-¿Cómo te decidiste a asumir el rol de editor, y desde Rosario?
–Miro hacia atrás y me veo a los trece años, cuando empecé a estudiar en el Colegio de los Jesuitas de Santa Fe (La Inmaculada Concepción); pasaba horas en las librerías Castellví y Colmegna recorriendo mesas y estanterías desbordadas de libros. Fue mi primer contacto, fascinante y recreativo, con la industria editorial. Siempre pensé a la actividad del editor como una de las más nobles y humanas, semejante a la del que construye casas, fabrica muebles o siembra trigo.
A los dieciséis llegué a Rosario y otra librería se convirtió enel centro de mi mayor atención y felicidad: Ciencia, comandada por el querido y siempre recordado activista cultural Gilberto Krass. Allí hice amigos inolvidables como Alcides Moreno, titiritero y actor, y Amílcar de la Fuente, poeta y vendedor ambulante de libros. También encontré a esa muchacha llamada Ideología –yo venía de darme un baño jesuítico, primero, y naval militar después– y ahora me zambullía en las aguas de poetas mayores como Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Vicente Huidobro y César Vallejo. Rosario fue para mí como un segundo nacimiento: una ciudad de trenes y tranvías, de orquestas típicas, cinco diarios y tres radios que informaban mañana, tarde y noche; llena de fútbol, hipódromo, bares y teatros. Sí, aquella Rosario era una fiesta. No digo que esta no lo sea, pero está cambiada.
Un día de 1987, en la peatonal San Martín de Santa Fe, me choqué de frente con Juan José Saer. “¿Qué hacés acá?”, me preguntó. “Estoy volviendo del exilio interior –le dije– y todavía no sé adónde ir con mi familia, si a Rosario o Buenos Aires”. “Volvé a Rosario –me dijo–, Rosario es como París”. Su consejo, certero y persuasivo, fue como un golpe a la mandíbula y le hice caso. Volví en 1988 y aquí sigo, mitad rosarino y mitad santafesino.
–¿De qué se trata el nuevo proyecto de edición?
–Ramos Generales nació en la familia de las llamadas editoriales “chicas”, con la mira de sumarnos a la batalla contra la colonización cultural que nos proponen desde la robotización de la vida. Hace poco leí que el ochenta por ciento de lo que hoy se lee en América Latina se decide en España.
La editorial es chica pero el equipo grande. Contamos con el aporte y sudor creativo de decenas de poetas, dramaturgos, periodistas, narradores, ilustradores y ensayistas de nuestra ciudad y nuestra provincia. Con la creatividad y sensibilidad de todos ellos iremos construyendo un catálogo ceñido al rigor artístico y cultural y con criterios más amplios cuando se trate de pensarnos como provincia y país, como sociedad humana.
En el año pandémico publicamos nuestros dos primeros títulos: El pasajero del sueño, una novela de María Angélica Scotti, y Teatro. Memoria y utopías, con textos míos. Les siguieron a principios de 2021 el libro inaugural de la colección Poesía Elegida (poemas de Jorge Isaías ilustrados por Martha Greiner) y Protagonistas y antagonistas del teatro de Rosario, de José Moset.
Tras atravesar el país dos arrasadoras pandemias, una mundial y otra local, este año se presenta con expectativas favorables: les argentines finalmente empezaremos a ver esa “luz al final del túnel” que durante cuatro años nos anunciaron en vano. De estas malditas dos circunstancias dependerá la intensidad de nuestro trabajo. Seguiremos editando la colección Poesía Elegida con ilustraciones de artistas plásticos; el periodismo (notas, reportajes, semblanzas) y la narrativa mantendrán nuestro interés editorial.
–¿Cómo capitalizás para la editorial tu experiencia anterior en rubros vinculados con la palabra?
–La idea de editar libros estuvo desde muy temprano en mi cabeza, y si ahora repaso mi vida encuentro que pasé la mayor parte de ella en redacciones y rotativas de diarios y revistas, que tuve una imprenta con la que edité un semanario en Goya y un diario en Reconquista, y que a mi vuelta definitiva a Rosario al poco tiempo desarrollé una productora de videos culturales. Así que esta idea de crear una editorial no es casual y mucho menos el producto de una aventura económica. Siempre que pude, elegí realizar actividades que fueran señales testimoniales y por las que sintiera placer y entusiasmo.
–¿Cómo podría aportar Ramos Generales a la circulación de autores rosarinos y santafesinos?
–El campo literario santafesino es extenso y fértil como su tierra y sus trigales. En cada pueblo florece un poeta y una narradora de historias. Muchos de esos creadores trascendieron la geografía provincial y otros –creo que los más– siguen creando “en la oscuridad de sus roperos” (la bella imagen es de Federico García Lorca). En Ramos Generales encontrarán una posibilidad de alumbrarse y hacerse visibles.
–Definís a tus obras teatrales como señales de resistencia en dictadura. ¿Cómo se resignifica el concepto en democracia, cuando a su vez recrudecen el fascismo y las ansias de consumismo de sectores importantes de la población?
–La resistencia cultural es un ejercicio para todos los tiempos, vivamos en dictadura o en democracia. Rebelarse, protestar y criticar tienen la misma categoría que acompañar, defender y persuadir, siempre que se proponga alcanzar el bien común. Algo así debería ser el espacio político donde encontrarnos todes les argentines para empezar a construir el modelo de país con bienestar, igualdad, respeto y dignidad humana. En algunos momentos de la historia (muy pocos) tuvimos la oportunidad de hacerlo, pero siempre vencieron el odio y el egoísmo de las minorías poderosas que se creen dueñas de la tierra y de la vida, de los símbolos nacionales y el país. Hoy nos hallamos en una de esas coyunturas históricas, con un Estado presente en las malas y en las buenas. ¿La dejaremos pasar o esta vez sí, unos y otros, los más, acordaremos trabajar por el bien común sin grietas ni odios?
–¿En qué quedó el teatro en tiempos de pandemia?
–Como dramaturgo vengo de una generación que se resistía a ser publicada. Preferíamos la representación y ése fue mi caso. Ahora creo que fue un error y decidí al fin publicarme. También pienso que aquella determinación de esperar a ser representado hizo que yo no sea un autor prolífico. Las obras incluidas en Teatro. Memoria y utopías son siete y tienen en común que fueron estrenadas. También el ser representativas –así lo dicen críticos y estudiosos– del teatro militante de los años setenta.
–¿Seguís haciendo notas periodísticas? ¿Cómo ves al periodismo y a los medios hoy?
–A la práctica del periodismo la sigo ejerciendo por internet. Comparto en las redes cultura y política, y también formo parte de esa jungla de textos telegráficos con los que se batalla en el campo nacional y mundial de “la grieta”. Cada día me prometo una despedida pero la adicción a Twitter y Facebook es más fuerte y vuelvo.
Siempre asumí al periodismo y al teatro como espacios de militancia ideológica y cultural. No concibo otra manera de hacerlo. Pienso que eso mismo hace la prensa escrita, televisiva y radial desde sus comienzos. ¿Es razonable que así sea? Toda publicación es tendenciosa, apunte para el lado que apunte. La Nación, La Capital, Clarín y Página 12 no son lo mismo, cada uno tiene su orientación editorial. A esto lo llamamos libertad de prensa, son las reglas de la democracia. Pero la diferencia entre uno y otro medio está en la calidad de la información.
No se debe mentir. Mentir es inadmisible, un delito que debería castigarse como tal. Tampoco estoy de acuerdo con el uso de los potenciales y de la reserva de la fuente. El buen periodismo debe buscar la verdad y su principal herramienta debe ser la transparencia, siempre. Y nunca debemos escondernos detrás de una fuente reservada. Hoy, y por mal uso de estas herramientas, una gran parte del periodismo argentino ha perdido su credibilidad.
Los primeros libros
El debut de Ramos Generales fue la novela epistolar El pasajero del sueño, de María Angélica Scotti, situada en la Buenos Aires de los años treinta. Cartas alternadas con pasajes de diario íntimo cuentan la “educación sentimental” de Hebe, una joven egresada de la carrera de Letras. El personaje, perteneciente a una encumbrada familia salteña, se ciñe a su perspectiva femenina e incluso feminista en los tramos finales de la novela. Ignacio, un antropólogo aventurero y un tanto intrigante, le asigna la labor de escribir la historia de la antropología. Juntos viajan a una isla desconocida del Pacífico para realizar trabajo de campo con los nativos y para develar un enigma acerca de un soñador, especie de héroe mítico de la comunidad.
Se nota el trabajo de investigación científico e histórico de Scotti, ella misma nacida en Buenos Aires y estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde ejerció también la docencia (actualmente reside en Rosario). El logro de este texto es que, a través de una voz fresca, la experimentada narradora nos hace entrar de manera viva y dinámica a una época donde es reconocible el paso de la historia, pero también aquello que aún no logramos sortear, sobre todo las mujeres.
En tanto, el libro de Operto reúne obras que se inscriben dentro del teatro político: La bicicleta, Ceremonia al pie del Obelisco, Después del viento, El pintor de la Utopía, La ideología, A mí no me la van a contar y Alicia Moreau, sueños tardíos. En el prólogo, el autor pone cada una de ellas en contexto, así como su propia relación con el teatro, desde su infancia y la llegada del primer estreno en 1968. Así nos enteramos o recordamos que La bicicleta fue un suceso artístico en Buenos Aires, que Argentores la premió y la Iglesia Católica la declaró “obra antimatrimonio”. Ceremonia se estrenó en 1971 y contó en las últimas semanas de ensayos con un espectador privilegiado, el escritor Francisco Paco Urondo, quien incluso ayudó a resolver la escena final.
Las dos piezas más recientes tienen como protagonistas a Discepolín, el emblemático compositor que abrazó al peronismo, y a la dirigente socialista Alicia Moreau de Justo. “Fueron escritas y estrenadas durante este último período democrático y apuntan a un teatro ya no solo considerado como herramienta de militancia artística y política sino a la necesidad de hacer memoria, de repasar nuestra historia”, concluye Operto.
Poesía elegida, de Jorge Isaías, es un volumen que justamente reúne un conjunto de poemas seleccionados por el propio autor. La característica de esta colección es que llevará ilustraciones de artistas plásticos o fotografías. En este primer libro las ilustraciones son de la rosarina Martha Greiner. En tanto, Protagonistas y antagonistas del teatro de Rosario, de José Moset, inaugura a su vez la sección Periodismo Cultural de Ramos generales. Aquí el dramaturgo, ensayista y periodista rosarino presenta veintidós semblanzas de teatristas que hicieron aportes fundamentales para el crecimiento del teatro de arte en la ciudad. La obra lleva una presentación escrita por el maestro y dramaturgo Mauricio Kartun.