Es poco frecuente tener cara a cara a un gigante de la actuación. Es el mismo que le dio vida a Aragorn en la saga de "El señor de los anillos", el tipo desquiciado de "Promesas del Este", el padre justiciero de "Una historia violenta" o el último hombre sobre la Tierra en "La carretera", sobre el brillante libro de Cormac McCarthy. Todas esas criaturas parecen imperceptibles a la hora de ver al mismísimo Viggo Mortensen diciendo un "hola, cómo va", al mejor estilo de un porteño nacido en Palermo. Sentado en una amplia sala del lujoso hotel NH Provincial, con el fondo imponente de la playa Bristol, la mejor manera de descontracturar a Viggo es hablando de fútbol.
La entrevista fue realizada en el marco del 29º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, dos días antes de la final de la Copa Argentina, en la que Rosario Central se enfrentaría a Huracán, clásico rival de San Lorenzo. En este diálogo con Escenario, Mortensen, con una pulserita roja y azul, confesará su pasión por ser cuervo, pero a la vez su respeto al rival "de barrio"; su romance eterno con la Argentina, en donde vivió diez años en su infancia, y, claro, la travesía actoral que le significó "Jauja", el filme de Lisandro Alonso, que integró la Competencia Internacional de la muestra más importante del séptimo arte en América latina.
—Hola Viggo, te saluda un canalla, conocerás la amistad de Central con San Lorenzo.
—Sí, ya lo sé, por lo del 95 (se refiere al campeonato Clausura de ese año, en el que San Lorenzo se coronó campeón en el Gigante de Arroyito ante los aplausos de la parcialidad auriazul), pero te voy a decir algo, y es muy raro para un cuervo, pero como soy del barrio voy a estar con los quemeros (así se identifica a los hinchas de Huracán) frente a ustedes, porque a mí me gusta la idea de respetar al adversario y les deseo suerte. Yo quiero que vuelvan a primera y que sea un buen partido.
—Qué raro, nada que ver con el clásico de Rosario, ningún leproso o canalla quiere que su rival de toda la vida gane una final.
—Yo no soy así, no, si jugamos contra ellos claro que quiero ganar, y de vez en cuando me burlo, pero en forma no violenta, digamos. Con Boca es un poco más fuerte la cosa porque son muy arrogantes a veces, pero la historia de los de Central y Newell's es increíble, yo les cuento eso de los canallas y los leprosos a ingleses y americanos y dicen «es absurdo eso». Y bueno, hay cosas absurdas en todos lados.
—Se vive de un modo muy pasional.
—Ah, sí, desde ya, muy pasional.
—Lo que es pasional es verte cómo te comprometés con el cine de este país, cómo te ponés la camiseta de Argentina cuando ya sos una figura de Hollywood.
—Para mí una película argentina de presupuesto bajísimo, como la de Lisandro (Alonso), o "Todos tenemos un plan", la de Ana Piterbag, que fue la primera que hice acá, es el mismo trabajo que en una película de 200 millones de dólares, sea de Estados Unidos o inglesa. Yo trato de aprender lo que tengo que aprender, y quiero estudiar para divertirme y sentirme relajado, cómodo, y reaccionar a todo lo que me traen los demás, a todo lo que me dice el director. Quiero llegar a tiempo y prestar atención y que cuando me dicen «acción» pase lo que tiene que pasar y fingís que sos otro, con otro punto de vista, el mejor posible, y ya está, a jugar. No importa si hay una cámara o cuatro, si hay un equipo de diez o doce, como el caso de "Jauja", o un equipo de 700 personas como en "El señor de los anillos", no importa, el trabajo es el mismo.
—Vos recorriste los mejores festivales del mundo durante décadas, ¿qué te representa estar presente en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata?
—Yo nací en Nueva York, pero pasé en la Argentina la primera década de mi vida y me marcó. Es la primera vez que vengo al Festival de Cine de Mar del Plata y me encanta, es una cosa más personal para mí. Es el país de mi crianza, había oído de este festival pero nunca había estado, para mí es interesante estar acá, y creo que para Lisandro también, porque él empezó trabajando acá hace veinte años y no volvió desde entonces. Y ahora es un director y regresó con una película importante. La vida es un viaje interesante para todos y verlo a Lisandro contento me pone feliz a mí también.
—¿Te gusta el cine argentino?
—Hay películas buenas y malas, como en todos lados. Aquí hay un nivel muy alto desde hace tiempo. La historia del cine argentino está llena de gente muy talentosa que, como en España, son buscados tanto en Estados Unidos como en Inglaterra para trabajar. El cine nacional tiene una larga historia de producir muy buenos directores, guionistas y actores excelentes. La formación del actor de teatro y de cine en este país es probablemente la mejor de habla hispana en el mundo, hay una preocupación por la preparación minuciosa del actor, y eso se nota.
—¿Qué directores argentinos destacás en un primer nivel?
—Hay muchos, no quiero nombrar a uno o dos para menospreciar sin querer a uno u otro, pero todos los años obviamente hay un par de películas buenísimas y otras más pequeñas que son interesantes, yo no las veo a todas, pero trato de ver las que puedo. Lisandro es uno de ellos, es uno de los directores que va a quedar para la historia del cine argentino, como otros lo han hecho en los 60 y en los 70.
—Trabajás para el cine de Hollywood pero no para el cine pochoclero, ¿elegís sólo películas de calidad para interpretar?
—Hay algunas películas en las que actué que pueden caer en ese tipo de cine, pero estoy buscando buenos cuentos, no busco presupuesto ni nacionalidad, estoy buscando algo que me interese.
—Hay películas como "La carretera", "Promesas del Este" o "Una historia violenta", que se destacan especialmente por la complejidad y riqueza de los contenidos.
—Sí, es que son directores que no son esclavos del sistema y les gusta contar el cuento a su manera. O sea que se pueden hacer películas innovadoras, singulares. Y también las de alto presupuesto, aunque es más difícil, porque tenés abogados, productores, gente que te dice «uy, tenés que recaudar», hay más de eso. En cambio en las películas sin ningún presupuesto, rodando en medio de la nada, con doce personas, estás libre para hacer lo que querés. A veces esta bueno tener algo de presión y a veces no. Pero tener límites, tener un desafío, no está nada mal.
—¿Tenés algún sueño trunco en lo actoral?
—Probablemente más cosas de teatro, en el cine estoy contento, pero siempre está bueno que una buena historia te pueda sorprender a la vuelta de la esquina.