Estrenada en 1995 como "Criminal, pequeña tragedia sobre una transferencia contratransferencial" en la Facultad de la Psicología de la Universidad de Buenos Aires parodiando (y criticando) el discurso y las prácticas de ese campo científico, y con ello al espacio terapéutico que la clase media banalizó sin piedad, la obra se convirtió rápidamente en un clásico con representaciones en toda Latinoamérica, Estados Unidos y España. El director rosarino Martín Gigena la revisó y la montó con el subtítulo "amar, mentir, matar" y ciertas particularidades que hicieron de este desvelado juicio de valor sobre lo inverosímil del construto psicoanalítico una puesta concentrada, atractiva, intensa y de gran interés para quienes gustan del relato negro o de suspenso.
Si bien la obra se escribió en los 90, tras el auge de la terapia psicoanalítica en los 60 y 70, la puesta rosarina se inscribe en los años 80, con música de esos años que antecede y precede a la obra, y con una estética de colores pasteles y madera muy típico de ese tiempo.
Otra característica peculiar es la puesta en escena. Mientras que en el texto original hay dos consultorios y la casa del matrimonio, aquí esos espacios están integrados, y las escenas se van dirimiendo en diferentes capas, pero a la vez.
Y una más, que se desprende de la anterior. A través de esta operación de sobreposición de acciones y lugares, se teje una suerte de intertextualidad que le permite a los cuatro protagonistas estar prácticamente toda la obra sobre el escenario, interactuando con los demás aunque los diálogos no los incumban. A lo mejor una resolución más cercana a la imagen de un autor encumbrado ya escribiendo para primeras figuras.
De esta manera y gracias a un logrado mecanismo de paso de un acto a otro, la obra gana en un ritmo casi humano, cardíaco, siempre constante, aún cuando las mentiras fluyan, y que se altera sólo ante la sorpresa.
Se trata de una sensación de naturalidad que le es intrínseca al thriller, a su atractivo y al de la propuesta teatral, ya que consigue así trasladarle al espectador la incomodidad propia del suspenso.
efectivo y ordenado. Convocados a una experiencia de lectura total de la obra, es decir donde todos saben los diálogos de todos, los actores y la actriz, ninguno de ellos con formación ad hoc, componen un cuarteto efectivo y ordenado. Ignacio Paz y Mario Armas constituyen un aceitado tándem en la batalla verbal que emprenden los dos psicoanalistas, aunque el peso de la historia parece, en algún momento, difícil de llevar hasta el espeluznante final.
Por su parte la pareja no es tal. Mientras Alejandro Cabral sigue buscando su personaje y se esfuerza por alcanzar otras tallas de perversidad, Estefanía Salvucci compone a una violenta y paranoica mujer, con rasgos de una villanía incontenible que logra expresar a través de crueles tonos de voz y de un rictus corporal que intranquiliza. Su aporte es fundamental a la configuración de la intriga.
Por todo, "Criminal (amar, mentir, matar)" se presenta como un clásico actualizado (en la que se habla de femicidio, palabra hoy tan en boga), que combina el melodrama con el policial negro y el humor del mismo color, que precisa de un afanoso trabajo actoral, con una sabia adaptación y una cuidada dirección e intertextos que captan continuamente la atención de espectador. Sólo falta decir que el asesino es...