Científicos del Palo abre la paleta de colores, armonías y mensajes en "El Maravilloso Mundo Animal". La banda marplatense, en su quinto disco de estudio, mueve los hilos sensibles que unen al líder del grupo Pepo San Martín con su hija Emma (cuyo nombre asoma en las iniciales del título), su abuelo y la poética de José Larralde. El resultado, que se verá en el show que ofrecerán hoy, desde las 20 en Pugliese (Corrientes 1530), es rock del palo, que transpira acordeones, violines, sutiles juegos de voces y hasta un saludable guiño a la electricidad de Divididos. Y claro, con letras que no le escapan al compromiso y a la crítica al sistema. "Siempre me dio miedo ese concepto de que rock y política no deben cruzarse porque el rock es sagrado y no debe mancharse con lo inmundo de la vida cotidiana o terrenal", dijo Pepo, voz cantante y compositor de una banda que, con su propio rigor científico, levanta las banderas populares y le moja la oreja al poder.
El power trío, que estará precedido por las bandas invitadas Cenote, Eureka y Chez Andy, lo integran José Pablo Federico San Martín (guitarra y voz), Carlos "Popete" Andere (bajo) y Sebastián Quintanilla (batería, percusión y coros). En diálogo con Escenario, Pepo expuso en sus palabras la misma calidez y profundidad que sugieren sus canciones.
—El disco encierra el nombre de tu hija Emma y a la vez hay un guiño hacia tu abuelo ¿El mensaje de El Maravilloso Mundo Animal invita a mirar el pasado, presente y futuro?
—Puede ser que de alguna manera al hablarle a mi hija de cómo enfrentarse a esta picadora de carne que es la vida haya tenido que revisar cosas de mi infancia, de mi presente y hasta imaginar un futuro posible para ella. Supongo que en esa revisión que hice puede verse reflejado el que escucha, y completar de alguna manera la obra. Debo decir que quizás fui mezquino sentimentalmente con mi abuelo, por ahí no le demostré todo lo que lo quería estando en vida, y este es un homenaje a él y una forma de decirle que ahora entiendo por qué en su momento me regaló «Herencia pa' un hijo gaucho» de José Larralde, que fue el motor de la realización de nuestro disco.
—En tiempos de grieta política, el disco se planta ante la abundancia, la ostentación, Hollywood y la burguesía ¿El rock debe levantar más alto que nunca las banderas sociales?
—No estoy capacitado para decir lo que «debería» hacer el rock, pero sí puedo decir que los artistas que más me emocionan son los que se comprometen y toman partido. Me da mucha vergüenza el rockero que habla de los políticos como si fueran personajes que no tienen ninguna influencia en su vida porque ellos están elevados y no sufren las problemáticas del ser humano promedio. Siempre me dio miedo ese concepto de que rock y política no deben cruzarse porque el rock es sagrado y no debe mancharse con lo inmundo de la vida cotidiana o terrenal. No me emociona una estrella de rock con una tapado de leopardo meando desde la ventana de un hotel cinco estrellas. Prefiero el que toma algún riesgo y opina, aunque quizás no lo hace explícito en sus letras.
—¿Científicos del Palo apela a una música sin etiquetas?
—Lo que tratamos de hacer es disfrutar de la música, de utilizar la mayor cantidad de recursos posibles y de tener respeto por nuestros instrumentos y por la ejecución de nuestra obra. No tenemos miedo de ir hacia lugares que puedan no gustarles a los que nos siguen, porque entendemos que la gente debe disfrutar de la honestidad de nuestros actos, y no de recibir algo que fue hecho para que les gustara. Si uno no desafía al público, se genera un estancamiento y un lugar donde ambas partes saben lo que va a pasar, que generalmente es el escenario más aburrido que uno puede imaginarse.
—¿De alguna manera, como dice tu canción, "lo importante es mantenerse en el camino"?
—No hay otra opción que mantenerse en la ruta, viajando, apostando y tratando de expandir la obra por todo el país. Al menos es nuestra forma de entender esta actividad, y de poder encontrarnos con la gente que nos quiere, que disfruta de lo que hacemos. Lo más difícil es mantener la constancia, entrenar la voluntad y no rendirse ante los aparentes fracasos, porque una vez que subís al escenario, te colgás la guitarra y ves a la gente cantando tus canciones, entrás en trance y sos feliz por un instante.