El ajuste y la dominancia fiscal fue la herencia económica que dejó Carlos Reutemann en sus dos pasos por la Gobernación. Hoy, treinta años después, esa huella es parte de la guía de la gestión política santafesina.
Por Alvaro Torriglia
El ajuste y la dominancia fiscal fue la herencia económica que dejó Carlos Reutemann en sus dos pasos por la Gobernación. Hoy, treinta años después, esa huella es parte de la guía de la gestión política santafesina.
Adelantado de los primeros famosos que se sumaron a la actividad política, los vientos de la etapa dorada de la convertibilidad allanaron su llegada a la Casa Gris y aceitaron su primer período de gobierno. El respaldo financiero de su mentor Carlos Menem y el ordenamiento de las cuentas públicas consolidaron su administración.
Eran tiempos de cambio. Su buena relación con el gobierno nacional, y la promoción impositiva fueron claves para el desembarco de la General Motors en la provincia, una de las radicaciones fabriles más importantes de las últimas décadas. De la mano de la expansión de la soja, la desregulación y la privatización de los puertos por parte del gobierno nacional, se asistió en esa época a la primera gran oleada de inversiones del complejo oleaginoso y el crecimiento del polo agroexportador.
Reutemann fue el referente territorial de esa corriente. Impulsó la privatización de las empresas de agua y de energía eléctrica, y el banco de Santa Fe. No lo logró en el caso de la EPE. Las otras las concretó en su administración o en la de su sucesor Jorge Obeid, a quien le impuso fuertes condiciones de gobernabilidad. Esa influencia fue clave también para que la Legislatura sancionara las leyes de emergencia que recortaron salarios y jubilaciones en el sector público.
La tensión con buena parte de los gremios del Estado fue una constante en sus dos períodos de gestión. Sobre todo con el sindicato de maestros. De hecho, en la pelea por imponer el presentismo, inauguró el recurso tan utilizado actualmente por los gobiernos conservadores de construir a los docentes y su organización sindical como enemigos políticos.
También respondió a las expectativas nacionales de la época en la firma de los acuerdos federales de los 90, que involucraron transferencia de servicios nacionales y amplias exenciones de impuestos a las empresas. Firmó además la cesión de la precoparticipación para financiar el sistema previsional, en los albores de la privatización de ese régimen. En ese pacto anidó un conflicto que, muchos años después, llevó a Hermes Binner a reclamar judicialmente la deuda a la Nación y que tuvo fallo favorable de la Corte.
Su segundo período de gobierno coincidió con el declive y posterior crisis de la convertibilidad. Un tiempo de acelerado deterioro de los indicadores económicos y sociales, conflictos y crisis de las cuentas públicas nacionales y provinciales. Eran tiempos en que los pactos fiscales se renovaban vertiginosamente, al ritmo de las urgencias. El ex gobernador exhibía a Santa Fe como uno de los pocos distritos que no emitió cuasimonedas.
La contracara fue el liderazgo que mantuvo el principal aglomerado de la provincia en el desempleo a nivel nacional, el creciente nivel de pobreza y la conflictividad. De hecho, la cucarda fiscal no evitó que Santa Fe fuera una de las provincias que más muertos contó hace casi 20 años, en el estallido de 2001, por la represión de la policía que él conducía.