Gigante era una caldera, que gozaba de los laureles que salieron a la luz por coraje y tesón. Fue a lo guapo, sin el brillo de otras lides, pero con un sabor especial. Con ese sabor que sólo suelen entregar las definiciones locas como las de anoche.