Que 2017 fue un año difícil no es una novedad. Y que éste también lo será, tampoco. Quizás mirando para atrás y dando cuenta del presente puedan avizorarse algunos rasgos de la cultura rosarina que sirvan para ir proyectando el futuro.
Por Orlando Verna
Que 2017 fue un año difícil no es una novedad. Y que éste también lo será, tampoco. Quizás mirando para atrás y dando cuenta del presente puedan avizorarse algunos rasgos de la cultura rosarina que sirvan para ir proyectando el futuro.
Está claro que para Rosario la cultura es una herramienta política y así lo ha hecho saber desde el advenimiento de la democracia. Con un detalle: la propia Secretaría de Cultura municipal no sólo atiende las funciones que la atañen, sino que forma parte del llamado Gabinete Social de la intendenta Mónica Fein. Allí se diagnostican, elaboran y producen políticas sociales junto a otras secretarías.
Y es más, la propia secretaría tiene una Dirección de Gestión Territorial que se ocupa de la producción cultural en todos los barrios de la ciudad.
Esta impronta le ha dado una vuelo especial a la cultural local, sobre todo por su intención de no circunscribirla a los bulevares, como era antaño.
Y a lo mejor ha ayudado a consolidar esa virtud el perfil menos personalista del actual secretario de Cultura actual, Guillermo Ríos. Con un discurso en el que no caben las primeras personas, la actual gestión en Cultura es un modelo a la hora de construir un nosotros inclusivo, dice el funcionario, tanto adentro como afuera de la propia secretaría.
De todas formas, es necesario también contextualizar la gestión y revisar algunos puntos blandos de la cultura municipal.
Por ejemplo, la tan manida revalorización de los espacios culturales chocó de frente con la realidad económica de bares y centros culturales y el cierre de varios de ellos, entre otros Nómade, el bar Olimpo, CC El Espiral y Stop in Brazil.
El año terminó también con un signo de pregunta sobre algunas políticas relacionadas al arte. Si bien se trabajó con mayor fruición en relación a las galerías de arte y diseño, y a sus artistas, para apoyarlos en los procesos de circulación y venta de sus obras, aún se esperan los resultados políticos de las convocatorias para la pintura de persianas en el centro y de los puentes de la ciudad.
LO QUE VIENE. A la espera de un año complicado para el trabajo, las finanzas y la gestión pública, los rosarinos leeremos durante 2018 noticias de esta naturaleza: se invirtieron 115 millones de pesos en el nuevo edificio de la Biblioteca Argentina que tendrá siete pisos y multiplicará sus servicios, mientras se interviene el área histórica (sala de lectura) y la hemeroteca; otros 17 millones fueron para la restauración del Museo Estévez pronta a terminar; en noviembre se comenzó la intervención, junto al Ministerio de Innovación y Cultura, de cuatro galpones del Parque a la Bandera que serán inaugurados a mediados de año; se abrirá en marzo la nueva Escuela Municipal de Danzas luego de su remodelación; está en proceso de licitación un proyecto de mejoras edilicias y eléctricas para el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa; está en proceso de redacción un proyecto para la modernización del Complejo Astronómico Municipal (Planetario); está en ciernes la puesta a punto del Museo de la Memoria que se inaugurará en marzo; mientras el Anfiteatro se prepara para su nueva cara y funcionalidad.
Para marzo también se espera contar con una nueva estrategia en comunicación y tecnología que incluye a la agenda cultural en papel, en la web y en las redes, con un servicio de self service donde todas las instituciones y todos los artistas podrán difundir sus actividades.
CONSOLIDACIÓN. 2018 no será el mejor año para la cultura rosarina ni argentina. El contexto económico y social así lo anticipa. Es a la vista de esos negros nubarrones que Rosario debe seguir apostando a la cultura como política pública. No sólo porque se trata de una ciudad que se publicita como la capital de la cultura, sino de continuar con exitosos procesos de inclusión que los rosarinos votamos desde hace más de 20 años.
Se trata de construcción colectiva, democratización de contenidos y sentidos, de horizontalización de las decisiones, de descentralización y hasta de gratuidad. Políticas de los rosarinos que este gobierno ha sabido interpretar sosteniendo las instituciones y asegurando las tramas de socialización.
Es éste el momento en que el socialismo local debe alegrarse por el trabajo realizado y diferenciarse de sus oponentes políticos con historia. Querer parecerse a los vencedores de las últimas elecciones para ganar algunos votos es sólo allanar el camino para una renovación política del sillón de Grandoli. Y quizás echar por la borda lo hasta ahora, con tanto esfuerzo, conseguido. Una calamidad.
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